De bajo perfil, ameno, atento y cálido Celedonio Lohidoy invitó a conocer su boutique en el exclusivo barrio de Recoleta. Donde todo, absolutamente todo, está intervenido por este arquitecto de la joyería.
Al ingresar, resulta complicado elegir a qué prestarle atención. Cada objeto es en sí una pieza de arte que vale la pena admirar. En el mundo de Celedonio Lohidoy todo tiene algo de magia: mariposas de metal, broches de araña, anillos como ramilletes de flores, collares y más que emergen entre los cajones para deslumbrar por su armónica complejidad. Las paredes negras enmarcan un ambiente llamativo, en el que una biblioteca que hace las veces de estantería, se confunde con una vitrina que obnubila la razón y, de fondo, como si fuese una realidad alternativa, cuelgan tazas, platos y cuadros que se desvanecen como gotas. Todo es único pero nada está allí por azar. La hermosa simetría de una obra total.
Celedonio a pesar de tener como clientes a la primera dama Juliana Awada, la reina Máxima Zorreguieta, la firma internacional Kenzo, y algunas de sus piezas llegaron hasta Hollywood, a través de la serie Sex and the City, prefiere evitar estos temas, elige mantener un bajo perfil y que sean sus piezas las que hablen.
Fue modelo, lavacopas y se recibió de arquitecto, pero la vida lo llevó a "hacer collares". A principios del 2000, sin trabajo, empezó a diseñar joyas inspiradas en la naturaleza de su Tapalqué natal, una localidad a casi 300 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. Compró mostacillas, hizo un collar, lo vendió y volvió a comprar más material para continuar produciendo y así pagar las cuentas que se apilaban sobre la mesa. Al tiempo se hizo conocido por la innovación en sus piezas.
Trasgresor y de avanzada, utilizó lo que hasta el momento pocos joyeros usaba: hojas, esqueletos, trapos, botones, un trozo de metal, cristales, piedras semi preciosas.
Para Celedonio las joyas no llevan oro, ni brillantes porque no son simples ornamentos: "Un anillo con un diamante de un millón de dólares vale por su material y no por su diseño". De esta manera, Celedonio fundó su reino, de collares, anillos, pulseras, broches, escarapelas y candelabros.
Bajo esa premisa redefinió el concepto de la joya donde el proceso de producción de cada pieza trasciende a la materia prima. "Contar lo que siento algo tan intangible, eso es un don"
Pero además del diseño de autor, sus piezas buscan comunicar un mensaje y para eso la elección de los materiales es fundamental. Cree mucho en las energías de los elementos, porque "una joya es un amuleto, algo que nos protege y nos llega al alma".
“Disfruto mucho de diseñar para una cliente en particular, porque lo siento, pero cuando lo hago hacia nadie, me gusta ver quien la eligió para llevársela y ver si su energía es congruente”
El diseñador contémporaneo cuenta con dos líneas: una de piezas únicas hechas a medida y otra se encuentran disponibles en sus boutique. También se especializa en novias con aros, broches y tocados.
– ¿Cuál es el concepto de "joya" para Celedonio?
-Para mí es un elemento no solo ornamental, sino algo que te transporta, te ayuda. No necesariamente un accesorio femenino. Estimula, protege y da alegría al alma. Trasciende lo visual, es un mimo.
-Usted también es un arquitecto, ¿sus obras son joyas arquitectónica?
-La arquitectura cambia la forma de ver las cosas, porque todo tiene un mensaje. Mis piezas son netamente funcionales. La función y la forma son hermanas gemelas, si no están en desequilibrio sería una utopía.
-¿Su obras se destacan por ser piezas únicas e irreproducibles?
-A medida que alguien trabaje para vos está trabajando sobre la energía de cada individuo. Mi creación se corre de esa masa homogénea para luego convertirse en una persona única, como mis piezas.
-Otra de las características es la ausencia de brillo, un elemento muy asociado a la joya.
-Hay una tendencia mundial de no demostrar a través del material mismo sino a partir de un diseño donde se valora el trabajo artesanal e intelectual. El material se utiliza a medida que permita comunicar o demostrar una sensación. Las joyas femeninas hoy son más sobrias y elegantes
–¿Sigue tendencias o todo lo crea con su impronta?
-Hay dos vertientes: cuando diseño algo para mí me dejo fluir. Cuando diseño para otra persona tengo que adecuarme a lo que la otra persona desea. Soy arquitecto, estoy acostumbrado a responder a pedidos. Yo trabajo de dos maneras, por encargos precisos o por mi inspiración, a medida que voy sintiendo, voy creando. No sigo tendencias, no me inspiro en otros, hago lo que siento y mi mayor fuente de inspiración es la naturaleza.
-¿ Siempre incorpora materiales de la naturaleza para sus colecciones?
-Me inspiro en los cambios sobre todo. En el día y la noche, el verano, la nieve, hielo, un pájaro. Cualquier elemento que me estimule. Tomo elementos que encuentro. Yo creo mucho en la energía que trasmiten los materiales. Si quiero trasmitir algo grato no voy a recurrir a una materia prima que ya tenga una carga afectiva negativa, porque estaría diciendo que los cementos de la casa ya estarían contaminados. Puedo utilizar un metal que encontré en el campo, una hoja, piedras semi preciosas, cristales, cualquier material que me permita comunicar a través de el.
– ¿Usted interviene hasta objetos, transformándo todo en joya, como vive ese proceso?
-Cuando recibo una pieza para repararla o para una intervención lo disfruto porque me remonta a ese momento y me identifico con ese momento.