Cuarenta y cinco días después de la desaparición de Santiago Maldonado, ocurrida el 1º de agosto pasado, una foto que integra el expediente y a la que tuvo acceso exclusivo Infobae, muestra que, fuera de todo protocolo de seguridad, Gendarmería usó piedras y hasta hachas en el operativo llevado a cabo ese día sobre la Ruta 40 y dentro de la Pu Lof en Resistencia de Cushamen.
La imagen, una captura de video, fue tomada por una gendarme a las 11:22 de ese día. Se ve a un agente no identificado con las manos detrás de su cuerpo: sostiene un manojo de piedras. A su derecha, otro oficial, con chaleco antibalas puesto, carga en su mano derecha un hacha. Junto a otros compañeros, están sobre la Ruta 40. Fue 12 minutos antes de que unos 40 gendarmes ingresaran al territorio mapuche en el principio de un enfrentamiento que terminó con la desaparición de Maldonado.
Algunos de esos gendarmes persiguieron a los manifestantes, que habían intentado cortar la ruta por segundo día consecutivo, y llegaron al río Chubut, donde los mapuches cruzaron a nado o sobre caballos con el fin de no ser alcanzados por la fuerza nacional.
El soldado Neri Armando Robledo contó días atrás a funcionarios del Ministerio de Seguridad nacional que efectivamente le dio un piedrazo a uno de los "encapuchados". Conocida esa declaración, se pensó que algunos de los ocho gendarmes que habrían llegado a la orilla fueron los que lanzaron piedras. La foto publicada en esta nota demuestra que no: antes ya lo habían hecho, o al menos intentado.
La actitud expone un operativo descontrolado. Tirar piedras o portar hachas o usar cualquier arma no oficial no está contemplado en el protocolo para manifestaciones públicas del Ministerio de Seguridad, activo desde febrero de 2016, ni en el del gobierno anterior, firmado mayo de 2011.
Este documento fue creado para regular la actuación de los cuerpos policiales y fuerzas de seguridad federales y provinciales en manifestaciones públicas, cuya prioridad es preservar "la vida, la libertad, la integridad física" de todos los involucrados. Además establece que el uso de la fuerza "debe limitarse siempre al mínimo posible", como respuesta para superar la resistencia de quienes cometan el delito de acción pública y "ante situaciones de legítima defensa" y con el uso "mínimo y racional de la fuerza y armas no letales".
"Ningún compañero manifestó haber recibido un piedrazo. Pero nos corrieron con piedras y balas hasta que cruzamos el río", comentó a Infobae el mapuche Matías Santana, de 20 años, quien testificó ante el juez federal Guido Otranto haber visto cómo un gendarme le gritaba a Maldonado "quedate quieto" y que minutos más tarde vio cómo movían "un bulto" celeste, que era su campera, la que le había prestado ese día al joven desaparecido.
En su testimonial interna ante un funcionario nacional, Robledo contó, según publicó La Nación, que agredió cuando "uno de los individuos encapuchados le arrojó una piedra que impactó en su rodilla", y que "en defensa personal" tomó una roca "pequeña" y la lanzó cuando los manifestantes estaban nadando en el río. También relató que el impacto fue en la "espalda".
El protocolo trabaja sobre lo que está permitido. Las fuerzas federales no pueden usar armas no provistas ni pueden agredir con materiales "externos". Los elementos provistos son de legítima defensa, aun una pistola o un rifle, y cualquier arma que no sea de legítima defensa, no están permitidos. La piedra y el hacha son armas de agresión.
A los grupos especiales de las fuerzas federales dedicadas a operar en manifestaciones se les enseña a aguantar lo que les tiren, incluidas las piedras. Les explican que aunque la agresión les moleste, deben quedarse "duros" y no responder. Puede ser física o hiriente desde lo moral (un insulto) o hasta un escupitajo. El lineamiento es no reaccionar, y en todo caso, esa reacción no puede ser individual. Debe estar consentida y ordenada por los superiores, lo que deja la duda sobre si los gendarmes pudieron realmente actuar "sueltos".
Walter Ruíz Díaz y César Peralta, cocineros de Gendarmería, declararon ante Otranto y la fiscal Silvina Avila que escucharon a un compañero (no dijeron que fue Robledo) contar que le había pegado un piedrazo a un "encapuchado". Al otro día, otros compañeros dijeron que no sabían nada de que hubieran tirado piedrazos.
En otra foto incluida en el expediente, y a la que tuvo acceso Infobae, se ve al subalférez Emmanuel Echazú. Está tomada a las 11:40 y el gendarme camina desde la orilla del río, con una escopeta en la mano. A esa altura ya había sufrido la fractura de su mandíbula. Si bien el agente declaró en la testimonial interna (se presentará el sábado en el despacho de Otranto) que fue herido en la Ruta 40, a la querella le resulta improbable que haya llegado en esas condiciones hasta el Chubut, ubicado a unos 500 metros del camino donde comenzó todo. Echazú dijo en su declaración interna que tras ser lesionado esperó unos segundos para ver cómo se encontraba y salió hacia el río. Si en cambio pudo haber existido un enfrentamiento cuerpo a cuerpo con un manifestante, deberá resolverlo la investigación.
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