El diario alemán Bild no tuvo problemas en titular a lo grande en su tapa del día miércoles: "El tesoro de plata de Hitler, encontrado". El pequeño párrafo debajo hablaba de lo que ya hablaron medios como el Washington Post y el New York Times: el hallazgo del mayor lote de artefactos nazis en la historia argentina, 75 objetos encontrados por la división Protección de Patrimonio Cultural de la Policía Federal detrás de una puerta secreta de una casona sobre la avenida Centenario en Beccar, bustos de Adolf Hitler, estatuillas de soldados de la SS, medallas y condecoraciones como la Cruz de Hierro, una imponente águila imperial firmada por Carl Eickhorn, un célebre metalúrgico que forjó dagas para el Tercer Reich. Virtualmente cada objeto estaba decorado por una esvástica. Era, básicamente, un tesoro nazi, el mayor lote de artefactos encontrado en la Argentina.
Carlos Alberto Olivares, un anticuario de 55 años, es su dueño. Hoy, Olivares, investigado por la PFA bajo la firma de la jueza Sandra Arroyo Salgado, le huye un poco aterrado a los periodistas que lo encaran. La DAIA, por su parte, también buscará convertirse en querellante en el expediente que tramita en la Justicia federal de San Isidro. Mientras tanto, los rumores y la especulación se agolpan tras el caso, una polémica en el mundillo de los anticuarios y coleccionistas y amantes de las conspiraciones. ¿Los objetos son originales del Tercer Reich o simples réplicas? ¿Cómo los obtuvo Olivares? ¿Fueron propiedad, acaso, de algún jerarca nazi refugiado en el país?
"Es una colección privada", se ataja Aníbal, hermano de Olivares. "Son réplicas", asevera el abogado del anticuario, Carlos Demayo. Algunos objetos, apuntan coleccionistas, se ven demasiado nuevos para ser auténticos, por ejemplo, los bustos de Adolf Hitler. Las medallas como la Cruz de Hierro, con fecha de 1939, son fáciles de imitar; sus falsificaciones se vendieron históricamente en galerías del microcentro.
Sin embargo, otros objetos tienen detalles demasiado específicos. Una pequeña esfinge montada a un pedestal de mármol, por ejemplo, lleva una placa de agradecimiento al arquitecto y profesor Wilhelm Kreis, que trabajó para el Reich bajo el célebre Albert Speer, favorito y confidente de Hitler. Hay, también, coincidencias y coordenadas todavía más específicas.
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, habló días atrás de "fotos de los dueños con los objetos". Se refería, principalmente, a una lupa, acompañada de otras tres lupas de menor tamaño, presentadas en un estuche de lujo hecho de caoba lustrada y coronado por un águila imperial con una esvástica entre sus garras.
Las lupas venían acompañadas de una pequeña imagen, un negativo. El hombre en esa foto, sosteniendo una lupa idéntica, es Adolf Hitler. Néstor Roncaglia, jefe de la Policía Federal, afirmó: "Ya recurrimos a historiadores que nos dijeron que es la lupa original. Estamos haciendo contactos internacionales para profundizar".
Si es cierto, entonces es sorprendente: Olivares tendría, entre una decena de momias egipcias de animales oriundas de una necrópolis del año 300 antes de Cristo, entre bustos, dagas y medallas, un objeto que habría pasado por las manos de Hitler mismo. Su valor en el mercado negro, siempre que sea original, se vuelve inestimable. "Te puedo hablar de 17 tipos que coleccionan cosas como estas", alardeaba Aníbal, hermano de Olivares, ayer por la tarde a Infobae frente a la puerta de El Ático, su local en la galería de la estación Maipú del Tren de la Costa, zona de Olivos. No miente. En junio del año pasado, un argentino anónimo pagó 580 mil dólares por una chaqueta usada por el Führer, sus pantalones y una radiografía de su cráneo en una subasta de reliquias nazis hecha por la casa Hermann Historica en Berlín.
No muy lejos de la lupa, la PFA encontró una foto enmarcada en el cuarto secreto de Olivares. La imagen muestra al dirigible Graf Zeppelin LZ 727, la primera aeronave alemana en llevar el nombre del conde y padrino de la aviación alemana. El LZ 727 había cruzado el Atlántico en múltiples ocasiones. Llegó a Buenos Aires en junio de 1934; fue desguazado en 1940 para montar aviones de combate de cara a la intensidad en ascenso de la Segunda Guerra. Hay una firma detrás de esa foto: la del estudio berlinés de Heinrich Hoffmann, el fotógrafo personal de Hitler y el autor de algunos de sus retratos más reconocibles. "Editorial de imágenes nacionalsocialistas", reza el texto.
Sin embargo, hay una supuesta firma mucho más llamativa entre la colección secreta de Beccar, según investigadores de la causa. Está en un pequeño paisaje enmarcado; le correspondería al secretario personal de Hitler, Martin Bormann, sentenciado a muerte en ausencia en los juicios de Nüremberg. Bormann fue un jerarca particularmente elusivo. El mito de su supervivencia tras la caída del Reich, un mito que lo ubicó hasta en Argentina, se desplomó cuando se analizaron restos de esqueletos encontrados en Berlín en 1972. Sin embargo, su firma encontrada en la zona norte es un enigma abierto.
La defensa de Olivares apuesta a las pericias que se harán sobre el tesoro nazi para determinar o no su autenticidad. La Policía Federal y la jueza Arroyo Salgado todavía no designaron ningún experto para el análisis que, se estima, contará con la colaboración de Interpol Alemania.
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