"Lo mejor de ser periodista es salir a trabajar con tantas ganas todos los días y sentirnos tan privilegiados de poder hacerlo", dice Romina Manguel (44). Su primer contacto con la profesión fue "a los 16, sirviendo café en una radio". Hoy, 28 años después, y luego de 10 de estar al frente de la primera mañana junto a Lanata, Paluch y Sietecase, se animó al cambio: "Me pasé a la tarde. Antes despertaba a la gente, ahora la acompaño en el regreso a casa". Su programa: Va de vuelta, por Radio Nacional, de cinco a siete.
"Soy mamá, tengo dos nenas chicas, Tali (6) y Hannah (9), y mi marido dijo 'basta', en referencia a mi ausencia… Pero hice el cambio, y resulta que ahora tampoco estoy porque trabajo hasta la madrugada. O sea, el plan no salió como estaba previsto", acota divertida. Y cuenta que todas las noches se acuesta tardísimo, ya que llega a su casa después de Animales Sueltos, donde integra la mesa de periodistas que acompañan a Alejandro Fantino todas las noches por la pantalla de América.
"La última gestión kirchnersita dejó muy lastimado al periodismo. Tanto que trabajar en un medio público implicaba que ibas a seguir la línea que te bajaran, desconozco quién. Eso es una falta de respeto al laburo de muchos años y a la credibilidad que uno construyó a lo largo del tiempo", asegura.
—¿Cómo es ser la única mujer en la mesa de Fantino?
—Mis compañeros son muy respetuosos, porque me consideran una periodista más. En el momento de laburar es un equipo de periodistas donde no hay distinción, somos todos profesionales.
—Pero el año pasado no había una mujer en esa mesa.
—No, y fue lo que más me sedujo de la propuesta. Son lugares que hay que ocupar.
—¿Hay que demostrar más por ser mujer?
—Eso siempre, pero no tiene que ver con estar en una mesa rodeada de hombres, tiene que ver con lo que es el periodismo.
—¿Ser linda dificulta? En el periodismo duro pareciera que se valora más otro tipo de perfil, la mujer que está más masculinizada tal vez.
—Y sí… Hubo un tiempo donde las mujeres, para poder ejercer el periodismo que tenían ganas de hacer, tenían que masculinizarse para empatizar más con ese mundo. No me parece que sea más o menos seria por estar más o menos rubia. Y si me divierte el pelo platinado, me voy a platinar. No dejo de leer la cantidad de horas que leo los fallos por estar en la peluquería platinándome, si esa es la fantasía.
—El Presidente dijo: "La gente decidirá si sigue el cambio o volvemos al populismo". ¿Qué creés que va a pasar?
—Hay un clima de incertidumbre muy grande. Se cometieron muchos errores en el gobierno. Pero, más allá de los errores puntuales, se generaron falsas expectativas. Hubo una necesidad profunda de cambio que claramente se demostró en las urnas con situaciones muy llamativas, como la de María Eugenia Vidal, pero me parece que jugar con las expectativas de la gente, aun sin que sea intencional, puede tener un costo muy alto.
—¿Hasta cuándo se puede hablar de la herencia?
—El arrastre es innegable. Lo que está pasando hoy es consecuencia de políticas sociales y económicas que se han tomado desde el gobierno anterior. Si bien es cierto que esto viene de arrastre, también es verdad que Mauricio Macri sabía con qué país se encontraba. Y María Eugenia Vidal sabía con qué provincia se encontraba. Tampoco fue una sorpresa. Fue parte de la campaña contar la pésima gestión que se estaba haciendo. Los funcionarios se postularon sabiendo más o menos con qué se iban a encontrar, no es que les dieron los números de Noruega y se encontraron con los de Argentina.
—La política de comunicación del Gobierno, las conferencias, las entrevistas, ¿qué opinión te merecen?
—Les doy la bienvenida después de tantos años de silencio, por supuesto. Me gustan mucho, pero tampoco lo voy a aplaudir, porque creo que es lo que tenés que hacer. Así como me quejo de los jueces —terminemos con esto de que hablan por sus sentencias, si ponés la firma, poné la cara y contale a la gente qué fue lo que firmaste—, creo que los funcionarios también tienen que explicar una y veinticinco veces aquellas cuestiones que le interesan a la sociedad.
—¿Te sorprendió la licencia de Elena Highton de Nolasco después del 2×1?
—Sí, me sorprendió. Pero era la más débil para defender: adhirió al voto de (Carlos) Rosenkratnz, que venía trabajando en esto desde hace mucho tiempo, obviamente discutido, polémico, después podemos hablar, y (Horacio) Rosatti también. En ese sentido, era la más endeble. Se venía de dar la polémica de los 75 años, ella se queda a través de un amparo que termina presentando… le dolieron personalmente las críticas de (Miguel Ángel) Pichetto en el Senado cuando dijo: "Si los propios jueces no cumplen con la Constitución, estamos perdidos". Es una mujer grande, que viene muy golpeada por internas de la Corte y que quedó en una situación de debilidad respecto de todos los otros miembros.
—¿Qué va a pasar con la Corte después de todo lo que sucedió con el 2×1?
—Recién empieza la historia, lamentablemente. Todavía van a tener planteos de inconstitucionalidad de la ley por parte de los abogados de los represores. La Corte va a tener que terminar fallando sobre ese tema. Y tienen temas muy sensibles, como el de Milagro Sala, donde la Corte va a ser muy mirada. Hay distintas causas que andan dando vueltas vinculadas con la muerte de Alberto Nisman, el memorándum con Irán. Viene una época de mucho agite en la Corte, el tema es ver cómo van a jugar los miembros. Yo no entiendo cómo un fallo de este tenor no salió por consenso, no tenía ninguna urgencia. Eso sí debilita a la Corte.
Hay mucha gente esperando ver qué es lo que va a hacer Cristina Fernández de Kirchner
—¿Sigue vivo el Frente para la Victoria?
—Sí. Fijate las encuestas: Cristina en la provincia de Buenos Aires tiene el treinta y pico. Hay mucha gente esperando ver qué es lo que va a hacer Cristina Fernández de Kirchner. Y es algo que no entiendo de modo racional. Vos ves la provincia de Santa Cruz, su provincia, donde Alicia Kirchner tiene que estar enrejando su residencia y la casa de gobierno y no puede caminar por las calles. Y sin embargo los números están diciendo que en la provincia de Buenos Aires, que es la madre de todas las batallas, porque termina definiendo una elección, siguen esperando la decisión de Cristina. Por otro lado, creo que hay un sector del peronismo que es una oposición civilizada que a mí me está gustando.
—¿Quiénes?
—Pichetto, el Chango Urtubey. Hay una oposición que se vio en estos días de tanta preocupación social respecto del tema del 2×1 que logró conducir conversaciones que eran muy complejas y llevarlas a buen puerto. Es una oposición civilizada, a mí me gusta. La oposición del Frente para la Victoria no la calificaría de esa manera. Salir gritando a pedirle el juicio político a los tres jueces de la Corte no me parece civilizado.
—¿Scioli?
—No me gustó antes, menos me gusta ahora, te soy sincera.
—¿Todo esto que pasó lo favorece o lo complica? Hay quienes creen que este tipo de situaciones generan una popularidad enorme y ayudan, y hay quien dice que eso no trae votos.
—Si lo favorece, hagamos las valijas y vayámonos a algún lado, hablaría mal de la sociedad.
—Si nos corremos de Scioli, hay políticos que en sus relaciones con mujeres conocidas elevaron sus niveles de popularidad y los ayudó realmente.
—Sí, a mí no me gusta. Y particularmente no me gusta que me haya mentido en campaña. El límite de la vida privada y la pública es muy fina.
—¿Los argentinos hubiéramos votado un presidente separado? ¿Votaríamos un soltero? Me pregunto si el político en sí es hipócrita o si nos venden lo que queremos comprar.
—Está buena la pregunta. Si nos dan la novela con el moño y decimos "¡genial!". En eso creo que hasta el menemismo fue más honesto, porque cuando (Carlos) Menem la sacó a patadas de la Quinta de Olivos a Zulema Yoma, fue un escándalo pero corrió con el costo de hacer lo que en ese momento le parecía que tenía que hacer. Aunque también fue una campaña donde no estaban juntos y la tuvieron que hacer juntos. A mí no me gusta que me mientan. No implica que un tipo infiel sea más o menos corrupto, yo no creo eso, pero a mí no me gusta que me mientan.
—Enoja más la doble moral que tendría si fuera cierto lo que se dijo sobre el aborto.
—Sí, el discurso del aborto… que va a ser muy difícil de probar si efectivamente le dijo o no le dijo que abortara. No me gustaría vivir en un país donde haya un presidente que el día de mañana apoye una ley que diga: "El aborto está prohibido salvo en casos donde el que la haya embarazado a esa mujer sea yo". Ese país no lo quiero.
Hay que tener mucha mesura para decir que el kirchnerismo fue el gobierno más corrupto de la historia cuando hubo un presidente que voló una ciudad entera
—¿Cómo va a recordar la historia a Cristina?
—Todavía me parece que falta para saber cómo. Estamos en pleno proceso, que ya vivimos con otros gobiernos, donde acaban de dejar el poder y la Justicia ahora se anima más a investigar. No hace falta decirlo, no soy kirchnerista, he investigado el kirchnerismo desde el '93, cuando estaban en La Rosadita de Santa Cruz. Dicho esto, me parece que hay que tener mucha mesura para decir "fue el gobierno más corrupto de la historia", cuando hubo un presidente que voló una ciudad entera para esconder las pruebas del contrabando de armas a Croacia y a Ecuador.
—Si te doy dos preguntas para hacer hoy, una a Cristina y otra a Macri. ¿Qué le preguntás a cada uno?
—A Cristina le preguntaría por la sociedad con Lázaro Báez. La corrupción parece un tema de señoras de Recoleta diciendo: "¡Ay, qué horror la corrupción!". No, no, la corrupción mata, la corrupción es Once, la corrupción es Cromañón, la corrupción es la guita que falta en los hospitales. No puede mirar para otro lado, no puede hacer como que no pasa, como que Báez no es su tema.
—¿Y a Macri?
—Y a Macri le volvería a preguntar si realmente cree que tiene un gobierno de "los mejores".
—¿El mejor de los últimos cincuenta años dijo, no?
—Si realmente lo cree. Yo creo que hay grandes falencias en determinadas áreas.
—¿Macri creyó que iba a ser un poco más fácil?
—La Ciudad no es la Argentina. Desde ese punto de vista, tuvo cierto nivel de ingenuidad. Vuelvo sobre esto, sobre cuánto sabía o si no se equivocó en el propio análisis de lo que recibía. Me molesta la sorpresa de algunos, de decir: "¡Ay, con lo que nos encontramos!".
—¿Te quisieron comprar desde la política?
—No, nunca.
A continuación la entrevista completa: