En Estados Unidos, Reino Unido y Canadá se repiten los casos de bromistas disfrazados de payasos que asustan y amenazan a personas en la calle e incluso en sus propios hogares. Hasta hubo casos de personajes de este tipo tratando de atraer a niños hacia bosques, como en las películas de terror. Como toda moda que se propaga por las redes sociales, se popularizó rápido esta tendencia aterradora que tiene a comunidades enteras en vilo. Así como surgió, pronto desaparecerá, pero el payaso sin dudas permanecerá como esa figura que tanto miedo genera en ciertos individuos.
El payaso es una de las imágenes más repetidas de los disfraces para Halloween, y su protagonismo en pesadillas infantiles inspiró incontables personajes terroríficos en la cultura popular, como Pennywise de IT, creado por Stephen King y más tarde encarnado en la pantalla grande por el actor británico Tim Curry. También acompañaron este fenómeno la personalidad extravagante y maquiavélica del Guasón, y, más recientemente, Twisty de American Horror Story.
El miedo irracional a los payasos es denominado "coulrofobia" y es especialmente común durante la infancia, aunque hay adolescentes y adultos a los que también les afecta. Pero, ¿qué característica de estos bufones es la que más susto provoca? Los que padecen de esta fobia suelen aclarar que es el maquillaje acompañado de la nariz, que dan un matiz siniestro y que a la vez ocultan la identidad del individuo.
El célebre antropólogo Claude Lévi-Strauss explicó en su libro de 1982 titulado La vía de las máscaras que la utilización de una careta otorga una sensación de libertad a su portador: "El disfraz facial elimina de manera temporal el rostro de la interacción social. La cara es el órgano por medio del cual el 'Yo' y la sociedad llevan adelante la mayor parte de la comunicación de la que participan". Es decir, hay una impresión de que una persona con la cara oculta puede actuar sin tapujos y sin restricciones, y no sufre las consecuencias causadas por sus acciones.
Por otro lado, el psiquiatra y profesor en la Facultad de Medicina de Harvard Steven Schlozman aseguró que la sonrisa perpetua del rostro de los payasos tiene el mismo efecto. "Uno reconoce una sonrisa, y el cerebro registra que las sonrisas son en general buenas, pero uno no puede sonreír todo el tiempo, porque si no, hay algo que no anda bien", analizó. "Creo que esto es similar a lo que ocurre con los payasos, ya que si no hay cambios en cómo luce la cara de alguien o en cómo actúan, resulta terrorífico".
Pero lo cierto es que la historia de los payasos es más tétrica y misteriosa, y sus primeras formas eran muy diferentes de las simpáticas y divertidas que se conocen en la actualidad. Los bufones se dedicaban más que nada al entretenimiento para adultos y hacían bromas a expensas de emperadores chinos, senadores romanos y lores feudales. Andrew Stott, un profesor inglés especializado en la cultura de los payasos, explicó que estos bufones además tocaban temas cercanos a la sustancia del ser humano: "Los bufones medievales indagaban de manera continua sobre la mortalidad de las personas, y nos recordaban qué tan poco razonables, mezquinos y ridículos podemos llegar a ser".
Uno de los payasos más famosos fue Jean-Gaspard Deburau, quien se disfrazaba de Pierrot, y que mató a un niño en 1836 al pegarle con un bastón que utilizaba para caminar. Se cree que lo habría asesinado porque el chico le había gritado insultos en público. Pero el primer ancestro del payaso que se conoce fue el creado por el británico Joseph Grimaldi. Entretuvo al público durante la primera parte del siglo XIX, y, como fue una de las primeras celebridades, la gente estaba al tanto de su tumultuosa vida personal y depresión que se escondían detrás de su exagerada sonrisa roja.
Dos siglos más tarde, el payaso sigue siendo para algunos un símbolo de entretenimiento infantil y, para otros, sinónimo de escalofríos.
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