La hija de Moria Casán y Mario Castiglione, ya no es "la hija de". Hace años logró su nombre propio en la industria. Casi no recuerda cuántas películas hizo, pero cree que son 15, a eso se suman destacados trabajos teatrales y televisivos. Si bien tiene muchas ofertas para trabajar en tevé, se considera selectiva a la hora de elegir, ya que son trabajos que, por su demanda, la alejan demasiado de la casa en la que vive con Julián Della Paolera -padre de su hijo Dante (3)- y con su primera hija, Helena (8). fruto de su relación con Diego Tuñón.
En esta charla, Sofía Gala Castiglione (30) pide evitar los temas vinculados a la política. Y entre risas y fastidio asegura que con lo que gana "llego a fin de mes", en referencia a las declaraciones sobre su economía y la realidad del país que generaron gran impacto.
Rebelde por naturaleza, asegura no sentirse identificada con esa definición: "No me siento transgresora. No sabría qué transgredir, porque no sigo las reglas de los demás. Si te empiezo a contar cosas que hago, probablemente sí esté transgrediendo tanto como mamá -como persona, como amante, como amiga-, pero no me ubico en ese lugar". Y agrega que aún la sorprende cómo el medio recibe sus declaraciones. "Me extraña ver a la gente saltar por determinadas cosas que yo digo".
En su última película, Madraza, comparte cartel con Loren Acuña, Gustavo Garzón y Osmar Núñez. Allí interpreta a Vani, una chica con una historia muy complicada, pero que aporta su cuota de humor y encuentra en una asesina a sueldo (Matilde) una madre del corazón: "El personaje me tiene que motivar y funcionar emocional y psíquicamente. Leés un guión y sentís que querés ser parte o no". Eso le pasó con la ópera prima de Hernán Aguilar, un thriller mezcla de comedia negra, que la sedujo y la llevó nuevamente a la pantalla grande.
—Cuando comienza la película, Matilde, el personaje de Loren Acuña, dice: "Para deprimirse hay que tener mosca". ¿Estás de acuerdo?
—Mientras más difícil sea tu vida, menos posibilidades de estar tranquila tenés, y la depresión, que es quedarse tirado en la cama sin hacer nada, no es factible para todo el mundo.
—¿Te pasó alguna vez?
—Me pasa a veces que estoy más bajón que otras. Nunca una situación en la que no quiera salir de la cama por muchos días o deprimirme terriblemente. Pero sí tuve momentos.
—Sé que disfrutás del ocio y el estar aburrida.
—Claro, pero eso no es deprimirse. Me encanta no hacer nada y tener mis momentos libres para escuchar música, leer, mirar la tele, estar tranquila. Y también para aburrirme. Cuando me aburro, tengo esa sensación de que tengo tiempo en mi vida, y eso es algo muy valioso.
—¿Cualquiera se puede convertir en un asesino? ¿Vos bajo alguna circunstancia te creés capaz de matar?
—Probablemente algo que tenga que ver con mis hijos… No me lo imagino realmente. Pero si les pasara algo a mis hijos o alguien me hiciera mal, probablemente querría matarlo.
—¿Tenés armas en tu casa?
—No, me dan pánico. Cuando hicimos Madraza, me costó bastante hacerme cargo del arma. No me gusta agarrar armas, me hace mal.
—Otra cosa que aparece en la película es el vínculo con la policía, un cierto miedo a hacer la denuncia. ¿Tu relación con la policía en general cómo fue?
—Cuando era más chica, Minoridad me llevaba mucho de los boliches, porque iba a los de más grandes. Entonces, varias veces me metieron en esos carros terribles y me llevaron a la comisaría. Pero nunca tuve un problema serio, nunca viví una situación donde necesité que la policía me cuidara y no me haya cuidado.
—Hay algo de esta mujer de tu film que -de una forma muy particular, convirtiéndose en asesina- se hace cargo de su vida y sale del lugar de víctima en el que se podría haber quedado.
—Sí, más allá de la violencia y de que ella termina convirtiéndose en una asesina, es una película muy feminista. Muestra a la mujer en una posición en donde podría haberse deshecho y toma el control. Cuando empieza la película, es una víctima de todo, del sistema, del hombre, de la sociedad.
—¿Vos en algún momento te sentiste en inferioridad de condiciones ante los hombres?
—No emocionalmente, pero sí todo el tiempo siento los lugares que tiene la mujer en el mundo. Peleo para que eso cambie ocupando mi lugar, ocupando el que realmente tenemos que tener, que es el que cada una sienta y desee, pero siempre de fortaleza.
—Hay un tuit tuyo de hace pocos días que dice: "Según los creativos publicitarios las mujeres somos unas estúpidas que bailan si encontramos un detergente que no haga bolitas en la ropa".
—Sí, veo todo el tiempo las publicidades de mujeres y cómo nos presentan, desde los productos hasta que el flujo en una toallita sea azul y no rojo. Cuando la mujer se indispone, es todo limpio, pulcro, parece que querés estar indispuesta. La mujer tiene que ser limpia, tiene que ser pulcra, y veo a siete pelotudas diciendo: "Ay, yo tengo el pelo divino y entonces soy feliz". Me molesta que nos muestren de esa manera. Me molesta que bailemos por todo: por una crema de manos, si "el coso" no tiene bolitas para la ropa, si la plancha plancha mejor…
Lo que más me gusta de ser mujer es que somos las madres de todo. Somos las creadoras de vida
—¿Qué es lo que más te gusta de ser mujer y qué es lo peor?
—Lo que más me gusta de ser mujer es que somos las madres de todo. Somos las creadoras de vida. Desde lo espiritual y lo emocional ocupamos un lugar muy importante en la Tierra y tenemos la posibilidad y la obligación de que se nos reconozca y de ocupar el lugar que nos merecemos. Lo peor es ser más de la mitad de la población y convertirnos siempre en una minoría o ser tratadas y condenadas como minoría, incluso dentro de las minorías. En todos lados se maltrata a las mujeres.
—¿Qué opinás del movimiento de Ni una menos?
—Lo apoyo, tenemos que estar todas juntas, unidas y lo estamos haciendo. Nos tienen miedo y nos van a maltratar y nos van a violentar, pero vamos a sobrevivir porque las mujeres somos sobrevivientes. La única manera es levantando la voz.
—El personaje de Chunchuna Villafañe dice: "Si existiera el aborto legal y gratuito, no habría tanto malparido".
—Es un comentario burgués del lado de ella.
—¿Vos estás a favor de la despenalización del aborto?
—Sí. Yo estoy a favor de que a las mujeres se les dé el trato que se merecen con las condiciones que se merecen, porque la verdad es que no deja de haber abortos porque esté prohibido y no esté legalizado. Las condiciones en las que estas mujeres tienen que tomar la decisión sobre su propio cuerpo, las llevan a todo el trauma psicológico… porque hay quién puede pensar: "¿Vos querés abortar? No te querés cuidar, no querés usar forro". Es una locura creer que la mujer quiere vivir ese proceso para no ponerse un preservativo.
-Dijiste que hay una mirada muy burguesa del tema.
-Sí, se lo ve desde un lugar muy burgués, donde la clase media y la clase alta sí pueden hacerse abortos cuidados, entonces no necesitan que sea legal. Me parece muy hipócrita desde donde se debate el tema, como algo más cristiano, en vez de debatir una problemática que existe y es real, que es que las mujeres se mueren por ir a hacerse abortos ilegales.
—Eso me lleva de nuevo a la película y a las muertes, ¿todas las vidas valen lo mismo?
—¿Vos me estás preguntando si para el sistema la vida vale lo mismo? Por supuesto que no. Cuando matan a un ladrón, en un noticiero dicen "murió tal persona y mataron al ladrón". El ladrón es menos importante, el maleante fue asesinado. Como que le quitan un peso al ponerle "ladrón" o lo que venga adelante que haga que se minimice y que tenga menos valor su vida.
—¿Te molesta?
—Me parece una bestialidad y una locura. La violencia fomenta más violencia. Imaginate qué puede sentir una persona que no tiene posibilidades, no tiene recursos, y tiene que salir a robar ya sabiendo que si le pasa algo va a ser menos importante que si le pasa a cualquier otro simplemente por la decisión que tomó. Eso no está bueno.
—En algún momento dijiste: "Soy una ex adicta recuperada y voy a luchar con eso toda la vida". ¿Es difícil?
—Ahora no, fue. Ahora estoy pasando por un momento muy bueno.
—¿Es una lucha para toda la vida?
—Sí, esa condición adictiva que te lleva a no poder parar de hacer alguna cosa que te hace daño es algo que se frena con trabajo y con voluntad. No es algo que desaparece por arte de magia, es una condición que uno tiene.
No creo que toda la gente que consume sea adicta
—Te enoja en general el trato que se les da a los adictos en los medios.
—Sí, me enoja que un adicto valga menos. Que el adicto sea una persona de la que te burles o una persona "mala y oscura" que no merece determinadas cosas o está condenada socialmente. Me parece que uno tiene idas y vueltas en la vida y siempre podés mejorar y salir adelante. Pero no existe esa posibilidad si algo que te pasa -y que no podés controlar- se convierte en una condena social antes de que vos puedas trabajar para cambiarlo.
—¿El consumo social y la adicción son cosas distintas para vos?
—Sí claro. No creo que toda la gente que consume sea adicta, ni en pedo… La adicción es una condición.
—¿Qué te preocupa como mamá?
—Un montón de cosas. Trato de no preocuparme mucho porque es muy difícil. Trato de ocuparme lo más que puedo en que mis hijos crezcan para tener sus herramientas y saber defenderse en el mundo y sobrevivir y nada más por ahora. Trato de ir paso a paso con el tema de mis hijos.
—¿Cuál es tu momento preferido como mamá?
—Son los días que no trabajo a la noche y nos juntamos todos en mi casa. Los chicos llegan de la escuela, yo estoy en mi casa, los puedo atender, los baño, les doy de comer, los acuesto, jugamos.
—¿Qué pasa si el día de mañana se vuelven fanáticos de Agapornis?
—Mis hijos son fanáticos de una música horrible, de la peor música. No quiero insultar a nadie, pero les encanta el reggaetón. Despacito en mi casa suena. Yo escucho Iggy Pop, nada que ver.
—¿Qué fue lo mejor que te dio tu mamá?
—Un montón de cosas. Supongo que el amor, eso es lo que termina haciendo que todo lo malo sea bueno también.
—¿Y como abuela?
—Y como abuela también. A ella le pasa lo mismo que a todos los abuelos, que es ese relajo y ese disfrute absoluto con los nietos porque no son los responsables de criarlos, y eso te quita una responsabilidad enorme… pero, sin embargo, siguen siendo prácticamente tus hijos porque son la proyección de tu vida.
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