Ricardo Darín: "No soy un santo ni lo quiero ser"

En una charla exclusiva con Teleshow el actor de "La Cordillera" advierte que no puede caerle bien a todo el mundo, se diferencia de su famoso personaje "Bombita", cuenta que sus hijos googlean todo lo que dice y habla de su extensa relación con Florencia Bas

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No sólo es uno de los actores más prestigiosos y convocantes de la Argentina; también se convirtió en el amigo que el público sueña tener. Quieren compartir con él un asado, hablar de fútbol, escuchar anécdotas y discutir de política. Sin embargo, Ricardo Darín (60) asegura: "Hay gente que no te quiere y no te va a querer jamás".

Pero el actor está feliz. A pocos días de su estreno, La Cordillera, la película del director Santiago Mitre, dejó su marca en el Festival de Cannes. "El mal existe, y no se llega a presidente si uno no lo ha visto un par de veces al menos", dice un escalofriante Hernán Blanco, el primer mandatario que personifica Darín. Con esa frase abre al espectador el mundo interior del político, pero también de la persona detrás de la investidura.

En el filme, Blanco emprende un viaje fundamental para su liderazgo político hacia una cumbre en Chile. Las cosas no serán fáciles. Un escándalo de corrupción que involucra a su hija (Dolores Fonzi), con quien tiene una conflictiva relación, podría ponerlo en riesgo.

El elenco se completa con Érica Rivas y Gerardo Romano, además de la participación de figuras internacionales como Christian Slater (Mr Robot) y la española Elena Anaya (La piel que habito y Mujer Maravilla). El thriller político que mezcla elementos de suspenso y terror fue rodado en la Casa Rosada, el Avión Tango 01 y el hotel Llao Llao.

Al ser consultado en la conferencia de prensa sobre qué instaría a hacer a los políticos si tuviera el poder de su personaje, Ricardo explicó: "Les propondría toda la transparencia posible, un gran esfuerzo de una mirada hacia adentro, buscar el gen que los llevó a intentar fijarse solamente en el bien común. Y a no olvidar en ningún momento la sensibilidad ciudadana".

—¿Qué te generó ejercer el poder, aunque sea en una ficción?

—Yo no ejercí ningún poder. A mí me dicen: "Tenés que estar a las ocho de la mañana", e imaginate que esa no es mi imagen de ejercer el poder. Si hubiese sido por mí, iba a las dos de la tarde (risas). Casi te diría que este personaje empieza la historia caminando en la cuerda floja, no tiene un gran respaldo ni político, ni de la crítica periodística; es un tipo que necesita reforzar, solidificar su gestión.

—Algo que muestra la película es el hombre detrás del político. ¿Qué pasa con el hombre detrás del actor?

—En este momento lo tengo, pobre, encerrado en un baño esperando que grite para ir a buscarlo. Trato de ser un profesional cumpliendo con su misión de darle visibilidad a un proyecto en el que todos pusimos mucho, estamos muy contentos de la devolución que estamos teniendo permanentemente. Mi vida, iba a decir en paralelo y en realidad está adelante de mi profesión, está muy bien, por suerte. En mi casa, con mis hijos, mis amigos, mi familia; muy bien.

—Sos muy querido por la gente y tu trabajo es muy valorado por el público. ¿Cómo lo vivís?

—Me siento querido. No por todo el mundo, afortunadamente, pero me siento querido.

No es necesario que te quiera todo el mundo, eso hablaría de que estás haciendo un esfuerzo y te estarías transgrediendo

—¿No pesa en ningún momento?

—No, ser querido, ser tratado con amabilidad y calidez y que la gente te abrace y ese tipo de cosas no es especialmente pesado. Lo que es pesado es los que te hacen creer que te quieren y en realidad no te quieren, van detrás de una cosa que tiene que ver con un tema farandulero, de famoso. Eso se nota además. Pero no, no, el afecto no es pesado nunca.

—¿Y la presión, tener que gustar?

—Estoy desembarazándome lentamente de esa presión, si es que alguna vez existió, porque no es necesario que te quiera todo el mundo, eso hablaría de que estás haciendo un esfuerzo por caerle bien a todo el mundo, con lo cual te estarían transgrediendo. Hay gente que no te quiere y no te va a querer jamás. Yo afortunadamente recibo algunos comentarios negativos sobre mi persona en algunos blogs y demás, y por la virulencia que tienen te das cuenta que es algo irredimible. Les caigo mal, ok, es así. Y está bien que sea así. A esa gente seguramente le cae bien alguna persona que a mí no me caerá bien, y así funciona la rueda.

—Igual el universo de los blogs y de las redes sociales da una impunidad desde el anonimato que va más allá de si lo que uno hizo gusta o no.

—Lo sé, atiende a otro tipo de cuestiones, pero viste que los errores interpretativos de algunas cuestiones te descolocan un poco. Por ejemplo, si alguien dice: "Yo creía que eras una buena persona porque estabas del lado de la gente que más sufre y ahora, por lo que acabás de decir, me doy cuenta de que no". La pregunta es: "¿Qué es lo que acabo de decir? Acabo de decir que estoy en contra de la violencia en las manifestaciones públicas". Sí, claro, cómo no voy a estar en contra de la violencia, en cualquiera de sus formas estoy en contra de la violencia. Pero son errores de interpretación.

—¿Eso lleva a cuidarse un poco más, o lleva a decir: "Bueno, pensá lo que quieras"?

—El que se quema con leche, cuando ve a la vaca, llora. Hay algunos territorios en los que yo me meto y por consejo de la gente que me quiere, y que me quiere bien y que nos conocemos, como Raquel (Flotta, su jefa de prensa), como Pedro (Rosón, su representante), como mis amigos y demás, me dicen: "¿Para qué te metés en algunos temas que son controversiales?". Y precisamente el dilema es qué hacés. ¿No opinás por temor a la réplica y te guardás lo que pensás, o decís lo que pensás de la forma más desprovista de peso, de fuerza y de furia posible para no transgredirte a vos mismo, para no ser desleal con vos mismo? Yo trato de no dejar de ser quien soy, quien creo que soy y lo que siento. Pero es razonable lo que decís, el amparo que te da cierto anonimato de poder atacar a quien quieras sin pagar las consecuencias, es muy perverso.

—Si vamos a lo cotidiano, ¿dónde te permitís un pequeño margen de corrupción? ¿El gol de Maradona a los ingleses? ¿El celular en el auto?

—No, la relación de una máquina que pesa una tonelada y media conducida por personas que desconozco, las sendas peatonales y la desculturización y falta de educación vial que tenemos en nuestro país es algo que me preocupa específicamente, a lo que estoy muy atento y son cosas que no cometo. Soy de los que paran en la senda peatonal, que permite que cruce la gente. He notado que muchos no cruzan, miran para el costado a ver si hay un semáforo, porque no pueden creer que alguien haya parado. Voy más lejos: ya estoy grande entonces hago cosas de viejo, y como peatón me paro específicamente en la senda peatonal para que paren, porque creo que alguien tiene que hacer algo en algún momento. La relación es muy perversa, son máquinas muy pesadas conducidas por personas desconocidas contra peatones que tampoco están educados. No estamos educados, ninguno.

Lucho desde que tengo uso de razón contra la violencia, sobre todo contra la mía, el control debe empezar por ahí

—¿Te agarra ahí una cosa medio "Bombita"?

—No, "Bombita" es un extremista, es un tipo que, harto de ser arrollado, maltratado, ninguneado y postergado, y toma una decisión ejemplar con extremas medidas de seguridad para que nadie se vea afectado más que los responsables, que él considera responsables. Yo no estoy de acuerdo con "Bombita": "Bombita" es violento. Yo lucho desde que tengo uso de razón contra la violencia, sobre todo contra la violencia mía, interna, el control debe empezar por ahí.

—¿Y te costó eso?

—Sí, sí, cuesta, porque a veces te ves empujado, te ves sometido a situaciones en donde tenés que estar muy en eje y muy en control.

—¿Fuera del celular en el auto hay algo con lo que te permitas correr el margen un poquito?

—Yo no soy un santo. No soy un santo ni lo quiero ser. Seguramente debe haber cuestiones mías personales o de mi vida privada. Te quiero aclarar que para ser respetuoso y educado no hace falta ser estrictamente duro e intransigente, se trata de una cuestión de sentido común y de pensar en los demás, de la misma forma en que pretendés que los demás piensen en vos.

—En "Escenas de la vida conyugal" la estructura matrimonial se convierte en enemiga. ¿Cómo hicieron con tu mujer, Florencia Bas?

—A lo mejor no estamos muy enfocados en eso, nos hemos ido transformando, modificando, acompañando nuestros movimientos, nuestros pensamientos, hemos crecido juntos de alguna forma. Hemos criado a nuestros hijos. Hemos cuidado nuestra casa. Nos hemos ayudado. Nos hemos intentado comprender. En el caso de Florencia, yo no sé cómo haría para describir lo que significa ella para mí. Ella no sólo es fabulosa, fantástica, sino que además tiene una apertura y una mirada abierta sobre las cosas que a mí nunca deja de sorprenderme. Y vi en estos últimos veintipico de años cómo crió a sus hijos y cómo sembró en ellos lo que yo hoy veo que ellos tienen como capital propio, personal, y me gustaría que todo el mundo fuera así.

—¿Con tus hijos también se te cae la baba?

—Sí, pero para serte absolutamente sincero me pasa como a todos los padres: tenemos motivos para sentirnos orgullosos, preocupaciones, situaciones de incertidumbre, discusiones, peleas. No estás de acuerdo con lo que opinan tus hijos, eso es absolutamente natural y lógico, y se ve en todos lados. Los chicos tienen no sólo un nivel de información que nosotros no teníamos a su edad, sino que además tienen herramientas hoy en día muy veloces de constatación y comprobación de teorías. Hoy las discusiones casi se terminaron. Vos decís una cosa, das una fecha o un nombre y ellos te dicen: "Esperá un segundito, lo googleo", y se terminó la discusión ahí. Hoy te tapan la boca googleándote cualquier cosa.

—¿Te googlean mucho, te han reclamado por lo que aparece publicado?

—A mí me googlean todo el tiempo, porque soy de hacer referencias a cosas que ellos no vivieron. A veces les digo cosas a propósito para que las googleen.

—¿Te tratan de seducir mucho más allá de estar casado?

—No tanto. Me ha ocurrido durante un tiempo, pero hay algo que debe haber cambiado en mí, a lo mejor el instinto de cazador se acalló, se tranquilizó, es como un aroma que se percibe en la atmósfera. Yo tengo una perra que adoramos que se llama Kenia y teníamos un caballo, y cuando ella se acercaba a él por curiosidad él bajaba su cabeza y la olfateaba y ella por las dudas hacía: "Grrr…". La diferencia de tamaño hacía que la situación fuera ridícula. Y Flor me explicaba: "Lo que pasa es que el caballo no es depredador, es depredable. El depredador es el perro, aunque sea un chihuahua. ¿Entendés? El caballo come pasto, y lo sabe". Entonces, él se asustaba cuando ella le gruñía. Y esto pasa un poco en la atmósfera que nos gobierna también a veces.

—¿Si te tenés que poner un puntaje como actor, cuál es?

—Detesto los puntajes porque suelen ser muy injustos. Podría intentar en el mejor de los casos hacer una pormenorizada puntuación de distintos trabajos, creo que no son siempre iguales.

—¿Como marido?

—Soy bastante bueno, en el sentido funcional dentro de lo que es la estructura matrimonial. Soy compañero. Soy bastante ayudante en cosas que normalmente los tipos rehusamos serlo. A lo mejor tengo algunas asignaturas pendientes.

—¿Un 9 te ponemos como marido?

—No, no, 8.90 (risas).

—¿Qué te devuelve la imagen en el espejo hoy?

—Estoy obligado, por cuestiones profesionales, a mirarme demasiado tiempo en el espejo, cosa que me molesta bastante, me gustaría abandonar un poco más, tengo una tendencia al abandono estético que tengo que controlar. Hubo una época en la que dialogaba un poco más con el espejo, ahora no lo necesito tanto, me parece que es más inside. No confío mucho en los reflejos, miro un poco más para adentro. De todos modos, me considero una persona sensible, con grandes intenciones de andar por el camino justo y trato de ser buen tipo, y soy bastante caótico.

Agradecimiento: Paula Balmayor, producción de vestuario, Sofia Diez Maquillaje y Peinado.

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