Silvina Escudero recuerda su fiesta de 15 años: "¡Fue una locura!, se preparó como un casamiento"

La bailarina repasó en exclusiva para Teleshow una noche muy especial, a la que no le faltó nada: en plena celebración... ¡su mejor amigo le declaró su amor con una rosa!

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Hubo comida y más comida en ese salón de dos pisos: abajo bailaban los chicos, arriba conversaban los grandes. Y mientras en la planta baja se servía gaseosa, en el piso superior se despachaba alcohol: más de un adolescente se escabulló escaleras arriba para regresar, triunfante, con una cerveza entre manos. Se dispuso un micro para trasladar a los invitados desde La Horqueta, en San Isidro, a la fiesta en Las Cañitas, y regresar a las 6 de la mañana. Y hasta hubo… ¡policías!
El padre de la quinceañera lo había pensado todo.

Pero ese sábado primaveral de 1998 Silvina Escudero también había decidido algo: no haría el típico y rimbombante ingreso al salón de toda quinceañera, caminando en soledad mientras suena una canción emotiva y la sigue una luz. ¡Nada de eso! Por ese entonces la timidez podía con ella. Y así fue como, en un momento cualquiera, la gran protagonista de la fiesta apareció perdida entre la multitud, conversando con uno, saludando a otro. Pero al fin de esa manera dio comienzo a una celebración que fue, según recuerda la bailarina, "¡una locura!".

De perfil y de espaldas,
De perfil y de espaldas, Silvina bailando, como en toda la noche

"Se preparó cual casamiento, ¡y estuvo buenísima! Fue una fiesta donde bailamos sin parar…", recuerda Escudero, quien al cumplir 15 años (libriana: nació el 27 de septiembre) ya trabajaba como bailarina, coreógrafa y modelo, como también lo hacía Vanina Escudero, su hermana casi dos años mayor. "¡Ella ya era diosa de niña! -se deshace en elogios Silvina-. Bailaba, y era el centro de la pista".

Vanina Escudero, en la fiesta
Vanina Escudero, en la fiesta de Silvina

Pero entre las hermanas Escudero no había competencia. ¿Disputarse un noviecito? ¡Jamás! "En esa época creo que a los chicos les daba igual estar con mi hermana o conmigo. Mientras fuera alguna de las dos hermanas Escudero, no importaba", cuenta la ganadora del Bailando 2009. Más de un jovencito las invitó a salir por separado pero a la misma vez, y "por tonto" se quedó sin nada…

La fiesta se preparó cual casamiento, ¡y estuvo buenísima!

Al cumplir 15 Silvina no tenía novio. Y en su propia fiesta recibió una declaración amorosa contundente. Matías, su mejor amigo, llegó al salón con una rosa roja y una tarjeta con una dedicatoria que sacaba a relucir sus dotes de poeta: "Te amaré hasta el día que un artista pinte el sonido de una lágrima", le escribió.

Su amada lo abrazó para decirle al oído: "¡Te amo!, pero sos mi amigo… No me hagas esto, no rompamos esta amistad". Sucedió eso mismo: después de esa noche dejaron de frecuentarse, y recién a los veinte y pico volvieron a ser amigos. "Fue muy difícil porque yo lo amaba, ¡mal! Pero era amigo, y sentí que me había defraudado enamorándose de mí", confiesa Silvina.

Miro las fotos de mis 15 y físicamente… ¡me veo detonada! ¡¿Cómo tenía levante si era horrible?! ¡Guau! ¿Qué me veían?

Matías no era el pretendiente exclusivo, claro. Al tiempo que una quinceañera avergonzada -¡ay, esa timidez!- bailaba el vals con su papá, los jóvenes se disputaban, entre codazos y empujones, un lugar de honor: quién sería el primero en decirle a Don Escudero "¿Me permite esta pieza, señor?". Y ese fue Matías, ¡quién otro!, porque además de la valentía se caracterizaba por la persistencia.

Repasando junto a Teleshow las fotos de su fiesta, Silvina se sincera: "Físicamente… ¡me veo detonada! -ríe fuerte-. ¡¿Cómo puede ser que tenía levante si era horrible?! ¡Guau! ¿Qué me veían? Estaba horrible… Y tenía 15 años: me veo mejor ahora".

Pero entre todas las imágenes, una muy especial:

Esa señora se llamaba Julia. Era la abuela de Silvina, y algo más: "El amor de mi vida…", confiesa bailarina. "Me veo muy parecida a ella, en todo; en la personalidad, el aspecto. Teníamos un lazo muy fuerte: cuando me rateaba del colegio no me iba de joda, ¡iba a la casa de mi abuela! Y mis amigas la amaban, era un personaje. Cuando hacíamos las previas en casa nos matábamos de la risa con ella. ¡Era una loca linda!".

Quizás de Julia, heredó el amor por los animales. Porque décadas atrás, cuando no era tan común, la mujer rescataba animales de la calle. Como la gata Pupé, la primer mascota de su nieta: dormía en la cuna de Silvina cuando era una bebé de pocas semanas. "Mi abuela hoy no está acá, está arriba; y la llevo tatuada en la espalda junto con mi hermana", se emociona su nieta.

El repaso de sus 15 continúa. Para Silvina el festejo no fue doble ¡sino triple! Porque además de la fiesta conoció Europa junto a su papá, y dos años antes se había sumado al viaje de Vanina. "Pero ella no vino al mío: pobre, salió perdiendo…", hace un mea culpa la hermana menor, quien perdió la timidez uno o dos años después de esa gran celebración.

Teníamos un lazo muy fuerte: cuando me rateaba del colegio no me iba de joda, ¡iba a la casa de mi abuela!

"Ahora veo las fotos y pienso: ¡qué ridículo! Es esa época donde todos los chicos mueren por vos y te traen flores, y vos sos como una princesa y es todo como un cuento… raro. Pero en verdad, creo que desde ahí no paré: mis fiestas de cumpleaños actuales son majestuosas, y reservo teatros y salones, las hago temáticas y con disfraces. ¡Me encantan!".

Todo por aquella noche primaveral con mucha comida, en una fiesta desdoblada en un par de pisos, con baile y más baile, y la abuela Julia, y el mejor amigo que se jugó el corazón en una rosa y una dedicatoria, y los amigos del colegio que se robaban las cervezas… ¡Y hasta con policías!

"Sí, ¡fue increíble!", dice Silvina.
Y sí, sí que lo fue…

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