"Algunos de los chicos que trasplanté me saludan en el Día del Padre"

Lo contó Infobae el pionero del trasplante hepático en Argentina. Desde 1992 hasta hoy realizó 760 insertos. El recuerdo de los primeros pasos y reflexiones de una eminencia en el mundo

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Visiblemente emocionado, Oscar Imventarza, jefe del Servicio de Trasplante Hepático del Hospital Garrahan, recordó en diálogo con Infobae los primeros momentos en el camino que hoy lo tiene como precursor y en el que se afianza gracias al reconocimiento internacional de un trabajo que califica "de artesano" y que —insiste— no lo habría hecho sin su equipo médico. También reconoce la invaluable labor de Nancy Azzara, su secretaria desde hace 23 años, y encargada de tratar con los familiares de los pacientes. (Orgullosamente emocionada nos mostró una pared cubierta con las fotos y regalos de los niños que el doctor operó).

Esa primera foto, en noviembre, cumplirá 25 años y representa el primer trasplante de hígado realizado a un niño en un hospital público. Un hito en la historia de la medicina nacional.

Con Dios en las manos. Cómo fue el primer trasplante hepático en el Hospital Garrahan

Eminencia nacional. Oscar Imventarza, junto a su equipo médico, le devolvió la vida a cientos de niños.
Eminencia nacional. Oscar Imventarza, junto a su equipo médico, le devolvió la vida a cientos de niños.

Al referirse a las horas anteriores al 11 de noviembre de 1992, día que realizó la intervención a Guillermo Brandan, de 11 años, reveló: "No hay noche previa, no hubo tiempo de pensar en qué íbamos a hacer, sino en trabajar y ponernos todos manos a la obra para poder concretar el objetivo que era poder hacer en el hospital público el primer trasplante. Y ese es el principio de no una, sino de muchas historias que a través de los años —con más de 760 trasplantes de hígado hechos en el Hospital Garrahan y siendo pioneros en el tema— nos pone al frente y demuestra que el Garrahan está para ser la máxima alta complejidad en el país y en el mundo".

Antes de comenzar la entrevista, realizada en la oficina que desde hace más de dos décadas ocupa en el primer piso del Hospital Garrahan, Imventarza explicó detalladamente (con pasión desbordante) de qué se trata el trasplante hepático y cómo se llegó a aplicar cada una de las técnicas quirúrgicas que practica y enseña a los médicos de su equipo, a quienes les deja su legado. Luego, se acomodó el guardapolvo blanco y orgulloso colocó sobre su corazón un pin con el logo del hospital que recuerda que 30 años atrás el centro de salud fue fundado. Ante los elogios, sonríe avergonzado. Ese hombre sencillo, cuyo nombre debería enseñarse en las escuelas, es una eminencia de la ciencia porque salvó la vida de cientos de niños y adultos (también es medico en el hospital Argerich). Hace unos años la Asociación Internacional Hepático-Pacreato-Billiar (IPHBA) lo convirtió en el primer latinoamericano en llegar a presidirla.

Hasta el 10 de noviembre de 1992, no se barajaba la idea trasplantar parte del hígado de un donante cadavérico y menos aún de un paciente vivo. Pero gracias a la formación quirúrgica lograda en la Universidad de Pittsburgh bajo la supervisión del profesor Thomas Starzl, quien desarrolló la técnica de trasplante hepático, Imventarza se animó.

“No hay que tener miedo de ser donante”

Con los conocimientos adquiridos desde 1987 hasta esa fecha supo que los niños con graves problemas hepáticos podían tener una posibilidad de vida. Fue así que cuando llegó Guillermo Brandan (con riesgo de vida luego de que fracasaran todos los tratamientos) el médico se la jugó completo y decidió trasplantarlo. Finalmente, la mañana del 11 de noviembre de 1992 se convirtió en el día que marcaría una bisagra en la historia del Garrahan, de la ablación y de la donación de órganos en Argentina. El día anterior a esa cirugía, el equipo había presentado todos los papeles para habilitar al hospital y poder realizar la operación. Una voz en el teléfono avisó a las 11 de la mañana que el cuerpo médico tenía que ir al Incucai para firmar los papeles y cumplir con el tramite. Allí anotaron al niño en lista de espera. Mientras eso sucedía apareció un potencial donante en el mismo hospital, pero un juez de adultos que intervino había decidido frenar la ablación pese a que la familia del fallecido quería ser donante. La carrera legal terminó en un Juzgado de Menores que autorizó la intervención y el tramite siguió su curso: el operativo de trasplante llevó en total 36 horas y ocupó a 60 profesionales.

La utopía era real: Guillermo fue trasplantado y se recuperaba satisfactoriamente. Todo el equipo médico estaba orgulloso del logro y la familia del niño ya hablaba de un milagro. El buen animo reinaba en los pasillos de la terapia intensiva, tanto así que hasta hubo tiempo para los sueños inmediatos y algunas mentiras piadosas. Como el chico era (lo sigue siendo) fanático de Boca,  apenas pudo hablar con el médico lo indagó sobre el resultado de un partido disputado unos días previos. "Nos preguntó qué había pasado con el partido… Boca había perdido, pero le mentimos. Le dijimos '¡Boca ganó!', para que no se nos amargara"—cuenta entre risas. El niño le dijo a las autoridades del hospital que su máximo sueño era conocer al plantel xeneize y, tres días después, sus ídolos llegaron a visitarlo, pese a las advertencias del doctor de evitarle emociones fuertes mientras estuviera en terapia intensiva.

A ese inserto le siguieron centenares y en cada uno fue inevitable que la relación con los familiares de los niños se estrechara y que éstos generasen un vinculo con él. Después de todo, ese hombre de guardapolvo blanco —hoy canoso y de sonrisa contagiosa— fue el nexo perfecto para que la vida se amigue con esos pequeños y sus familias. "Yo no me siento el segundo padre, pero sí muchas veces para el Día del Padre algunos pacientes me mandan '¡Feliz día papá!' —confesó—. Hay muchos para los que terminamos siendo su familia porque les damos oportunidades, hablamos con ellos en forma permanente, porque hay cosas que no pueden hablar en sus casas y lo hacen con nosotros". Esos niños trasplantados se convirtieron en adolescentes y, pese a llevar una vida como cualesquiera otro, deben cuidarse de los excesos. "Los excesos son malos para cualquiera, pero si uno tiene un órgano trasplantado corre más riesgos… A alguno hemos tenido que re trasplantarlo por esos inconvenientes, pero la mayoría valora la nueva oportunidad".

Tiempos de reencuentros

El plantel de Boca en una visita a la Casa Garrahan donde muchos niños con sus padres viven antes y después de ser trasplantados. (Prensa Boca)
El plantel de Boca en una visita a la Casa Garrahan donde muchos niños con sus padres viven antes y después de ser trasplantados. (Prensa Boca)

La mayoría de los niños que fueron trasplantados viven en alguna provincia argentina o a kilómetros de la Capital Federal, por eso los reencuentros paciente-médico son poco frecuente, pero algún aniversario los vuelve a unir. "Cuando los trasplantamos de muy chiquititos vienen y reconozco a la madre o al padre, no reconozco al chico porque son muy diferentes".  Tal fue el caso en el que se reencontró con Juliana (17) —campeona mundial de Atletismo de los Juegos Mundiales de Trasplantados, organizado por la World Trasplant Games Federation (WTGF)— que fue intervenida a los 7 meses. "Uno se siente orgulloso y la verdad es que yo no puedo acordarme de ella —dijo emocionado y agregó—. Es a través de los padres que vemos y recordamos a los chicos. Es lindo verlos y seguirlos en sus vidas".

Actualmente, en Argentina 1200 niños están en lista de espera para ser trasplantados

Un artesano de milagros: 25 años y más de 760 trasplantes hepáticos

El Hospital Garrahan cumple 30 años y representa el lugar donde miles de niños recuperan la vida. Personalidades como el Dr. Imventarza hacen de este centro el mejor hospital del país.
El Hospital Garrahan cumple 30 años y representa el lugar donde miles de niños recuperan la vida. Personalidades como el Dr. Imventarza hacen de este centro el mejor hospital del país.

"Prepararse para cada trasplante es algo diario en este momento porque uno tiene muchos pacientes en lista de espera. Las llamadas del Incucai fluyen diariamente para que podamos seguir trasplantando. Lo que sucede es cómo hacemos para que el equipo esté preparado porque éstos operativos duran en general casi 24 horas porque la cirugía promedio lleva entre 8 y 10 horas, más el tiempo en que nuestro equipo hace la ablación, o sea buscar el órgano del donante a cualquier parte del país. Son periodos largos donde hay involucrado mucho personal… No importan fiestas, no importan fines de semana, no importa la noche. Muchas veces tenemos que postergar cosas personales y yo les agradezco a cada integrante de nuestro equipo por el esfuerzo que ponen diariamente".

Desde el 11 de noviembre de 1992 el equipo de trasplante hepático ha realizado alrededor de 760 trasplantes en este hospital. "Estamos orgullosos de este numero, es la cifra más alta en Argentina y somos lideres haciendo el 65% de los trasplantes pediátrico del país y somos considerados uno de los centros más activos en el mundo", enfatizó el médico y agregó que durante estos 25 años "uno vio muchas cosas: la mayoría son buenas porque se ha evolucionado y el trasplante se ha vuelto una rutina".

Antes de terminar la entrevista, y volver a sus tareas, remarcó que "no hay que tener miedo de ser donante" porque después de irnos de éste mundo tenemos la posibilidad de seguir ayudando a otro y salvar vidas. Salvar vidas, algo de lo que él sabe bastante.

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