Entre los años 40 y 50, William Shockley, John Bardeen y Walter Houser Brattain desarrollaron lo que sería la piedra angular de Silicon Valley. Claro que en ese momento no sabían de la importancia de su descubrimiento y mucho menos pudieron anticiparse a la sucesión de eventos que derivaría en la generación del centro de desarrollo tecnológico más importante del mundo.
Mientras trabajaban en los Laboratorios Bell, los investigadores crearon el transistor, un un dispositivo electrónico básico que propició los circuitos integrados y que fue clave, entre otra cosas, en la informática.
Tal fue su relevancia, que se lo considera uno de los inventos más importantes del siglo XX. De hecho, fue gracias a este invento que los padres de esta pequeña criatura obtuvieron el Nobel de Física en 1956.
Ese mismo año, y quizás estimulado por el premio, Shockley decidió abandonar Bell para fundar su propia compañía. Así es que dejó la costa Este para irse a un pequeño pueblo del extremo Oeste: Mountain View, donde inauguró Shockley Semiconductor Laboratory.
Ninguno de sus compañeros de Bell lo quiso acompañar en esa odisea, así que el prestigioso físico se encargó de de buscar estudiantes graduados de la Universidad de Stanford.
Shockley era un investigador brillante pero carecía de habilidades de liderazgo. Solía someter a sus empleados a una batería de exámenes, entre ellos tests psicológicos y de inteligencia.
Cansados de esos malos tratos, ocho empleados decidieron abandonar la compañía y, de la mano del emprendedor Sherman Fairchild, crearon Fairchild Semiconductor.
"Los ocho traidores", tal como los llamó Shockley, fueron Robert Noyce, Julius Blank, Victor Grinich, Jean Hoerni, Eugene Kleiner, Jay Last, Gordon Moore y Sheldon Roberts.
El éxito no se hizo esperar. Fairchild generó el primer circuito integrado o microchip comercialmente viable. Y ya en 1960 ayudó a producir componentes para el programa Apollo.
El grupo estaba liderado por Noyce que en ese entonces tenía 29 años y, según cuentan, era dueño de una mentalidad innovadora y propiciaba un tipo de management cordial y ajeno a las rígidas jerarquías. Quizás la mala experiencia bajo el mando de Shockley le sirvió de aprendizaje. O tal vez se dio cuenta que era más redituable tener un buen trato con los empleados para lograr que fueran más productivos y no abandonaran la incipiente empresa.
En Fairchild, el trato era igualitario y tanto empleados como jefes se reunían a tomar algo en algún bar después del trabajo. La horizontalidad, que luego se hizo parte distintiva de la cultura empresarial en la meca de la innovación, comenzaba a surgir por ese entonces, según se muestra en el documental Silicon Valley.
Otro rasgo distintivo de aquella empresa es que preferían contratar mujeres para ensamblar los chips porque se creía que eran más cuidadosas y prolijas para llevar adelante esas tareas, según dijo el director y editor del documental, Randall MacLowry, en una entrevista mencionada por la revista Forbes.
Con el paso de los años, muchos de los que vieron nacer a la empresa se fueron y armaron sus propios emprendimientos.
Gordon Moore y Robert Noyce, fundaron Intel en 1968. Poco tiempo después, otros ex compañeros siguieron sus pasos y ayudaron a fundar AMD y Nvidia. Así se cimentaba el comienzo de Silicon Valley tal como lo conocemos hoy.
De acuerdo a una investigación de Endeavor Insight, el 70% de un total de 130 empresas de esa región que cotizan en NASDAQ o la Bolsa de Nueva York tienen una conexión con Fairchild y emplean unas 800 mil personas.
LEA MÁS:
Grace Hopper, la mujer que revolucionó el mundo de la computación para siempre
Qué es la computación cuántica y por qué podría cambiar el mundo
Quiénes fueron las misteriosas mujeres detrás del proyecto ENIAC