No está en Ceibas ni en Gualeguaychú ni en ningún otro pueblo de Entre Ríos, provincia donde un camionero dijo haberlo llevado unos kilómetros el 6 de agosto. No es el joven "igual" a él que el 22 de ese mismo mes se subió a la camioneta de una pareja de fueguinos sobre la ruta 40. Ni parece haber sido parte de un "sacrificio mapuche" para pasar a la "clandestinidad". No fue herido por Evaristo Jones, puestero de la estancia de Benetton. No se lo encontró en Chile. No está: hace sesenta y un días -1.464 horas interminables- que Stella Maris Peloso y Enrique Maldonado esperan saber algo de su hijo Santiago, de 28 años.
Ni ella ni él recibieron un llamado consolador del presidente Mauricio Macri, responsable máximo del desempeño de Gendarmería Nacional, principal implicada en el misterio. Ni Stella Maris ni Enrique ni sus otros hijos, especialmente Sergio, panadero artesanal en Bariloche, que se cargó la búsqueda y el reclamo, tienen respuestas concretas sobre lo que pasó el mediodía del 1º de agosto pasado.
Ese día un grupo de gendarmes de los escuadrones de El Bolsón y Esquel entró a la Pu Lof Resistencia Cushamen después de 24 horas de tensión. El 31 de julio los mapuches del Movimiento Autónomo de Puel Mapu, que ocupan ese sector desde marzo de 2015 y reclaman como propia por carácter ancestral la tierra que desde la "Conquista del Desierto" fue propiedad de capitales ingleses y que desde 1991 es del grupo italiano Benetton, habían cortado la ruta 40 hasta que Gendarmería activó el desalojo ordenado por el juez federal de Esquel Guido Otranto.
La fuerza de seguridad nacional se quedó custodiando la Pu Lof desde la ruta. Y cerca de las 11.30 del 1º, tras un nuevo intento de corte (que los mapuches niegan), un grupo de gendarmes, comandado por los jefes Fabián Méndez y Pablo Escola, entró al territorio indígena y corrió con piedras y balas de goma (aunque un policía de Chubut denunció en un rastrillaje haber encontrado cartuchos de proyectiles de plomo) a los manifestantes, quienes cruzaron el río y se escondieron.
Allí estaba Santiago. Había llegado el 31 desde El Bolsón, donde vivía temporalmente. En la feria de artesanos de esa comarca se hizo amigo de muchos mapuches y, por solidaridad con el reclamo por la liberación del lonko Facundo Jones Huala, viajó hasta la Pu Lof y participó del corte. Varios amigos lo identificaron en un video de Gendarmería. La tarde del 1º de agosto, Andrea Millñanco, mujer de Jones Huala, recibió un mensaje en su celular. "Nos falta un 'cumpa', está desaparecido".
Matías Santana, mapuche de 20 años, declaró ante el juez Otranto que él vio con sus binoculares, desde el otro lado del río Chubut, cómo Gendarmería se llevaba un bulto que él estaba seguro que era Santiago. Vio la campera celeste que era suya y que le había prestado a Maldonado, explicó. Observó cómo pasaban el bulto de un vehículo a otro.
Santana fue cuestionado por su declaración y porque dijo que perdió sus binoculares. Una escucha telefónica de los gendarmes reveló semanas después que ese aparato estaría en poder de la fuerza de seguridad.
Como consecuencia de este hecho se abrieron dos causas: un habeas corpus para dar con su paradero y otra para investigar su desaparición y encontrar a los responsables, caratulada como "desaparición forzada". Ambas cayeron en el juez federal de Esquel, Guido Otranto, el mismo que había ordenado el desalojo de la ruta 40 el 31 de julio.
A Otranto nunca se lo vio cómodo con la investigación. Ordenó rastrillajes parciales. Tardó días en peritar las camionetas de Gendarmería que participaron del operativo (las cuales dieron negativo en el cotejo de ADN pero también fueron lavadas, como denunció el Defensor Oficial Federal de Esquel, Fernando Machado). Y finalmente habló de más: en una entrevista dijo que para él era probable que Maldonado se hubiera ahogado en el río Chubut. Pareció buscar que lo recusaran. Y así pasó.
Entonces, la que se ahogó fue la investigación. Tras 50 días de naufragio investigativo, la Cámara de Apelaciones de Comodoro Rivadavia le sacó el caso a Otranto y se lo dio al juez federal de Rawson, Guillermo Gustavo Lleral, quien abrió el expediente hace apenas unos días.
El magistrado pidió paciencia y sensibilidad. "Estamos buscando a un ser humano", fue de lo poco que declaró públicamente. Enseguida se diferenció de su antecesor y del Presidente de la Nación: lo primero que hizo al asumir el comando de la causa fue llamar a la mamá y al hermano de Santiago. Y les aclaró algo que parece obvio, que él quiere encontrar a Santiago.
Lleral recibió en sus primeras horas en Esquel escritos de las partes con medidas de pruebas e hipótesis. Nada cambió en esencia. La sospecha está, sobre todo, en lo que hizo Gendarmería Nacional. Específicamente, en un número indeterminado de gendarmes que entraron a la Pu Lof y corrió a los manifestantes del Movimiento Autónomo de Puel Mapu hasta el río.
El subalférez Emmanuel Echazú está en el ojo de la tormenta. Fotos incorporadas al expediente lo muestran en el momento que vuelve de la orilla del río, con un arma en su mano derecha. Está herido. Tiene golpes y sangre en su rostro.
El soldado dijo que lo hirió un piedrazo en la ruta. Pero para los investigadores resulta una versión extraña. Cómo con semejantes heridas (una doble fractura del maxila) tuvo el coraje de recorrer 400 metros desde la tranquera de la Pu Lof hasta el río Chubut es un misterio. Algunos creen que la herida la sufrió en la orilla. ¿Habrá peleado cuerpo a cuerpo con Maldonado?
De momento, Echazú no declaró ante Otranto. Está de licencia, como otros cinco gendarmes de su escuadrón que entraron a la Pu Lof y llegaron hasta el río. Tal como reveló Infobae, estos agentes de la fuerza se pidieron licencia llamativamente 24 o 48 horas después del operativo.
El corazón de la verdad parece estar en la ayuda de la tecnología. Las pericias a los teléfonos de unos 70 gendarmes, realizada por Policía Federal, podría darle a Lleral nuevos indicios. Una investigación sobre las computadoras de los escuadrones de Esquel y El Bolsón sigue pendiente. Allí, según estiman las querellas, podría haber fotos, cruces de mails y videos que agreguen nueva información. Hay incógnita sobre qué movimientos hicieron las camionetas y camiones de Gendarmería después del operativo del 1º, especialmente en la que iba Echazú. Por eso, las partes pedirán a Lleral que determine cuáles fueron los caminos que cada una tomó y los horarios.
También se mantiene el misterio sobre quién atendió el teléfono de Santiago durante 23 segundos el 2 de agosto. Según el ingeniero Ariel Garbarz, perito propuesto por la Comisión Provincial de la Memoria, que es querellante en una de las causas, la celda de ese aparato se habría activado en cerca de Esquel.
En las últimas horas Lleral recibió escritos de cada una de las partes con pedidos de medidas e hipótesis. Por ahora, el nuevo juez no ordenó ningún movimiento. Se dedicó a leer las más de 2.000 fojas que le dan volumen a un expediente que tiene un peso específico (y simbólico) descomunal. ¿Pudo haberse ahogado en el río? A esta altura resulta improbable. Hubo rastrillajes durante todo agosto y no se hallaron rastros. "El río ya lo hubiera devuelto", explicó un mapuche de la Pu Lof a Infobae.
¿Quiénes serán los que saben qué pasó y dónde está Santiago? ¿Cuántos guardarán ese secreto? ¿Cómo correrá la sangre por sus venas? ¿Estarán nerviosos? ¿Pensarán en sus hijos o en sus madres? ¿Tendrán miedo?
Todos los caminos del misterio conducen al rol de Gendarmería. "La investigación anterior fue absolutamente preconducida hacia la nada, hubo medidas zigzagueantes e incoherentes, ahora tengo expectativas que con Lleral le ponga un poco de razonabilidad", le comentó a este medio uno de los abogados querellantes, que prefirió no revelar su identidad para no condicionar el trabajo del nuevo magistrado.
El desafío de Lleral es recuperar el tiempo perdido. Encontrar una grieta de luz que responda e ilumine la pregunta que miles de personas harán de manera colectiva este domingo en Plaza de Mayo y otros puntos del país: ¿Dónde está Santiago Maldonado?