Luz y más luz. El departamento, sin ostentaciones y con una calidez constante, rebosa de luz. Y hay una protagonista. Esa misma persona que aparece en ocho de las once fotos expuestas en el salón del hogar. Esa misma persona que acaparó el living e instaló juegos de encastres y su propio "gimnasio" de ejercicios entre una tv plasma, un moderno equipo de música y una guitarra dentro de su funda. Esa misma persona que todavía no cumplió un año y revolucionó por completo una casa. Esa misma bebé que inundó de magia el mismo escenario que en su momento había respirado angustia, nerviosismo, sufrimiento, frustración. Ese mismo milagro se llama Giovanna Diotto, y con apenas 10 meses alteró por completo la vida de su madre, la actriz María Fernanda Callejón, y de su padre, Ricky.
La presencia de la niña significó la gran bisagra en la vida de una artista que, en su llegada a los cincuenta, le dio un giro radical a su historia marcada por las tablas de los teatros de revista, las tapas de revistas, la pantalla grande del cine y la televisión. Una mujer a la que la vida le impuso demasiados obstáculos para poder alcanzar su sueño y que, mediante su fe y perseverancia, finalmente halló su plenitud.
"Este es el 'Universo Giovanna'", dice Callejón apenas ingresa al cuarto de su hija, decorado con colores verde agua y crema, con una cuna de madera fina junto a un sillón fino y en el que cada rincón hace referencia a la presencia de la tercera integrante de la familia. Aquella que materializó más de 20 años de búsquedas frustradas y angustias y que hoy le permite redescubrir una nueva vida.
El vínculo de la actriz con su hija estuvo, está y estará marcado por términos como esfuerzo, angustia, emoción, milagro, fe, esperanza. María Fernanda Callejón tuvo que sufrir la pérdida de tres embarazos anteriores -y sólo las mujeres que hayan experimentado una situación similar pueden terminar de entender la magnitud de ese sufrimiento- para poder, casi a sus 50, poder dar vida a otra persona desde su vientre.
"Giovanna me enseña todos los días a ser mamá. Me hace la vida muy fácil. Es una bebé que está llena de luz, de paz. Es una personita muy especial en mi vida. ¿Viste que en la vida dicen que la felicidad son momentos? Es verdad eso. Y mi hija vino a este mundo para llenarme la vida de muchos momentos felices", expresó la actriz.
A lo largo de sus años, Callejón respiró la maternidad con un énfasis demasiado marcado. Desde la admiración absoluta a sus cinco años por su madre Grazia hasta la insistencia (casi empecinamiento) en poder crear vida con su propio cuerpo, pese a su trombofilia adquirida y sin recurrir a otros métodos.
Hoy, a casi un año del nacimiento de Giovanna, la actriz le abrió las puertas de su hogar a Infobae para compartir uno de los momentos más felices y especiales de su existencia. Para celebrar la consolidación de su familia como equipo y para reafirmarse en su condición de referente de mujeres que actualmente sufren pesadillas parecidas a las que le tocó padecer.
–¿Cómo te encuentra la vida en estos días?
–Me encuentra plena, plena, feliz, radiante, por decirlo de alguna manera espiritual. Estoy súper motivada, con mucha más fe que la que tenía antes, que ya era mucha. Tengo todos los clichés, pero a eso le sumo la sensación de haber empezado a vivir de nuevo, por Giovanna. Mi vida recién empieza, es muy loco.
–¿La llegada de Giovanna fue la última pieza que le faltaba al rompecabezas?
–Por eso yo digo plena y no completa. No me parece que ser madre te complete como mujer. La presión por la maternidad es un mandato que ya padecí en su momento. Y no me siento completa por tener a Giovanna. Primero, me tuve que sentir una mujer completa para saber que lo que yo quería verdaderamente, y que representaba un deseo genuino, era ser madre. Es un título que para mí es más que un título de nobleza. Creo que estoy en un momento pleno. Me tocó el milagro de ser madre.
–¿Qué representó ese "deseo genuino" en tu vida?
–Es extraño porque a veces se me iba esa sensación. A veces, me preguntaba ¿por qué me aferro? Yo pasé por todas… Somos laberínticas las mujeres. Entonces, hay un montón de cosas por las cuales una se va y viene. Y una de esas cosas era el mandato. ¿Tengo que ser madre, realmente quiero ser madre? El tiempo se me iba pasando e iba sufriendo todo ese mandato. Entonces, cuando ya se me estaba pasando el cuarto de hora, por decirlo de alguna manera, ya decía "tal vez haya otra manera de ser madre. Tal vez vine a este mundo para ser madre de otra forma… o no". Entonces, ahí es cuando volvía el deseo genuino. No es que lo tuve siempre aferrado. Pero no sé por qué, siempre estaba esa luz, esa llama en mi interior que me decía que había algo genuino en mí y que tenía que concretarlo. Yo soy bastante perceptiva, así me manejé también en mi carrera, y siempre estaba ahí eso, latente. Pero no siempre estuvo, fue intermitente. Lo que sí, en el último tramo de la búsqueda, cuando llegó Ricky a mi vida, ahí hubo otra señal.
–Ese mandato social, ¿No es un problema que todavía falta poner sobre la mesa en la sociedad?
–Es cultural. Viene desde hace siglos. Yo creo que no se habla porque todavía es algo muy fuerte. Incluso esto de ser madre siendo una chica grande, por así decirlo, también te hace leer entre líneas que el mundo tiene que empezar a abrir su cabeza. De hecho, hay mucho prejuicio. Cuando estaba en la búsqueda más fuerte, tuve prejuicios y miradas muy prejuiciosas, incluso de parte de gente muy cercana a mí, a la que tengo mucho afecto. Se tendría que hablar mucho más. Relajaría muchísimo a futuras madres y a otras mujeres que no quieren serlo. Yo creo que cada uno tiene que hacer su propia lectura y buscar sus herramientas para sobrellevar el prejuicio. A mí me azotaron bastante el prejuicio, por mi profesión, porque soy provinciana y vine de lejos. Lo padecí en muchos momentos de mi vida. Albert Einstein decía que es más difícil disolver un prejuicio que un átomo. Tal cual. Ahora, está en uno qué hacer con eso. Yo elegí trascenderlo, romperlo. No de rebelde, sino que uno se da cuenta que el afuera también hace lo que le place. Yo entiendo la mirada prejuiciosa, y quizás empieza por ahí la herramienta para superarlo: tratar de comprender que el otro es de otra generación, piensa distinto y que está bien. No todos tenemos que pensar y sentir igual.
–¿Y qué tiene de especial ser madre a los 50?
–Es genial. No sé cómo decirlo. Pero es más de lo mismo. Los títulos que pasaron a lo largo de mi vida relacionados a lo mediático y a mi profesión, esta cosa de "¿Cómo se siente ser mamá a los 50?". En realidad, es "¿cómo se siente ser mamá?". Si bien es obvio que en otras épocas las madres eran más jóvenes, también es verdad que la ciencia avanzó muchísimo, la calidad de vida en general se prolongó, cambió, es mucho mejor. Yo, con todo el combo que venía, con la trombofilia, mis pérdidas de embarazo, todas las cosas que postergué, que al principio no sabía lo que tenía porque quedaba embarazada y los perdía, empecé a pensar que solamente un milagro me podía salvar. Entonces, si a los 50 años yo pude tener mi propio milagro, es por algo. No sólo la ciencia me ayudó. La ciencia puede construir un bebé fuera de tu útero, pero después le tenés que poner el cuerpo. Las mujeres le ponemos el cuerpo. Se te transforma todo el cuerpo. Entonces, es un todo. Es la fuerza de la vida. Yo soy pro vida (se emociona) y para eso hay que tener una fuerza especial. Es tan lindo ser mamá, no importa a qué edad. Lo único que le pido a Dios es eso, es vida para poderle dar toda la vida del mundo a mi hija, poder estar en un gran trayecto de su vida. Nadie tiene la vida comprada, nadie tiene la vida hecha. A veces, hay otro tipo de madre que hace todo lo que dice el mandato social y las cosas no salen bien, por diferentes motivos. Nadie tiene el control de su vida. Si fuese así, seríamos todos tan felices. Entonces, uno tiene que tratar de ser feliz con lo que puede, con lo que siente, con lo que cree. Y yo creo profundamente en eso, en la vida. Yo sabía que, si estaba fuerte, le iba a dar vida a Giovanna. Y por eso, mi vida hoy está llena de vida.
–¿Cambiaron tus prioridades desde su llegada?
–Totalmente. Giovanna me hizo cambiar las prioridades de mi vida. Yo viví muchos años para mi profesión. Amo mi profesión, me encanta. Es verdad que volví enseguida, al mes ya estaba grabando e hice una obra súper física en el medio del puerperio. Viví y comí de mi profesión y me gustaría que mi hija también viviera y comiera de ella. Pero estoy más relajada. No sé si tengo ganas de estar trabajando tanto. Hoy, mi mejor personaje es el de madre, el de mi casa. Es el día a día. Y lo quiero disfrutar. Por eso, la llegada de mi hija me cambió bastante las prioridades. Hoy, si me llaman, lo pienso. Igual, debo confesar que parar, lo que se dice realmente parar para que ocurriera este milagro de mi hija, me costó. Soy una mujer que trabajó toda la vida y no conozco otra manera de vivir. Pero lo hice. Lo mismo con la familia. Si bien yo vengo de una historia re familiera, hoy primero pongo a mi familia nuclear, mi marido, mi hija y yo. Los tres. Así que sí, cambiaron bastante las prioridades y para bien.
–¿Cómo fue convivir con la pérdida durante todo el tiempo que buscaste ser madre?
–Tremendo. La pérdida es algo durísimo. Es como un duelo interminable. Es la gran incógnita, la gran culpa de pensar cualquier cosa. Es muy frustrante, por esto de los mandatos, por lo que representa la mujer en este mundo. Fue muy duro y no se lo deseo a nadie. ¿Qué hice con eso en su momento? No podés hacer nada. Te sentís impotente y sufrís un trauma psicológico muy difícil de remontar. Pero se remonta, se puede. Hay que tener mucha fuerza. Hay que buscar mucha paz y aferrarse a muchas herramientas, no importa cuáles. Las que le sirva a cada uno. Pero hoy, que ya pasó todo esto y Giovanna está conmigo, es hora de que eso que pasé me pueda servir para ayudar a alguien. Por eso, hoy soy madrina de un grupo de trombofilia y embarazo. Estamos tratando de hacer todo lo posible. Ya tenemos media sanción en el Congreso para que haya un ley de detección precoz de la trombofilia. Ahora estoy tratando de ayudar a todas esas mujeres que, como yo, la padecen. Queremos que esté en la rutina de todos los obstetras y ginecólogos y que, una vez detectada, las obras sociales ayuden a hacerse los análisis y aporten en la aplicación del medicamento heparina, que ayuda a continuar con el embarazo. La idea es que puedan ayudar a todas esas mujeres que no tuvieron la posibilidad de poder pagarlas como la tuve yo. Estamos ahí haciendo toda la fuerza para que no haya más pérdidas de embarazo. Yo estoy orgullosa de poder ayudar con eso.
Vamos por la ley! Necesitamos una detección precoz de trombofilia #nomerindo x favor🙏🏻RT pic.twitter.com/LXYh74DEDu
— Fer Callejon (@LaCallejonOk) 30 de junio de 2016
–¿Cómo creés que te va a afectar la dificultad que tuviste para ser madre en la crianza de tu hija?
–Soy obsesiva con algunos puntos. Pero soy absolutamente consciente, eso también está bueno. Cuando una es una chica grande, se da cuenta de muchas cosas que ignora cuando es jovencita. Entonces, como laburé mucho para estar muy consciente en mi vida, también fui consciente durante el embarazo. Ya venía trabajando con eso: pensar en no ponerle a mi hija toda la carga, de que sea una nena normal. Pero igual, también lo tengo claro. Hay frases que una escuchó de su madre y piensa que nunca las va a decir. Y después te encontrás diciéndolas: "¡Vos no sabés lo que me costó tenerte!". En esas cosas sí voy a estar atenta. No quiero usar esos latiguillos. Estoy trabajando eso. Voy a hacer lo que puedo. Lo que sí me pasa es que estoy bastante pendiente de ella. Pero no soy la única madre. Por lo menos soy consciente de que tengo esa carguita extra con ella por lo que me pasó. Pero en mi familia todos me están ayudando a trabajar eso. Cuando me pongo muy intensa, me dan un llamado de atención para que baje. Así y todo, ella me está enseñando a ser mamá todos los días. No sé qué clase de madre voy a ser. Creo que los hijos nos eligen a nosotros, creo fervientemente en que mi hija me eligió a mí como mamá.
–¿Cómo te imaginás con tu marido y tu hija dentro de 20 años?
–Nos veo divinos, una familia súper normal. Sueño muchas cosas pero también trato de disfrutar mucho el hoy. Los chicos crecen a pasos agigantados y por eso aprendí a disfrutar el presente, que es lo único palpable y verdadero que tenemos los seres humanos. Entonces, trato de proyectar a corto plazo. Me imagino siempre una familia muy unida. Nosotros somos un equipo, ya lo dijimos con Ricky antes del nacimiento. Somos una familia por sobre todas las cosas y eso, para mí, ya es muchísimo.