Juan David Nasio: "Una pareja debe tener sexo al menos dos veces por semana"

El eminente psicoanalista estuvo en Infobae y aseguró: "Dime cómo amas y cómo eres amado y te diré si serás depresivo"

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Gabriel Rolón, conocido y respetado psicoanalista argentino, es el encargado de prologar su libro y no duda cuando lo define: "Él, Nasio, es el psicoanálisis. No hay dudas". Tiene cinco doctorados honoris causa repartidos por todo el mundo. Francia, su patria de adopción, lo distinguió con el título de Caballero de la Legión de Honor, y su pago natal, Rosario, como ciudadano ilustre.

Juan David Nasio, psicoanalista y psiquiatra, es una eminencia en el campo de la medicina y de la psicología. Su enorme sucesión de diplomas comenzó, nada menos, tras ser elegido por Jacques Lacan como su discípulo y traductor. Está de visita en Buenos Aires presentando su libro Sí, el psicoanálisis cura, una suerte de tratado de enorme rigor científico pero de escritura al alcance de cualquiera, basado en más de 50 años de experiencia. Leyéndolo, luce esencialmente como una proclama de reivindicación de su oficio, tan criticado desde las neurociencias, el coaching o el counseling. "El psicoanálisis no es una experiencia intelectual", le dice a Infobae y agrega enseguida: "Es una terapia para ayudar y aliviar al que sufre".

En una extensa entrevista, Nasio sostiene que las parejas abiertas están destinadas al fracaso, que dos personas que se aman "deben además tener sexo dos veces por semana, por lo menos",  afirma que "viendo cómo ama o es amado alguien se puede saber si caerá en depresión" y que el que acude al psicoanálisis llama a su terapeuta desde el sufrimiento.

Cálido, con fino sentido del humor, de enorme capacidad de persuasión cuando habla y de envidiable capacidad de observación, Juan David Nasio conversó con Infobae.

En nuestro anterior encuentro usted me dijo que su próximo libro se llamaría "Sí, el psicoanálisis cura". ¿Por qué sintió la necesidad de escribirlo?

— Por dos razones. Primero, porque hay muchos pacientes que me escriben después de haber terminado diciéndome muchas gracias doctor, mi hijo nació. Muchas gracias, usted salvó a mi familia. Muchas gracias. Es decir, recibo muchos agradecimientos, reconocimientos. Y al mismo tiempo escucho: el psicoanálisis se terminó, el psicoanálisis no es bueno para la depresión, el psicoanálisis no es bueno para la fobia, el psicoanálisis no es bueno para esto y para lo otro. Hay un contraste entre lo que escucho, lo que se dice, y al mismo tiempo la experiencia que he tenido. Entonces quise dar ejemplos concretos de pacientes que andan y tratar de explicar por qué, cómo funciona un análisis para que el análisis sea terapéutico.

— Usted cuenta en su libro cuáles son las etapas y, muy específicamente, desde la misma escucha y qué tipo de escuchas se realizan hasta la interpretación de lo que ha escuchado.

— Así es. Para mí escuchar empieza observando, yo lo observo. Por ejemplo, observo cómo está usted, que está con saco, que está sin saco, que está contento, observo la barba. Ya para mí una escucha comienza con la observación. Luego la segunda etapa es la comprensión, trato de comprender lo que el paciente me dice. Y la tercera, que es la más importante, el proceso es observación, comprensión y el punto culminante es estar concentrado y sentir al paciente dentro de uno. Y para estar concentrado me olvido de mí mismo. Es un momento, estar muy concentrado quiere decir estar muy receptivo y olvidarse uno mismo para poder entrar en el otro y que el otro entre en mí. Si yo logro este momento con mi paciente, ahí estoy seguro de que vamos hacia el alivio de los síntomas. Por supuesto, ya aclaro rápidamente, que uno no puede lograrlo con todos los pacientes.

— Usted cree que no es casual mirar la cartera de un paciente, por ejemplo. ¿Cree que puede ser un signo que el propio paciente ha dejado abierto para que usted vea?

— Sí, a veces los pacientes saben, porque ya me conocen que soy muy observador. Y a veces traen la cartera y digo y qué tiene ahí, porque la deja abierta. Entonces a veces ha habido pacientes que vienen, la dejan abierta a propósito esperando que yo haga una observación o un comentario, cosa que no hago.

La observación es un don que tienen todos, usted, yo, el oyente, el telespectador, todos tienen un don de observar, todos sabemos observar. El terapeuta tiene que hacer de ese don una cualidad, una virtud profesional. Yo aconsejo a los terapeutas jóvenes a practicar la observación. Por ejemplo sentarse en el metro, en el subte, y estar mirando a la persona sin decir nada, inclusive uno puede mirar al costado diciendo esta señora está sola, está con el perro, va a llegar a su casa, va a tener un perro, y en realidad va a estar esto, y me cuento una historia. Tenemos que aprender a contarnos una historia. Es un ejercicio mental.

— El paciente como condición sine qua non para el psicoanálisis debe estar sufriendo.

— Para mí, Sí. Quiero decir con esto que yo quisiera ayudar a cambiar esta idea, y pido a usted que me ayude, les pido a todos que me ayuden a decir que por favor, el psicoanálisis no es una aventura intelectual, no quiero que sea una aventura intelectual. Cuando uno está en el consultorio y recibe la cantidad de gente que yo recibo con sufrimientos, con problemas con los hijos, con los padres, con él mismo, con un mundo de sufrimiento, yo digo esto no es una aventura intelectual, esta gente está acá porque quiere alguien que pueda ayudarlas. El psicoanálisis de Freud era una teoría, una doctrina, un método de investigación y una terapéutica, yo le doy prioridad a la terapéutica. Yo quiero que el psicoanálisis sea útil, quiero yo ser útil. Cuando viene un paciente y me viene a consultar porque tiene problemas de TOC, de trastornos obsesionales compulsivos, yo quiero ser útil, quiero que cuando se vaya, se vaya mejor que cuando vino. De esto Lacan, puesto que hablamos de él, hubiera dicho que el analista está en objeto pequeño A; objeto pequeño A quiere decir que es el kleenex, es el objeto que uno tira. Yo quiero ser, pero lo digo de una manera, el objeto que sirve al otro para que el otro se mejore. Ese es mi oficio.

— ¿El oficio del psicoanálisis es de a dos, uno que conduce y el otro sigue? ¿Es de paridad?

— La imagen que yo tengo es: el paciente, vamos los dos caminando en un sendero. Él va caminando adelante y yo voy caminando un poquito atrás y a la izquierda, o a la derecha si usted quiere. Entonces él va adelante y yo lo sigo. Y aclaro, y le digo cosas que yo siento en mí y que son de él.

Acá viene un problema que muchos van a decir espere, espere. ¿Cómo? ¿Usted dice que usted siente en usted lo que siente él? ¿Y quién le dice que lo que usted siente es realmente lo de él? Hay varios índices que nos permiten saber que cuando estamos con un paciente lo que sentimos está ligado a él y no es una cosa nuestra personal. Hay que estar muy concentrado, muy entregado a él, muy al interior de él y que él esté al interior nuestro. En el libro doy varios ejemplos de cómo trabajo, yo llamo a eso una inmersión, un zambullido endopsíquico, es el analista que se zambulle adentro de él para encontrar dentro suyo el fantasma del otro.

— Usted en el libro hace una aclaración respecto de este zambullirse en el sufrir.

— Exacto, del otro.

— Sin sufrir personalmente, sabiendo…

— Exactamente, eso es una cosa que probablemente yo no sabía hace 30 años. Aprendí a hacerlo. Estoy mucho más abierto, más flexible, más receptivo, más rápido, más perspicaz. Es el oficio, hace 52 años que veo personas que sufren de problemas mentales. ¿Se da cuenta la cantidad de años? ¿La cantidad de ojos que he visto? ¿De caras? ¿De bocas que me cuentan?

— De síntomas…

— De síntomas, de sensaciones, de conflictos. Entonces uno llega a esta capacidad de integrar dentro de uno, captar adentro de uno lo que le pasa al otro. Y ahí efectivamente olvidándose uno. Yo no puedo estar preocupándome de que me robaron el auto y al mismo tiempo estar en ese comportamiento, es imposible.

— En ese caso usted no puede…

— En ese caso no, no pasa nada. Por eso yo digo, en un día de trabajo ese método de introspección endopsíquica del analista en tensión, eso debe ocurrirme más o menos… Primero que nada hay un estado permanente de eso, pero realmente me ocurre cinco, cuatro, seis, siete veces, no más. Y no con todos los pacientes.

— Apelo a su experiencia de más de 50 años. La otra vez hablábamos del sufrimiento por amor. ¿Se puede morir por amor?

— Sí, yo creo que uno se puede deprimir por amor. Justamente es el tema de la conferencia que voy a dar este sábado sobre la depresión. Claro, uno puede morir por amor, suicidarse por amor. Por supuesto la persona que se suicida por amor, muere por amor, es alguien que está deprimido. Y quiere decir que está enfermo, que la manera de amar que él tenía con la persona por la cual él va a matarse es una manera de amar enfermiza. Hay que saber que cuando uno sufre mucho y se deprime por una separación o una ruptura amorosa el problema está en cómo amaba antes. Yo digo y lo voy a decir en una conferencia, digame cómo usted es amado y cómo usted ama y yo le diré si usted corre o no el riesgo de caer en depresión. Usted me pregunta, bueno, doctor Nasio, ¿cuál es esta manera enfermiza de amar que va a hacer que uno caiga en depresión? La manera enfermiza de amar que hace que uno caiga en depresión es que la persona que yo amo hace que si ella no me ama yo no me amo. Eso es una enfermedad, ahí estamos mal.

— Esa es una dependencia patológica.

— Exactamente, eso es una dependencia patológica. Pero si yo le digo a mi mujer o mi mujer me dice bueno, ¿a dónde vas? No, tengo ganas de irme de viaje a ver a mis amigas. Bueno, pero no mucho, eh. ¿Cuánto tiempo? Y, 15 días. No, es mucho 15 días, no, no, yo no puedo dejar 15 días sin que nos veamos, no, no. En cambio si yo digo ah, ¿te vas 15 días? Bueno, muy bien, mirá, yo al mismo tiempo justamente tengo proyectado ir a París a ir a ver algo, así que nos vamos cada uno. Eso a mí, lo que aprendí en el consultorio porque no es una cosa moral que yo digo, esa pareja con ese comportamiento a la Jean Paul Sartre-Simone de Beauvoir, cada uno hace lo que quiere, no digo que no ande, pero es muy frágil.

Yo estoy por la dependencia, ya lo digo enseguida, adoro la dependencia. Yo soy un dependiente y viva la dependencia. Yo estoy contra la defensa de la autonomía. Esa es mi experiencia. Yo pienso que en una pareja, ahora voy a responder su pregunta, pero aprovecho el problema de la dependencia, pienso que en una pareja no hay buen modo, buena solución, para vivir en armonía. Toda pareja tiene conflictos. Y para mí la manera, la menos complicada pero que no es de ninguna manera una solución, es estar dependiente. Es una relación de dependencia. Por supuesto esta dependencia no tiene que ser tan enferma que yo no puedo amarme a mí mismo sin el otro.

— ¿Y el amor a distancia?

— No dura mucho. Lamento para los internautas que quieren soñar con eso. Mi respuesta es que cada vez que un hombre y una mujer se separan geográficamente por mucho tiempo por más que haya videoconferencia, internet, etcétera, es muy difícil. El amor no resiste.

— El amor supone la proximidad física.

— Absolutamente. El amor supone la proximidad física. El amor supone también, yo digo que tengo la idea de, yo creo que lo hablamos, del banquito con las cuatro patas.

— Sí, claro, sí.

— Lo hablamos.

— Pero vale la pena reiterarlo.

— (Risas) Bueno. Yo pienso que para que un amor funcione hacen falta cuatro patas, una pata primero es el sexo, quiere decir que cuando usted me dice hay una aproximación física yo pienso que hace falta una aproximación física sexual y hacer el amor dos veces por semana mínimo. Digo bien: mínimo, no máximo, mínimo.

— Algunos se están infartando.

— Ya sé, ya sé, por eso lo estoy diciendo, mínimo. ¿Por qué? Porque hoy los jóvenes, no sé qué pasa, no hacen el amor. No sé si será internet, si serán los films pornográficos u otras cosas, pero en todo caso la relación física tiene que ser presente, sexualmente presente, y regularmente presente. Que sean buenas relaciones sexuales o malas poco importa.

Segunda patita del banquito es una admiración mutua. Yo tengo que admirarla o ella me tiene que admirar. O yo tengo que admirarlo. No importa por qué. Porque es un buen padre, porque es un buen profesional, porque sabe hacer la cocina. Poco importa, hay un sentimiento de respeto y de admiración por mi compañero o mi compañera.

Tercer patita del banco es que haya una actividad en común una vez por semana. Discúlpeme que hable así, lo que pasa es que…

— Para que no queden dudas de lo que estamos diciendo.

— Claro.

— Que no sea una expresión de deseo.

— Y que todo esto, porque ahí dicen cómo un psicoanalista se pone a dar consejos como… Lo que pasa es que lo aprendí en mi consultorio, me lo enseñaron mis pacientes. Entonces la tercera patita es que hay que tener una actividad en conjunto una vez por semana, hacer footing los jueves a la noche, ir al teatro todos los martes o un martes cada quince días solo los dos, sin los chicos, sin los hijos, solos.

Cuarta patita hablar, tener un momento para hablar. Hablar de él, hablar de ella, hablar de nosotros, hablar del futuro, hablar de los chicos también, por qué no. Pero los dos solos, hablar.

Actividad sexual, admiración, actividad conjunta…

— Y hablar.

— Y hablar.

—  En estos días se discute el tema de las parejas abiertas, aquellas parejas que a lo Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre se cuentan sus conquistas, parejas que conviven y admiten la libertad de tener actividad sexual con terceros.

— Yo pienso que no va a andar eso, no. Para mí no anda. ¿Por qué? No anda porque primeramente lo constato. Segundo, porque no anda desde el inicio de la humanidad; entre los sumerios, 2.800 antes de Cristo, había sanciones, se mataba a la mujer que engañaba al marido, y al amante lo echaban del pueblo. Quiere decir que hay algo en el ser humano que necesita la exclusividad del amor y al mismo tiempo esto plantea el problema de la infidelidad, de un lado necesitamos la exclusividad del amor, yo te quiero para mí, no quiero nada más, nadie más, y al mismo tiempo tengo ganas de lo nuevo, de conocer, de explorar. Y ahí estamos, entre las dos cosas, exclusividad del amor y explorar lo nuevo. Mucha gente explora lo nuevo pero quiere la exclusividad del amor del otro.

En una palabra, las parejas abiertas donde todo es posible, cada uno su vida, yo los respeto, no puedo decir que no, pero pienso que las perspectivas de ruptura son de 80 por ciento.

— O sea, la fidelidad no es un mandato cultural.

— No, yo pienso que no. La cultura es muy importante, por supuesto, pero pienso en el cuerpo, para mí el maestro, el amo, no es la cultura, es el cuerpo. Lo que domina son las ganas de comer. Lo que domina son las ganas de ir al baño. Lo que domina son las ganas de estar sano. Lo que domina son las ganas de hacer el amor. Lo que domina es el cuerpo. El cuerpo para mí está a la base. Por supuesto, no es exclusivo, está el cuerpo, está el otro. Para mí hay tres seres o tres entidades mayores: mi cuerpo, que tiene que estar sano, el otro que yo espero que me ame y que yo necesito amar, para mí el amor es una necesidad; y luego están los otros, la cultura.

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— Hay una frase de Woody Allen muy graciosa, que es una metáfora pero que quiero traerla aquí, para que usted la vea a partir de lo que estaba planteando: a Woody Allen le preguntan sobre lo importante de la vida y él dice: "Solo sé que hay dos cosas importantes en la vida, una es el sexo, de la otra no me acuerdo."

— (Risas) Yo soy un woodyallenista, así que estoy totalmente de acuerdo con él. Y cuando Woody Allen dice eso, hay una sola que cuenta en la vida y es el cuerpo.

— Por eso lo traje, porque usted decía es el cuerpo.

— Claro, claro.

— ¿Y estos fenómenos de las personas, no recuerdo ahora cómo se llaman exactamente, asexuadas o que aparentemente deciden no tener sexo?

— Bueno, eso existe, hasta hay federaciones, hasta hay grupos. Existen. No son ni homosexuales, ni heterosexuales, son asexuadas como usted dice. Existen pero son una minoría mínima. Lo que pasa es que hoy las minorías se quieren hacer entender, me parece normal, me parece justo, gracias a internet y a muchos medios de comunicación. Pero esa queda siendo una minoría de seres humanos, hombres y mujeres, sobre todo mujeres, que prefieren ser asexuadas.

— Quiero volver un poco al psicoanálisis que es lo que lo trajo, a su libro, y lo trae otra vez a Buenos Aires. ¿Cómo se lleva el psicoanálisis con estas nuevas técnicas más inmediatas, coaching, counseling y etcétera? ¿Qué visión tiene de todo esto, doctor Nasio?

— Que el psicoanálisis sigue su ruta. Si yo, no digo que soy el psicoanálisis, soy un signo más, soy un pe más entre una gran comunidad de psicoanalistas tanto acá como en Italia, en Europa, como en Francia y otros. El psicoanálisis sigue su ruta, el psicoanálisis ha estado en la base de todas estas corrientes de hoy, todo nace con el psicoanálisis. Hay que decir la verdad. Es decir, la cuna de todas las técnicas ligadas a escuchar al otro en lo que es su sentimiento, sus problemas personales, nace con el psicoanálisis. El gran asunto del primer Freud es ocuparse del otro. Y a partir de allí nacieron muchas corrientes, y llegamos hoy a estas diferentes técnicas, por ejemplo que un kinesioterapeuta se pone a hablar con el paciente mientras lo amasa. Hay una gran variedad.

El psicoanálisis debe seguir su ruta. Yo hay pacientes que me dicen doctor, tengo ganas de hacer un masaje terapéutico. Y bueno, si usted quiere hacer un masaje terapéutico yo no me opongo, pero es otra cosa que lo que estamos haciendo.

— Después de 50 años de experiencia clínica, ¿qué es el inconsciente?

— El inconsciente es lo que está en nosotros que no conocemos y que nos hace hacer lo que hacemos. Y sobre todo lo que nos hace hacer el unirnos o separarnos. Para mí los dos actos esenciales en la vida, que están guiados por el inconsciente, son amar y odiar. Cuando usted me pregunta cuáles son los vínculos que todo ser ha creado, ese es el inconsciente.

Para mí el inconsciente juega un rol en la elección del oficio. Por ejemplo, permítame con todo respeto, el hecho que usted sea periodista, y un excelente periodista, es algo del inconsciente que viene de usted. El hecho de la mujer o el hombre que forma parte de la vida de uno, ese es el inconsciente.

Inclusive el lugar en donde vivimos. Que yo esté en París para mí es una expresión de mi inconsciente. Yo no sabría decirlo cómo pero el inconsciente está detrás de las decisiones mayores en la vida, amar, odiar, hacer y vivir, el lugar en que vivimos.

— Me quedo pensando en que hay como una suerte de determinismo genético, ¿no? ¿Hay un determinismo inconsciente en uno?

— Exactamente. Usted me dio la palabra, yo no la había pensado, determinismo inconsciente. El inconsciente determina.

— ¿Y el psicoanálisis alcanza a desentrañar ese inconsciente o es una herramienta para desentrañar ese inconsciente?

— Sí, el psicoanálisis actúa sobre ese inconsciente y modifica un poquito, no mucho, no podemos modificar mucho. Yo no puedo cambiarle a usted la altura, usted debe medir 1.79m o 1.80m, no podemos cambiar esa altura, va a ser siempre 1.80m. Salvo cuando sea viejito que capaz que va a tener un poco menos, como yo, como todos nosotros. El inconsciente lo mismo, el inconsciente está, determina lo que somos sin que sepamos y podemos modificarlo si nos hace sufrir.

— Claro.

— Si nos hace sufrir, ahí yo voy y llamo a alguien y le digo escúcheme una cosa, yo sufro, ayúdeme a modificar un poco esto que se ha instalado en mí de mi inconsciente. ¿Esto usted puede, doctor Nasio? ¿Puede hacer algo por mí? Y yo digo vamos a tratar, pero el margen de maniobra es muy corto, es muy chiquito. No somos magos. Y lo más extraordinario es que en una relación humana algo cambie, eso es maravilloso, es maravilloso.

— Sin ninguna duda. Siempre con la premisa de que hay alguien que sufre.

— Claro. Es la base. Porque el que sufre pide. Y para que yo sea fuerte, me tienen que pedir. Si yo tengo un paciente que no espera de mí nada no me llama, no me despierta la fuerza. Tiene que haber alguien que venga y me diga sufro, por favor haga algo, y ahí se me levanta en mí todo un movimiento que es toda mi historia, mi experiencia, mi ser, para tratar de responder a eso.

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— Usted inicia su libro con una cita de Marguerite Yourcenar que a mí me parece muy, muy emocionante: "El verdadero lugar de nacimiento es aquel en donde por primera vez uno echa sobre sí una mirada inteligente". Yo no sé si ella pensaba en el psicoanálisis pero qué hermoso modo de contarlo.

— Es una maravilla, por eso lo puse. Porque ella dice en cinco líneas, como todos los poetas, lo que nosotros tratamos de decir en un libro. Es una maravilla. Ella dice eso y como yo le leía recién esta otra citación donde ella dice que el coraje no es en superarse, el coraje es en conocerse, entrar en sí mismo. Y se ve que ella entendió como poeta que lo importante es cómo uno se ve a sí mismo. Y eso es lo que yo trato de enseñarles, de transmitirles a mis pacientes, es una manera de entrar dentro de uno mismo.

— Sobrevuela durante todo su libro algo que me gusta mucho que es una suerte de placer suyo de poder decir después de tantos años 'sí, he curado, he ayudado a mucha gente'.

— Claro.

— ¿Qué se siente cuando usted despide en esa última sesión al paciente y sabe que lo ha podido ayudar?

— Lo que siento es que, le juro, cierra la puerta, yo me quedo solo, se fue, nos emocionamos, muchas veces la puerta… Se termina la última sesión, nos damos la mano y él me dice muchas gracias por todo. Mire, me emociono porque he tenido muchas veces eso, y yo le quiero decir al paciente que he estado muy contento y muy orgulloso de ser su terapeuta. Y ahí nos despedimos. Estoy muy emocionado. La puerta se cierra y yo digo ¿pero qué pasó, qué hice, cuál fue mi rol para que este hombre esté mejor? No sé.

— ¿Y cuál fue? ¿No lo sabe?

— No sé. He hecho un libro entero para tratar de entenderlo y termino diciendo no sé. Y hubo alguien, un gran intelectual de Francia, prefiero no dar el nombre, diciéndome "Leí su libro, lo más hermoso es cuando usted termina diciendo que no sabe por qué curó".

— Me parece que su libro es un impulso adelante, un deseo de futuro.

— Es lo que yo hubiera querido y es lo que quiero, que sea útil y estimule y dé una visión de un psicoanalista humano. De un psicoanalista tranquilo y respetuoso del paciente. Para mí los pacientes me enseñan. Y lo más lindo es que yo aprendo todos los días. Yo podría decir ya está, ya terminé, tantos años. No, le juro, veo una señora, me cuenta algo y digo uy, esto no lo había entendido antes, ahora entiendo, ahora entendí. Por supuesto que hay que tener un trabajo de estudio, yo soy un guerrero, trabajo todo el tiempo, todo el tiempo estoy estudiando y leyendo, y pensando. Entonces, evidentemente cuando tengo tantas cosas en la cabeza, cuando usted hace algo, la señora me dice algo diferente, yo digo uh, qué bueno.

— Era ahí, claro.

— Pero porque es lo mismo que yo digo, si uno va al Louvre, o al Museo de Orsay que es una maravilla, hay que ir con un marco de saber. El cuadro es muy lindo pero no es lo mismo si yo conozco al pintor, conozco la época, conozco el cuadro, conozco los diferentes momentos de la obra del pintor, el cuadro va a ser más hermoso todavía si conozco. En una palabra, no hay que ir solo a observar, hay que observar con todo un conocimiento detrás.

— Doctor Nasio, háblele a los que sospechan del psicoanálisis, sospechan de los que hablamos con gratitud y especialmente de ustedes los terapeutas. Háblele a los que sospechan de usted que dicen 'es nada más que una reunión de puro diálogo sin ningún efecto'.

—  Por eso he escrito ese libro, para dar otra visión. Mi consultorio, y lo cuento acá, está lleno de momentos de emoción, me levanto del sillón, yo camino, ahí cuento historias, no soy un psicoanalista callado, distante y que a veces duerme, no, estoy presente, me interesa, me interesa la persona. Tengo ganas de saber cómo él es, cómo es ella. Y no soy el único, yo sé que hay muchos colegas como yo. Por eso he querido decir lo que ellos probablemente no hayan dicho todavía. Porque cuando uno no es el único, no hay un solo Novaresio, hay varios Novaresio, discúlpeme que le diga, cada uno por supuesto con una particularidad, pero lo que nos anima y que mantenemos es que hay otros. Y yo pienso que hay otros como yo que están con esta pasión de querer conocer al paciente enfrente.

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