Esta tarde, en la casa familiar de dos plantas sobre la calle Lacroze en Moreno, los hermanos y primos de Nicolás Matías Rivera se sentaron al borde del camino de tierra esperando saber, básicamente, dónde estaría su tumba. Los padres de Nicolás habían ido después del mediodía a una cochería local: la Justicia, con la fiscal Luisa Pontecorvo a cargo de investigar el hecho, les había entregado el cuerpo de Nicolás, según confirmaron familiares directos. "No sabemos cuál va a ser el cementerio", dijo un tío del joven. El velatorio, según este tío, no sería en otro lugar que la casa misma.
Nicolás, de 20 años, empleado desde el año pasado en una fábrica de cerraduras y herrajes, había dejado su casa la noche anterior para ir a la fiesta clandestina Proyecto XXX en el barrio Las Catonas sobre la ruta 23, a unas 15 cuadras de su domicilio. Recibió un tiro en el pecho para luego morir en el hospital local: un primo suyo que había asistido a la fiesta junto a él declaró, según fuentes policiales, que Nicolás recibió el disparo a 200 metros de la fiesta tras salir corriendo ante los primeros disturbios, que entre el tumulto no pudo identificar a su agresor. Otros dos chicos recibieron graves heridas de arma blanca.
Proyecto XXX, hecha en una vieja casa quinta frente a la ruta que pertenece a Celina, una mujer de 70 años diabética y en silla de ruedas, con la excusa de festejar el Día de la Primavera llegó a tener 500 chicos en un punto. Organizada por tres chicos locales, Hugo Gómez, Ezequiel Ríos y Solange Muñoz, su entrada valía valor de 40 pesos: llevar alcohol era un requisito general.
Las zanjas alrededor de la casa quinta sobre la ruta 23, llenas de botellas vacías y rotas, dejan esto en evidencia. Los tetrabriks de vino tinto y las botellas de plástico vacías todavía están por doquier en la casa, sobre el pasto de la propiedad, en la pileta llena de agua podrida con un viejo trampolín. Cerca del quincho, donde el DJ había ubicado su cabina y donde aparentemente habría estallado el conflicto, la Policía Bonaerense trazó al menos tres círculos de tiza alrededor de otro tipo de desperdicio: se encontraron al menos tres casquillos de bala que serán peritados.
Una mujer policía tuvo que pasar la tarde junto a Celina, la dueña de la casaquinta: la riña masiva que devino en tragedia impactó fuertemente en su salud y la postró en su cama. Detrás de la casaquinta hay otra pequeña casa, apenas separada del resto de la propiedad por un alambre bajo. "Me lo hicieron mierda en el tumulto cuando se pudrió todo", dice un joven que alquila esa casa y que vive allí con sus dos hijos. No solo eso: los chicos que intentaban huir de la balacera derribaron un portón lateral para abrirse paso.
El joven asegura que los organizadores habían pagado el lugar con cuatro mil pesos horas antes de que comience la fiesta, que fue Ezequiel Ríos se habría encargado del trámite. "Hasta ayudé al DJ a armar el sonido. Se suelen hacer fiestas acá, pero tranquilas. La dueña lo alquila para cumpleaños, para asados. A la señora le dijeron que era para un cumple. Esta es la primera vez que pasa algo así", afirma el inquilino con su bebé en brazos. Las balas lo despertaron a mitad de la noche. Otro chico en la cuadra asegura: "Yo escuché dos tiros". Una vecina que vive junto a la casaquinta tuvo que ver cómo una gran cantidad de adolescentes saltaban su pared. "Me golpearon la puerta para entrar y refugiarse, estaban aterrorizados", asegura. La misma vecina indica: "Ya hubo quilombo acá. Me llegaron unos cuantos ladrillazos en el último Día del Amigo".
La confusión no terminó en la fiesta misma. Un joven local, llamado Nicolás Rivero tal como la víctima fatal de la Proyecto XXX, de 19 años, tuvo que ver su cara en los medios que lo presentaban como el chico asesinado. Se acercó a la puerta de la casaquinta frente a todas las cámaras de televisión para dar prueba de vida. "Me despertó mi vieja y me dijo que me estaban dando por muerto. De acá me fui a las 2 de la mañana antes de que empiece el quilombo. Supuestamente cobraban, pero no pagué nada. Traje una botella, un Frizzé, porque lo pedían desde el vamos. Me enteré por Facebook, como todo el mundo. No vi armas, no vi fierros, no vi cuchillos, nada. Yo vine a disfrutar", apunta Rivero.
Walter Festa, intendente de Moreno, reconoció esta tarde que "hay cosas que se le escapan" mientras le pedía ayuda a las autoridades provinciales. El personal del área municipal de Inspección de Comercio solo pudo calzar una faja de clausura en el lugar tras ser alertado por la situación: el disturbio los había desbordado.
¿Qué desencadenó la tragedia? "Pelea entre grupos barriales", fue la primera hipótesis policial. Varios chicos apuntaron que una banda de jóvenes de Las Catonas fue a pelear con otra pandilla de una localidad vecina. Otros aseguraron que hubo un intento de robo masivo. La Policía Bonaerense, mientras tanto, no tenía una hipótesis firme. "Fue una fiesta que se desmadró por el alcohol", asegura un alto jefe. A la media tarde, encontrar a los organizadores era prioridad para los detectives del caso: uno de ellos declaró, para luego quedar libre.