Desde 2000 hasta la actualidad, Finlandia lidera la mayoría de los rankings internaciones de educación. Sus jóvenes tienen un nivel cultural por encima de la media mundial. ¿Cómo lo lograron? ¿A través de métodos que promueven el rigor y la disciplina del alumno? No, más bien todo lo contrario. Los estudiantes finlandeses tienen el año lectivo y jornada escolar más cortos de occidente. Los chicos se dedican a disfrutar de su infancia y posterior adolescencia sin mayores responsabilidades y aun así obtienen mejores resultados.
"¿Qué invadimos ahora?", el último documental del cineasta estadounidense Michael Moore, refleja una crítica incisiva y cargada de sarcasmo a la política exterior de su gobierno por la sucesión de guerras en las que intervinieron que, según su visión, no generaron más que sangre y más conflictos bélicos. Por eso, Moore se propone "invadir" algunos países con la idea de apropiarse de las que considera sus mejores ideas y políticas de estado. Entre ellos, aparece Finlandia y su modelo educativo, cuyo secreto descansa en la felicidad de sus niños.
La búsqueda de la felicidad
Una docente consultada en el documental dijo: "La escuela se trata de hallar la felicidad, de encontrar el modo de aprender qué te hace feliz". Luego, otro agregó: "Tratamos de enseñarles a ser felices". La educación finlandesa focaliza en el alumno, no solo en su rendimiento académico, sino en su bienestar y satisfacción personal. Los chicos se mueven con una libertad infrecuente y el componente lúdico se ubica en primer plano en su día a día.
Ahora, ¿se puede enseñar a ser feliz tal como se lo proponen? Ante la consulta de Infobae, Guillermina Tiramonti, magíster en Educación y Sociedad y docente en FLACSO, respondió: "Por supuesto. Aprender gratifica. La escuela moderna, que se creó en simultáneo con la primera etapa del capitalismo, asoció el aprender al sacrificio y al esfuerzo como un modo de disciplinar a la población. La escuela finlandesa disciplina pero elige la satisfacción como vía".
A su vez, explicó: "El modelo finlandés tiene éxito porque se articula funcionalmente con las subjetividades de los alumnos. Es una sociedad que fomenta la gratificación, el placer, la actividad creativa, la curiosidad y el esquema de trabajo pone en juego estos elementos". Y se preguntó: "¿Por qué no vas aceptar una sociedad, una institución y una actividad que te hacen feliz?".
La tarea, casi invisible
Krista Kiuru, la entonces ministra de educación de Finlandia, sostuvo: "No tienen tarea. Deben tener más tiempo para ser niños y disfrutar de la vida". Por su parte, un director de escuela secundaria opinó: "El término tarea me parece obsoleto. Los chicos tienen muchas otras que hacer después de clases como estar juntos o con su familia, haciendo deporte, tocando un instrumento o leyendo".
A contramano de la mayoría de los esquemas pedagógicos que priorizan la salida laboral una vez culminado el colegio, los alumnos finlandeses aprenden actividades que no se suelen considerar relevantes. Tanto el deporte como el arte ocupan buena parte de sus jornadas escolares. Además, se enfatiza en la enseñanza de idiomas, cocina y otras manualidades. "Los chicos aprenden todo el tiempo fuera y dentro de la escuela –señaló la especialista en educación-. Es bueno que tengan tiempo para aprender otras cosas cuando terminan sus jornadas. La tarea extra escolar tiene más que ver con seguir disciplinándolos que con el aprendizaje".
Excelencia docente
La docencia es una de las profesiones más prestigiosas en Finlandia. Para dar clases en una escuela primaria se requiere aprobar una maestría que lleva cinco años de formación. Pese a su dificultad, es una de las carreras más elegidas entre los estudiantes, lo que genera una competencia constante que eleva el nivel de enseñanza.
En el país escandinavo, existe un fuerte rechazo a los exámenes estandarizados como los multiple choice, tan usuales en otros países, porque según su mirada "no enseñan nada". Es más, a fin de evitar la competencia entre los alumnos, no reciben calificaciones hasta quinto grado (11 años) en sus pruebas. Los informes destinados a los padres no incluyen cifras, son meras descripciones acerca del desempeño de sus hijos. De acuerdo a Tiramonti, "es necesario evaluar qué aprenden los chicos para conocer el resultado del trabajo escolar, pero no para castigar y amenazar como hace la escuela tradicional. El modelo de Finlandia no castiga a los chicos por los fracasos de la escuela".
Igualdad de oportunidades
En ¿Qué invadimos ahora?, la exministra de educación finlandesa Kiuru comentó: "Todas las escuelas en Finlandia son iguales. No hay una mejor que otra". Su educación completamente gratuita –que incluye el almuerzo diario y los libros de estudio- y su uniformidad en el nivel escolar hacen que los chicos finlandeses, desde aquel de mayores recursos hasta el de menos, tengan las mismas posibilidades.
Dentro de las peculiaridades de su educación figura los años de obligatoriedad: tan solo nueve, cuando lo habitual es doce. Antes tienen la opción de concurrir a jardines de infantes, donde prevalece el juego como modo de enseñanza y allí solo un año es obligatorio. Después se abre, por un lado, la alternativa de continuar el bachillerato que dura hasta los 19 y, por otro, la formación profesional básica -75 oficios que se imparten tanto en institutos como en centros de trabajo mediante un contrato de aprendizaje-.
¿Hay posibilidades de replicar el modelo?
La educación finlandesa se estancó desde el 2000, cuando tuvo su punto más alto, según el informe PISA, uno de los rankings más reconocidos. Aún ocupa un puesto de relevancia, pero no conforme con eso emprende un nuevo rumbo que puede marcar una revolución en términos educativos. Para 2020, se propone terminar con la distinción clásica de las materias a partir de una metodología conocida como phenomenon learning. La idea es que los alumnos adquieran un aprendizaje integral a través de grandes tópicos que reúnan muchas de esas disciplinas tradicionales y, a su vez, tengan ellos mismos la posibilidad de proponer temas de su interés.
Según Tiramonti, en Argentina y casi toda Latinoamérica persiste una mirada conservadora en torno a la educación: "El tema es que nosotros tenemos un porcentaje alto de pobres, lo que genera sociedades inestables, y por eso nos aferramos a la disciplina", advirtió. Pese a eso, apuntó que "no tenemos por qué estar anclados en un modelo basado en el castigo, el aplazo, la represión de la creatividad y la curiosidad como si fuéramos genéticamente distintos" y concluyó: "Ningún modelo puede ser trasladable en su totalidad, pero hay muchas cosas que podríamos adoptar de acuerdo a nuestras características y condiciones. Tenemos que propiciar la gratificación en vez de castigar".
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