Adiós a Bill Cunningham, el inventor del street style

El célebre fotógrafo murió a los 87 años. La historia y el legado del icónico cazador de tendencias que retrató los últimos cuarenta años de la moda de Nueva York

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Bill Cunningham fue una leyenda
Bill Cunningham fue una leyenda viviente de la fotografía de moda en la calle (Zeitgeist Films)

"Nos vestimos para Bill", había dicho la editora de Vogue Anna Wintour sobre Bill Cunningham en un documental que se realizó sobre el icónico fotógrafo que retrató a la Gran Manzana durante cuatro décadas para el New York Times. Había sido hospitalizado, y murió el sábado, a los 87 años de edad, luego de cuarenta años de arduo y metódico trabajo. Las mujeres de Manhattan fueron el foco de su lente y la "Ciudad que Nunca Duerme" su fiel y ecléctico escenario.

Cunningham fue una leyenda viviente de la fotografía de moda en la calle, lo que más tarde comenzó a llamarse como "street style". El fue su inventor y precursor, el primer trendhunter que el mundo conoció. Un antropólogo callejero, al que las celebrities no le movían ni un pelo salvo que llevaran puesto algo que a él le pareciera interesante. Su pasión comenzó cuando era tan sólo un niño, y se quedaba ensimismado mirando los sombreros que portaban las mujeres en la iglesia en su Massachusetts natal.

Bill Cunningham recorría las calles
Bill Cunningham recorría las calles de Nueva York con su fiel bicicleta y su icónica campera azul (AP)

Siempre atento, armado con cámara en mano, su eterna y mítica campera azul -o, dependiendo del clima, un sweater o remera de la misma tonalidad- recorría Nueva York en su bicicleta. El estilo era su objetivo. Retratar lo provocador, original y profundo del lenguaje de la moda en la cotidianeidad de la gran ciudad. Vivía en un pequeño departamento en Carnegie Hall, amoblado con una cama, un escritorio, y pilas de cajas con sus fotografías. Su dinero iba a una cuenta de emergencia de la que retiraba lo suficiente para vivir y para reemplazar su bici cuando se la robaban, lo que ocurría a menudo.

Además de rondar por las calles neoyorquinas, su puesto en el New York Times lo obligaba a asistir a algunos de los eventos más glamorosos en los que se codeaba con famosos y millonarios. Pero a él no le importaba. Él no estaba allí para retratar a la élite. Su lente apuntaba sólo a aquellos que merecían ese honor, que se lo ganaban sólo si él decidía que su atuendo era digno de ser fotografiado. Las exquisiteces y el champagne llovían por todos lados, pero él no les prestaba atención. Él estaba allí por su vocación y nada más.

Anna Wintour aseguraba que las
Anna Wintour aseguraba que las mujeres de Manhattan “se visten para Bill” (Bill Cunningham)

La vida por el arte

Bill Cunningham nació en Massachusetts en 1920. Anna Wintour, lejos de envidiarlo, lo admiraba profundamente, y explicó en el documental Bill Cunningham New York que él, mejor que ella, sabía ver antes que nadie "lo que iba a ser tendencia en seis meses". Es que Bill -como se lo conocía en todos lados- tenía un ojo atento y premonitor. Descubría la vanguardia en las fiestas de la alta sociedad, en los bares underground de la escena neoyorquina, o en las callecitas del Soho.

Bill Cunningham: “Hay que dejar que la calle te diga cuál es la historia”

"Hay que dejar que la calle te diga cuál es la historia", había dicho a la agencia AFP en el año 2014. Él no se creía buen fotógrafo, pero sí reconocía tener buenos instintos."No hay que tener ideas preconcebidas, hay que salir y dejar que la calle te hable". A otro medio explicó; "En esta época de réplicas y copias solo me interesa la gente con estilo, me da igual que sean o no celebrities".

Cunningham retrató cuarenta años de
Cunningham retrató cuarenta años de moda en la Gran Manzana (Bill Cunningham)

Cunningham comenzó su carrera en otro rincón de la industria de la moda, creando sombreros para los neoyorquinos de la alta sociedad. En 1963, trabajó en Chez Ninon, un taller de sastrería a medida, y entre sus clientela regular se encontraba la mismísima Jackie Kennedy.

Pero pronto descubrió que la calle lo llamaba. Sus primeras fotos de personajes tanto anónimos como famosos –su retrato de Greta Garbo en 1987 es hoy considerado una obra de arte-, llamaron la atención del New York Times, que le concedió la columna "On The Street" ("En la calle"), donde Cunningham mostraba las últimas tendencias, ya sea en colores, como en estampados o atuendos avant-garde.

“Hay que dejar que la
“Hay que dejar que la calle te diga cuál es la historia”, había dicho Cunningham

"Perdimos una leyenda", declaró el director de este diario neoyorquino, Arthur Sulzberger Jr. "Su compañía era buscada por los ricos y poderosos del mundo de la moda, y sin embargo siempre fue uno de los hombres más amables, más dulces y humildes que he conocido". Es que con los años se volvió una de esas figuras tan icónicas como la misma ciudad en la que habitaba. Se convirtió en una figura clave de la cultura popular de la Gran Manzana e inspiró a tantos otros a que se dieran cuenta que la creatividad no sólo estaba en la pasarela, sino en el cuerpo de una persona común.

Fue un narrador de la historia de Nueva York, y uno de sus más entrañables personajes principales.

Bill Cunningham en un evento
Bill Cunningham en un evento de Lacoste en el año 2014 (Reuters)
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