¿Cuántas formas de violencia existen? ¿Cuántas variantes caben dentro de una historia familiar? Violencia física, sexual, psicológica, incluso económica: ¿en qué se transforma un hogar cuando lo que domina la cotidianidad es el abuso de la fuerza? Una de las formas puede ser el horror. La madrugada del 16 de septiembre de 2014, en una casa humilde de la ciudad bonaerense de Azul, Cristina Santillán agarró un hacha y la incrustó dos veces en la cabeza a su marido, Ricardo Orlando Hernández.
Fueron dos golpes que marcaron el final de una historia condicionada mucho menos por el amor que por la sordidez. Santillán y Hernández estuvieron juntos 38 años. Tuvieron tres hijos. Pero su relación fue una degradación permanente desde el primer día hasta llegar a lo inimaginable: meses después de recibir los hachazos, el hombre, que había sido dado de alta y estaba hospedado en un hogar de ancianos, murió.
Santillán (58) quedó presa por el hecho. Casi tres años más tarde, el 25 de agosto próximo, la mujer se enfrentará al veredicto de un jurado popular que, durante cuatro días de juicio, desde el martes 22, deberá definir si es una asesina y merece condena a prisión perpetua (como sostiene la fiscalía) o si, víctima de décadas de violencia machista, actuó en legítima defensa.
Cristina consume la espera al juicio en su casa de Azul junto a su hija María de los Angeles, de 28 años. No está libre, sus días transcurren en el encierro doméstico. Tras pasar un año en cárcel común la Justicia le concedió la prisión domiciliaria. Allí sólo habla con sus amigas y su abogado y algunas integrantes de un colectivo feminista que reclama su inocencia. Cuando Hernández murió, ella pasó de ser acusada por el delito de "lesiones graves" al de "homicidio agravado por el vínculo". La fiscal de la causa, Laura Margaretic, cree el crimen no fue consecuencia de los padecimientos que, dice Cristina, sufrió durante casi cuatro décadas.
Humillación, golpes, insultos, abusos sexuales. En el entorno de Santillán describen la relación como un infierno dantesco. Su marido la penetraba cuando ella no quería, se paseaba con otras mujeres por la ciudad, le robaba el sueldo que cobraba como enfermera de un hospital local, la hacía levantar de madrugada para que le cocinace. Se iba a de vacaciones y la dejaba en la casa.
"Nos contó su historia, después hablamos con sus hermanos, con la hija, que vive con ella, y así fuimos recomponiendo su historia de violencia de género dramática. Con un bagaje cultural de mucho peso porque es una mujer creyente, trabajadora, criada por un padre con fuerte presencia, lo que hizo que ella crezca con un respeto profundo a la familia y a la dominación masculina", contó a Infobae Luz Ramallo, integrante de la Asamblea de Mujeres en Lucha de Azul (AMLA).
"Golpes", "empujones" y "eventualmente alguna paliza" era de lo más común en la casa que compartía el matrimonio. De la madrugada de los hachazos Santillán tiene recuerdos borrosos. No tiene claro cómo fue hasta el depósito de las herramientas de la casa y agarró el hacha y tampoco el momento en que decidió golpear a su marido. "Ella está en un proceso disociativo, en el momento del hecho estaba con una licencia psiquiátrica en su trabajo, consecuencia de todos los padecimientos que vivía", contó a Infobae su abogado, Diego Fernández, de la defensoría oficial de Azul.
Hernández, que trabajaba como empleado público del gobierno bonaerense en una dependencia del ministerio de Transporte, quedó con lesiones muy severas. Cuando le dieron el alta pasó a un geriátrico, donde no tenía asistencia médica, y luego a otro, donde murió por un cuadro de infección masiva.
Las historias sobre la violencia que el hombre ejercía sobre su esposa desde que se conocieron, cuando ella tenía apenas 16 años, son estremecedoras. Cristina se crió en un entorno de abuso. "Pegame pero no en la cara", cuentan que le decía a su marido. Aceptaba la sumisión, pero no quería quedar expuesta en el trabajo. "Pedía comida diferente a la de la familia: él exigía bifes con ensalada y el resto comía fideos. Hacía su vida, vivía ahí porque era cómodo, ella estaba sometida a él, dormía encerrado con llave y la dejaba afuera, entonces Cristina se tiraba un colchón en el living", contó Fernández, que asumió la defensa cuando el abogado particular original fue corrido. Una fuente judicial de Azul que tuvo acceso a la causa desde el principio le dijo a este medio que aquel primer defensor jamás planteó la violencia en las pruebas. Eso podría jugarle en contra durante el juicio.
Quizá por eso, la fiscal Margaretic apuntará en las audiencias a que todo el relato que repite el entorno de la acusada es una estrategia de la defensa. "Hasta 2015, que la causa se elevó a juicio, nunca surgió el tema de que ella era víctima de violencia de género. En principio ella lo ataca donde él estaba durmiendo y lo estuvo preparando. La mujer no declaró que sufría violencia, no hay denuncias previas", comentó una fuente del caso, quien además agregó que Hernández la había denunciado a ella en 2013 por agresiones e incluso había pedido restricción de acercamiento.
La hipótesis de Margaretic está centrada en la presunta obsesión que Santillán tenía con su marido, a pesar de que estaban separados de hecho. "Hernández tenía otra mujer, pero ella no lo podía largar. No compartían habitación pero ella no podía aceptar el divorcio y estaba obsesionada. Si no lo mató con los hachazos fue de milagro", contó la fuente. Según Santillán, la denuncia que hizo el hombre sobre ella fue parte de la violencia. "Yo no lo podía creer", comentó ante los peritos psiquiátricos de la causa.
En uno de esos informes periciales, Santillán identificó "el principio" de la violencia en 2008, cuando Hernández andaba con otra mujer ya que eso "lo volvió loco". Pero a medida que transcurrió la entrevista ella empezó a relatar epiosodios atroces desde el inicio de la relación. Los primeros nueve años de matrimonio (entre 1977 y 1986) vivieron en la casa de la madre de Hernández, donde ella fue víctima de violencia verbal de parte de toda la familia de su marido: "Yo tenía que cocinar para todos, me duele mucho acordarme de lo que me decían…". Desde ese momento, según lo que contó la mujer, nunca más se detuvo.
Ante el psiquiatra, ya presa, Cristina describió las formas de violencia a las que era sometida: "Orlando era muy autoritario, era de golpearme. Yo me aguantaba, siempre me aguanté para que los chicos no oyeran, yo obedecía para que los vecinos no escucharan".
Según Santillán, su marido también fue violento con su hija, e incluso llegó a decirle a Cristina que los tres hijos no eran de él. Cuando la mujer recibía su salario como enfermera del hospital municipal de Azul, él agarraba el dinero y lo administraba a su antojo: "Las vacaciones para nosotros era un día o dos, del 2006 no fuimos más, a María y a mi nos tenía unificadas, me dijo 'les hago la cruz, no las llevo más a ninguna parte'. Un día nos llevó pero mi sueldo no daba para pagar un día más de hotel para María y para mi, y nos tuvimos que volver. El viajaba mucho y se pagaba lo mejor".
Cristina recordó una tarde de "2013 ó 2014", después de la denuncia que él le hizo, cuando su marido la arrastró por el suelo de la casa y la golpeó delante de sus hijos. "Me cazó de los pelos, me golpeó y me gritó 'si yo quiero te mato, porque ya te tengo denunciada, pero no lo hago porque tus hijos no me van a perdonar'". Los relatos de ese estilo abundan. Santillán contó que Hernández le "voló" el perno de una muela de un golpe, que otra vez le bajó cuatro dientes, pero ella escondía todo para que no sufrieran sus hijos.
Las posturas están planteadas de manera antagónica. ¿Culpable o inocente? "La fiscalía sostiene que ella era una mujer agresiva, que ella lo mató porque él le pidió el divorcio", comentó a este medio el abogado de la acusada, quien pedirá a los jurados que no miren "la foto del hecho" sino el contexto. "Este hombre se fue y volvió de la casa muchas veces. Estaba en situación de absoluto poder y jugaba con eso. Ella vivía con un temor permanente a no saber cuándo la iba a ligar", remarcó Fernández.
Durante el juicio, los 12 jurados escucharán no sólo a las partes. También darán su opinión los testigos de la relación: compañeros de trabajo del hombre y la mujer, parientes, peritos de cada parte y también los tres hijos del matrimonio.Quizás, hable la propia Cristina. Los ciudadanos decidirán en base a las pruebas si Santillán es una asesina, como sostiene la fiscal del caso. O si no es culpable, por considerar la violencia de género que sufrió como un motivo desencadenante en la muerte del hombre. Para el abogado de Cristina, el hecho es claro: "Al matar a Hernández, ella evitó su propio femicidio".