Eva Duarte de Perón agente nazi. Evita amante de Otto Skorzeny, aquel austríaco miembro de las SS que estuvo a cargo de operaciones especiales bajo órdenes de Adolf Hitler. Evita doble agente, casi una Mata Hari de las pampas. ¿Realidad o fantasía?
Las relaciones de los gobiernos argentinos de los años 30 y 40 con el nazismo y la ayuda prestada por el primer peronismo a la huida de miembros del Tercer Reich tras el fin de la guerra -ambos hechos indiscutibles- permitieron crear una serie de historias que parecen salidas de un novela, pero que cobran cada vez más fuerza en estos tiempos. Narraciones que van desde el supuesto escape de Adolf Hitler a la Argentina hasta la afirmación de que Evita trabajaba en las sombras para el tirano nazi. Pero, ¿en qué se sustentan?
Estos relatos, que toman un camino diferente al de historia oficial, se nutren, en algunos casos, de los huecos y puntos débiles de las investigaciones académicas, debido a la falta de pruebas contundentes y concretas, como es el caso de la muerte de Hitler, y en otros, de lo contrario, de la abundancia de testimonios y papeles, aunque muchos de ellos fueron confeccionados en aquellos años para servir a algún interés particular, como el de quienes querían demostrar que Perón y su segunda esposa cobraban por trabajar para el nazismo.
También juegan su rol en la elaboración de estas teorías "paralelas" los documentos de inteligencia desclasificados, que deben ser leídos en el contexto adecuado. Por ejemplo, son varios los papers firmados por agentes que alertaban a sus jefes sobre la presencia de Hitler en Sudamérica, recogiendo testimonios de pobladores que decían haberse topado con el Führer en la Argentina, Paraguay o Brasil, mientras que otros los contradicen o rectifican.
Evita en Suiza y el "oro nazi"
La reciente publicación de La agente nazi Eva Perón y el tesoro de Hitler, de Marcelo García (Sudamericana), pone nuevamente en el centro de la escena el vínculo del peronismo con el nazismo, pero va más allá. Al respecto, da cuenta de una supuesta reunión de Evita con Martin Bormann en Europa, realizada a espaldas de Perón, para negociar que parte del "tesoro nazi" que el líder justicialista había nacionalizado en Argentina en una suerte de traición a los seguidores de Hitler, vuelva manos del delfín del Führer. El cónclave se habría dado en el marco de la recordada gira que Evita realizó en 1947 por el viejo continente y que incluyó reuniones, entre otros, con Francisco Franco y el papa Pío XII. El paso de la "abanderada de los humildes" por Suiza, uno de los países elegidos como parte de la gira de la primera dama argentina, habría estado vinculado con el depósito del "oro nazi" en bancos helvéticos.
Las sospechas se suscitaron en parte porque ese país no formaba parte de la gira oficial, que en principio sólo incluía España, Italia, el Vaticano y Francia. El "misterioso desvío" a Suiza comenzó a dar que hablar ya en esa época y los rumores se expandieron y cobraron nueva forma con los años, siendo citado el tema en libros y artículos periodísticos, haciendo referencia a algún tipo de depósito de "oro nazi" en la banca suiza por parte de Evita.
Benito Llambí, un hombre que acompañó a Perón desde los tiempos del GOU y era el embajador en Berna en 1947, buscó aclarar el tema en sus memorias, Medio Siglo de Política y Diplomacia (Corregidor, 1997).
"Fue una iniciativa exclusivamente mía", dice Llambí en su libro, atribuyéndose por completo la idea y la organización de la visita de cinco días de la esposa de Perón a Suiza. "Doy testimonio fehaciente que Eva Perón no pisó un banco ni realizó ninguna gestión ni trato financiero de ningún tipo". En un largo capítulo del libro, titulado "La visita de Eva Perón a Suiza", Llambí explica todos los pormenores del viaje de la primera dama argentina a tierras suizas y recuerda -que ironía-, que la gira europea de Evita tenía como objetivo "despegar a la Argentina" de su imagen ligada al nazismo. Además, se queja en estos términos sobre los investigadores que ligan el destino suizo de Eva Duarte con el oro nazi: "En general los escritores o periodistas que tratan el tema se citan entre ellos, repitiendo más o menos la misma historia, pero nunca he podido encontrar en lo que escriben un solo elemento documental que acredite tamañas afirmaciones. Habiendo sido testigo y protagonista de este viaje, cada vez que se reiteran estos relatos me pregunto hasta cuándo desprevenidos lectores deberán seguir sufriendo esto".
En cuanto a Bormann ¿no estaba muerto? Si bien pruebas de ADN determinaron en 1998 que unos restos hallados en Berlín eran los del otrora poderoso jefe de la cancillería del partido nazi, los años pasados anteriormente sin identificar su cadáver hicieron creíbles las decenas de testimonios de quienes dijeron haberlo visto en todo el mundo. Esto hizo que muchos viesen la mano de Borman detrás de la ODESSA, una organización dedicada a ayudar a ex nazis, o manejando un supuesto grupo dedicado a preparar el camino de un IV Reich, haciendo crecer sus arcas traficando armas e influencias. Incluso el afamado cazador de nazis Simon Wiesenthal creía que Bormann estaba en Sudámerica. Ahora, y pese a que se demostró oficialmente que murió intentando escapar de Berlín en 1945, algunos de los investigadores que adhieren a la teoría del escape de Hitler sostienen que Bormann murió en América del Sur y que luego sus restos fueron llevados de alguna manera a la capital germana para montar una puesta en escena. Una secuencia digna de un guión cinematográfico.
"Perón y Evita nazis", las primeras versiones
Entre aquellos textos o documentos que fueron pioneros puede citarse el Blue Book on Argentina, conocido popularmente como el "Libro Azul", editado por los Estados Unidos y difundido como la "declaración oficial" de la Casa Blanca "sobre el régimen fascista en Argentina", con serias acusaciones contra Perón en medio de la caliente campaña electoral de 1946. El principal promotor del libro fue el ex embajador norteamericano Spruille Braden, quien luego de su paso por Buenos Aires pasó a fungir como secretario adjunto del Departamento de Estado. Es conocido el slogan elegido astutamente por el líder justicialista al calor de la campaña electoral, "Braden o Perón".
Otro escrito posterior, El libro negro de la segunda tiranía, fue publicado en 1958 por los militares de la autodenominada Revolución Libertadora, tres años después de haber derrocado a Perón. Su objetivo era demostrar la corrupción del régimen justicialista, sus "métodos dictatoriales" y el supuesto enriquecimiento ilícito del presidente depuesto. Así, hace un repaso de los innumerables bienes que habrían pertenecido a Perón. Dice, textualmente: "Con ser muchos los bienes que el dictador poseía en nuestro país, presumiblemente no alcanzan ni remotamente a los que dispone en el exterior".
Este tipo de escritos alimentaron las versiones de la fortuna de Perón, y muchos interpretaron que parte de ella provenía de los bienes que Alemania transfirió a algunas de sus empresas radicadas en la Argentina mientras el Reich agonizaba y que el jefe de Estado y su esposa habrían usado para incrementar su patrimonio. Publicaciones más recientes, como Puerta de Hierro (Juan B. Yofre, Sudamericana 2015), demostraron con nuevos documentos que Perón vivió parte de su exilio "casi como un leproso" y que fue sostenido económicamente por aportes de empresarios amigos, sin encontrar rastros de sus supuestos cuantiosos bienes.
Sobre Evita, el "Libro Negro" dice que era "una extraña mujer, una fierecilla indomable, agresiva y poco femenina" y la compara con Encarnación Ezcurra, esposa de Juan Manuel de Rosas, el "primer tirano".
Otro propagador de la versión de que Perón y Eva Duarte eran agentes nazis fue el diputado radical Silvano Santander, un decidido antifascista que denunció las actividades de agentes del Tercer Reich en el país desde antes del advenimiento del peronismo y que sufrió en carne propia persecuciones, que terminaron en su expulsión del Congreso en 1951. Tras el derrocamiento de Perón, publicó Técnica de una traición: Agentes del nazismo en la Argentina, con durísimas acusaciones contra el ex mandatario derrocado y varios de sus colaboradores. Varias de las informaciones que forman parte del libro de Santander, al igual que algunas de las denuncias de la Comisión Investigadora de Actividades Antiargentinas del Congreso, que actuó en los años 40, provenían de Heinrich Jürges, un aventurero y falsificador de documentos alemán, que algunos investigadores vinculan a la inteligencia británica. Jürges fue versátil, ya que trabajó tanto para los nazis como para sus opositores. Incluso le presentó al gobierno argentino de Roberto Ortiz documentación que probaría un supuesto plan de invasión de la Patagonia por parte de Alemania. Un diario alemán en Buenos Aires sabía que se trataba de papeles apócrifos, pero los fogoneó en sus artículos como reales porque respondía a su su línea antinazi.
Los signos políticos y las conveniencias de cada actor jugaron su papel en una época convulsionada. Más allá de esto, todavía queda mucho por saber, ya que los vínculos con la Alemania nazi existieron y ex jerarcas y criminales del Reich llegaron a estas tierras en un número aún no determinado oficialmente. Los lazos con la Alemania nazi comenzaron antes de Perón y continuaron con este, cuando el "Reich de los Mil Años" era solo ruinas. Por ahora, la falta de voluntad de las autoridades, los anuncios rimbombantes sin resultados plausibles -como la Comisión para el esclarecimiento de las actividades nazis en la Argentina creada por el menemismo-, la destrucción de archivos oficiales y la negativa a desclasificar otros, hacen ver con poco optimismo nuevas conclusiones en el corto plazo.