Este lunes por la mañana en la sala de audiencias B de Comodoro Py ante el Tribunal Oral Criminal Nº 2, integrado por los jueces Tassara, Uriburu y Gorini, los hermanos Lorenzo y Arnaldo Cubilla González, junto con otros nueve imputados, recibieron de parte de la fiscal general Gabriela Baigún un pedido severo: 13 y 12 años de cárcel para ambos respectivamente. El delito: ser las cabezas de una organización narco encargada de transportar 3.113 kilos de marihuana incautada en junio de 2014 en la autopista Rosario-Santa Fe tras una investigación del juez Luis Rodríguez y el fiscal Ramiro González que duró más de seis meses.
Hubo algo de ingenio y timing político. Los más de 3.500 panes de droga prensada venían ocultos en la caja térmica de un camión que, curiosamente, estaba ploteado en su vidrio delantero con el logo del Ministerio de Desarrollo Social. Hubo balas desde un auto de apoyo, con miembros de la banda que se fugaron. La droga tenía un destino de relevo: un hangar en el Aeródromo de Salto, donde un piloto de fumigaciones local, Adolfo Osmar Gedda, presuntamente los esperaba para recibir la marihuana y luego continuar el traslado por avión.
La fiscal Baigún razonó en su alegato que el lote alcanzaba para producir más de 58 millones de dosis, más dosis que habitantes de la Argentina, con un valor de mercado callejero de 37 millones de pesos. En sí, Lorenzo y Arnaldo fueron muy distintos a otros extranjeros convertidos en capos narco de las villas porteñas, presuntos colegas más sangrientos que ellos como "Ruti" Mariños o César Morán. Estaban cortados con otra tijera.
Los Cubilla, hoy de 34 y 27 años, habían llegado con virtualmente nada a su nombre desde la zona de San Pedro del Paraná, a 360 kilómetros de la capital paraguaya, donde trabajaban en plantaciones frutales para instalarse hace casi 15 años en la villa Zavaleta en Barracas, signada, precisamente, por las balaceras de traficantes principalmente paraguayos que convirtieron al asentamiento en el lugar con mayor cantidad de homicidios en todo Capital según datos del Consejo de la Magistratura.
En la Zavaleta, desde una casilla en la esquina de Iriarte y Luna, los Cubilla hicieron su fortuna. Y al contrario de otros capos, no se dedicaron a vivir ocultos entre paredes sin revoque, sino a vivir más que bien. Cuando cayeron, la Justicia les incautó a los Cubilla cinco autos de alta gama, más de 600 mil pesos y casi 30 mil dólares, lo que motivó una investigación y una denuncia paralela de la PROCELAC, que hoy tramita en la Justicia Federal.
Los hermanos tenían estilos distintos. Lorenzo, que visitaba la Argentina esporádicamente y controlaba las operaciones desde Paraguay, era el más agresivo en términos de negociación. Su hermano menor, quizá más dócil, amenazó varias veces con irse del negocio; la respuesta era fustigarlo hasta que cambie de opinión. Y Lorenzo fue el más ambicioso; se convirtió eventualmente en el presidente del club Sportivo de San Pedro de Paraná, de la liga Tecubiray; Arnaldo dejó la villa para mudarse a un cómodo tres ambientes en Almagro. Se movía en un Volkswagen Fox para no llamar demasiado la atención pese a su uso constante de ropa de marca y se puso de novio con Raquel P., rubia, exuberante, unos cuántos centímetros más alta que él.
Raquel trabajaba como promotora y modelo en boliches: realizó desfiles para la agencia de Mario Marinho, a la cual perteneció también Daiana Antivero, la llamada "narcomodelo" que fue a juicio en 2013 acusada de integrar junto a su novio una banda dedicada a traficar cocaína a Europa. También tenía un tercer oficio: manicuría. Llegó a oídos de la Policía Metropolitana que Raquel trabajaba en una peluquería en Las Cañitas, sobre la calle Migueletes. Una agente encubierta la visitó y le pidió su número de celular para un turno privado de uñas. Pezoa cayó: su teléfono dio pie a la intervención de 25 líneas durante más de 6700 horas, con un intérprete de guaraní. Raquel no estuvo esta mañana en la audiencia en la sala B, mientras la fiscal Baigún pedía una dura pena para Arnaldo.
Hubo otro jugador llamativo durante la causa: el piloto Gedda. A Baigún, a la hora de pedirle la pena le llamó la atención su patrimonio: dos inmuebles y dos autos. También, la larga cantidad de escuchas que lo comprometen, no solo directamente con Lorenzo, sino también con otro paraguayo que no pudo ser individualizado y que sería superior a los Cubilla en la jerarquía narco. También se sospecha que los Cubilla le habrían intentado comprar a Gedda un avión. Para el piloto, la fiscal Baigún pidió nueve años de cárcel.
Baigún finalizó su alegato con una afirmación algo inquietante, un hallazgo que le elevó a la cabeza del Ministerio Público, Alejandra Gils Carbó. Tras sus averiguaciones, afirmó Baigún, no hay control alguno sobre los vuelos que despegan desde los cientos de aeródromos civiles en todo el país como el de Salto, donde, según la Justicia, iba a depositarse la supuesta droga de los Cubilla. El único organismo que rige sobre ellos, la Administración Nacional de Aviación Civil, dijo Baigún ante el TOC Nº 2, no los inspecciona. El único registro, aseguró la fiscal, está en los cuadernos privados de los pilotos.