Dueño de un talento, desparpajo y versatilidad únicos logró traspasar el under y desembarcar en la calle Corrientes y en el prime time de la tevé, sin perder su esencia al conquistar al público masivo. "Siempre quise trabajar menos y disfrutar más, era mi consigna desde chico", explica Humberto Tortonese (53), que hoy disfruta el éxito de la segunda temporada de Obra de Dios junto a Roberto Peloni y Agustín Corsi, en el Teatro Maipo.
La propuesta llegó de la mano de Lino Patalano: "Estaba en la radio con Elizabeth Vernaci, en un año bastante intenso. Lo iba leyendo de a poco y en un momento me di cuenta de que estaba adentro del proyecto". Así fue como se despidió de la radio y se convirtió en este todopoderoso que baja al teatro para explicarle a la sociedad, de una forma hilarante, que entendió mal los diez mandamientos.
Sus inicios fueron en el Parakutural, de la mano de los míticos Alejandro Urdapilleta y Batato Barea, para luego acompañar a Antonio Gasalla. Fue también un gran partenaire de tres mujeres: junto a Susana Giménez presentó a la deslenguada diputada Gasconcha, con Vernaci crearon una dupla radial imbatible, y acompañando a Mariana Fabbiani en RSM resignificó con su impronta el clásico "pasando revista".
Tras muchos años de hacer en paralelo radio, teatro y televisión, ahora sí se permite trabajar menos y disfrutar de su casa y el tiempo libre junto a su pareja, Nicolás Miloro (28). "Una cosa es estar con alguien más joven por el sexo o por distintos motivos. Algunos dicen que perdés tu juventud y estás con alguien más joven. Acá fue distinto. Encontré a alguien que fue un par: podés charlar, compartir música, viajar; podés estar. Nunca nos dimos cuenta de la edad", explica Tortonese sobre la relación que mantiene hace cuatro años con el cocinero.
Y como con todo en su vida, encuentra los chistes justos para agregar: "Lo que también es genial de salir con alguien tan joven es que le usás las cosas, los ojos por ejemplo: en vez de tener que ponerte los anteojos le decís 'Leé'. Si tenés que subir, ¡corre él!".
—¿Cómo es jugar a reformular los diez mandamientos?
—Es raro, a nosotros nos lo contaron como un cuento. Algunos son obvios y hay que dejarlos, y otros tuve que bajar porque la verdad que han interpretado muy mal la Biblia. No es una burla ante la religión, es ver cómo todas esas cosas que hemos vivido, cada uno en su familia, se han absorbido de distintas maneras. Es genial tener otras versiones.
—¿A vos cómo te las contaron?
—Mi abuela nos hacía estudiar catecismo, nos íbamos de vacaciones, desayunábamos y lo primero que hacía era tomarnos catecismo. Papá nunca le dio mucha importancia a la religión, no nos hacía ir a misa ni nada. Mamá falleció cuando yo era chiquito, en tercer grado, y entonces teníamos una cosa rara, vos podías agarrarlo para el lado que quisieras desde chico. Mi abuela me decía: "Me gustaría que vengas el domingo a la iglesia", yo iba, pero la veía como una escenografía. Esos cuentitos que me contaron, ahora me toca contarlos a mí. Esas cosas simples que te han dicho toda tu vida de repente ves que te podés reír.
—¿Te acordás, a lo largo de tu carrera, cuál fue tu peor función en el teatro?
—Las funciones son siempre muy distintas: salís a escena y te parece que no sabés lo que te va a pasar. Los miedos del actor están siempre. Peor función no tuve, tuve momentos difíciles. En el Parakultural hacíamos con Urdapilleta y Batato Barea sketches. Yo tenía uno que era una especie de detective que iba a visitar a su abuela y se encuentra con su abuela colgada muerta (era un muñeco). Entonces se convierte en una especie de Batichica y se va a buscar a un culpable entre el público. Voy, agarro a uno, lo empiezo a sacudir. Siempre lo esposaba y me lo llevaba. La gente miraba y decía: "No lo puedo creer", era muy bizarro. El hombre era paralítico, estaba en silla de ruedas. Yo no me di cuenta hasta último momento y cuando lo levanto y entiendo, le dije: "Está bien, te perdono", y me fui. Todos dijeron "Qué bizarro el paralítico". Pero no lo hice a propósito, lo agarré sin conciencia. Fue genial para él porque no se sintió nada discriminado.
—¿En qué momento aprendiste a reírte de vos mismo?
—Creo que siempre, desde chico. Era muy soñador, me iba, mi cabeza siempre estaba por otro lado. Eso es lo que me hizo también decidir ser un actor, poder soñar, imaginar, jugar. Toda mi primera etapa del Parakultural fue más inconsciente, trabajaba con gente que era muy talentosa pero a su vez muy loca. Aprendí que uno se puede burlar de uno mismo, puede ponerse un vestidito y saber que su expresión hace reír, que tu nariz enorme puede hacer reír. Vos no lo sabés porque no te estás mirando todo el tiempo, lo sabés por medio del público.
—¿La época del Parakultural fue la época de los desbordes, o tuvieron más que ver con el pasaje al mundo comercial y la popularidad?
—No, el desborde estaba al principio. También venía con la juventud, el decir: "Me subo a un escenario pero puedo tomar". Ahora no me puedo tomar, como antes, uno o dos vodka y subir. Cuando estás más grande te das cuenta de la responsabilidad de tener un público, un texto, tenés que poner un cuidado en todo. En ese momento no, había más inconsciencia, yo sentía mucha más libertad también. No me importaba nada, hasta la vida no me importaba, no le tenía el respeto… Los miedos a vivir te agarran más grande, no te agarran cuando tenés 20 años.
—¿Con los años, uno se empieza a autocensurar algunas cuestiones?
—En ese momento no nos importaba nada y todo era crítica. También la burguesía, y el otro que se aburguesa, y al final todo el mundo termina aburguesándose cuando está más cómodo. Pero a su vez, no tenés que perder esa esencia de poder disfrutar de las cosas que hacés.
—¿Cuánto de sexo, cuánto de drogas, cuánto de rock & roll?
—Disfruté mucho del sexo en mi vida. No tenía que ser desenfrenado pero lo buscaba, me encantaba tener sexo.
—¿Hoy también?
—Sí, al día de hoy. Es algo que llevé con mucha naturalidad, hasta mi homosexualidad: de chico no tenía problema en decirlo. Cuando venía alguna tía o algo le decía: "¿Qué querés preguntarme?". Tampoco se los refregaba en la cara ni les decía nada. ¿Vos querés juzgarme? Juzgá vos para tu lado, yo mi vida la voy a vivir bien y libre.
—Nunca fue un tema.
—No fue un tema. Y las drogas fueron como probar cosas, era una época donde el probar era parte del crear. Decías: "Ay, fumémonos un porro e improvisamos". Es bueno cuando probás ver qué límites tenés. Hay drogas muy fuertes y hay gente que no tiene forma de parar. Es tremendo, cuando ves el vicio, pero con todo. Yo supe disfrutar pero nunca me quedé.
—No tenés una conducta adictiva.
—No, no la tengo tampoco con el alcohol. He tomado mucho alcohol y nunca fue una cosa de que después necesité.
— O sea, podés estar meses sin consumir marihuana y no te pasa nada.
—Sí, podés estar. Y te digo más, después de un tiempo me pasaron cosas que cuando empecé a trabajar mucho en mi vida siempre quise trabajar menos y disfrutar más, era mi consigna desde chico. Trabajaba en la época del Parakultural, pero tenía muchas menos cosas que mantener, muchas menos cosas que hacer, podía tener mi departamentito chiquitito, trabajaba los miércoles, después hacíamos algo los fines de semana y era genial.
—¿Tuvo que ver con esto, con disfrutar más y trabajar menos, la salida de la radio?
—Con la energía que nosotros hacemos la radio con la Negra, era en un momento muy desbordante y muy divertido a la vez. Estuve mucho tiempo haciendo radio y mucho tiempo también haciendo radio, televisión y teatro. Cuando me ofrece Lino (Patalano) hacer el verano en el teatro, la radio estaba ajustando sueldos y yo les dije: "Si a mí me ajustan el sueldo me voy". Fueron todas decisiones que se unieron, porque costaba mucho dejarnos. Con la Negra es una hermandad, nos potenciamos, nos queremos. Estoy más tranquilo también. Aprovecho también estos momentos de descanso porque el teatro es intenso, pero tenés tus días libres.
—Hace cuatro años entraron a robar a tu casa, y no saliste indignado a pedir pena de muerte para todo el mundo…
—No, yo no pido pena de muerte ¿Sabes qué me pasó? Inseguridad siempre hay, es muy feo encontrar tu casa toda revuelta porque son tus cosas, tu intimidad, pero por otro lado vi en algo malo algo bueno: mi perra era viejita y por eso no le hicieron nada, no destrozaron la casa, buscaron lo que venían a buscar que era dinero o cosas.
—¿Pero no hay un momento en el que festejamos la desgracia con suerte?
—No, yo no la festejé. Puse en la balanza lo que pasó y dije: "Bueno, a seguir adelante, a limpiar, a ordenar y a abrazar a la perra que la tenía en ese momento".
—¿Qué te genera la actualidad argentina?
—Es raro lo que me pasa a mí con la Argentina. El argentino ama la Argentina. Yo he viajado mucho, la verdad veo otros países, me encanta, digo: "Ay que genial poder estar acá", pero a la vez estamos constantemente en una lucha para salir adelante y siempre salimos adelante. El país está muy dividido hace rato entre los que opinan por un lado, los que opinan del otro, el kirchnerismo, el macrismo. A mí la política nunca me gustó. Qué trabajo los políticos, tienen que falsear, es como que yo como actor tenga que ir y decir: "Por favor vengan a verme porque les quiero ofrecer esto y lo otro", y les prometo más de lo que les tengo que prometer. Por eso cuando hice a la diputada Gasconcha con Susana me encantó poder reírme. Ahora no te podés reír tanto porque hay una cosa muy sensible, tanto para un lado, para el otro. Ahora mucha gente está enojada por una cosa y todos le echan la culpa a este presidente o a Cristina (Kirchner), y de golpe hay que seguir adelante más allá de lo que hagan los políticos. Cada uno va a hacer algo por la Argentina si hace las cosas como tiene que hacerlas.
—¿Tenemos los políticos que nos merecemos?
—Sí, yo creo que sí. Tanto protestamos por una cosa y después se vota por otra. Ese cambio, el Cambiemos de ahora, es raro que vengan con un título, era realmente un cambio total de cosas, nadie se lo esperaba. Ni (Mauricio) Macri se esperaba que iba a ganar, hasta último momento todos daban por dada una cosa. Siempre pasamos por tantas cosas en la Argentina, hasta mi padre me decía las políticas que han pasado, yo tengo un tío diputado… Por suerte nunca me interesó, prefiero volar con mi cabeza por cualquier lado.
—Alguna vez dijiste: "Me gusta reírme de los políticos porque ellos se ríen de nosotros".
—Sí, porque es verdad que se ríen de nosotros. Cuando un político hace campaña y te dice: "Yo voy a sacar y voy a poner pobreza cero", no prometás lo que no vas a poder hacer.
—Bueno, tuvimos un presidente que dijo: "Si decía lo que iba a hacer no me votaba nadie".
—Esas son las cosas. Si ellos se burlan o si tienen clichés para llegar a la candidatura… Yo no digo burlarse, pero poder reírse. Con el personaje de la diputada nos podíamos reír y nos reíamos.
—¿Falta humor en la tele?
—Sí. Falta ese tipo de humor político. Los del Parakultural y la forma de trabajar en un sótano era porque no nos gustaba lo que pasaba arriba, en Corrientes, eran obras que uno ni veía ni le interesaban. Cuando hubo mucha más libertad y la gente realmente se pudo expresar se expresaron de formas muy buenas. Ahora el humor está siempre al filo, es una época donde todo está muy cuidado. Hasta cuando hacíamos los sketches con Gasalla decíamos de todo, de cualquier tema hablábamos. Se hablaba de mujer golpeada y hacíamos un sketch sobre la mujer golpeada, ahora es imposible hacer un sketch con eso.
—¿Sentís que estamos pasados de corrección política?
—Para mí sí, hay como una decadencia ahora de todo, hay que cuidarse sin saber cómo. Al no poder expresarte invitan a alguien que ya saben que es polémico, lo hacen hablar y después que habla pasan a juzgarlo.
—Ahora, más allá de la corrección política ¿eso no tiene que ver también con una televisión llena de paneles?
—Cualquiera analiza cualquier cosa, pero cualquiera. Cuando estuvimos con Mariana Fabbiani haciendo RSM era todo con humor, había alguien que hablaba de deportes, alguien que hacía espectáculos, cada uno en lo suyo. Eso se transformó: hay un conductor y seis panelistas.
—Con la paternidad de Marley, ¿te están volviendo loco a vos también pese a haber dicho que no?
—A mí me encantan los chicos, me hubiese encantado tener un hijo, pero en otra época, a los 20, a los 30. Después seguí mi carrera. Esta carrera tiene muchos altibajos, a veces cuando decís "Quiero tener algo para darle a este hijo", cuando lo tenés ya es como que perdiste el tiempo. Al hijo le vas a dar siempre las cosas, el amor y lo que tenés lo vas a compartir. Yo le hubiese dado todo a un hijo mío, creo que hubiese dejado de lado mi carrera para darle a mi hijo. Puede ser por eso que no lo tuve en ese momento. Ahora que podría tenerlo siento que estoy un poco grande. No en el sentido de que no tengo ánimo, pero que un hijo te lleva mínimo 14 o 15 años de crianza buena.
—Lo mínimo que esperamos de Marley es que seas el padrino.
—Sí, no padrino porque hasta Susana es la madrina… A mí me encanta esa decisión. Otros amigos míos también tomaron la decisión de tener hijos y los tienen y son divinos, y yo los veo y me encantan.
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