Ambientada a mediados del siglo XVII presenta a dos jesuitas portugueses que se ven obligados a emprender un viaje hasta Japón para encontrar a su mentor ya que corren rumores de que este ha renunciado a su fe de forma pública, tras haber sido perseguido y torturado. El dúo de peregrinos vivirá en carne propia la violencia con que son recibidos los cristianos en tierras niponas.
Martin Scorsese vuelve a experimentar en un cine de cuestiones teológicas como en su obra de culto La última tentación de Cristo, alejándose de los tópicos de las películas de gangsters y el bajo mundo. Para eso adapta en tres horas de intenso metraje la obra del escritor Shūsaku Endō y coloca a dos jóvenes y talentosos intérpretes en la piel de los misioneros: Andrew Garfield y Adam Driver y al veterano Liam Neeson como el mítico padre Ferreira. Este trío de actores acompañados por un elenco muy sólido, hacen creíbles las atroces situaciones aquí narradas. Secuencias y trama, que pese a pertenecer a una época lejana mantiene una preocupante vigencia: la persecución por creencias religiosas, la intolerancia y el exterminio es moneda corriente en algunos de los lugares más peligrosos del mundo (como Siria o Irak por nombrar algunos)
Técnicamente la cinta es prodigiosa, la fotografía del mexicano Rodrigo Prieto logra momentos de belleza pictórica y el director vuelve a hacer gala de su pericia a la hora del encuadre y el montaje combinando planos inmensos con otros muy cerrados que acentúan el agobio de los protagonistas.
Una cinta épica y dolorosa; en la línea de La Misión (en la que curiosamente aparecía un joven Neeson), un filme en las antípodas del cine de entretenimiento, pero que sin dudas atrapa, cuestiona y conmueve.
Mi calificación: 9 puntos