Susana Blois nació en 1944, en una época en que ser lesbiana era considerado una enfermedad. Su vida fue, por supuesto, muy diferente a la de muchos jóvenes occidentales que hoy asumen su orientación sexual desde la adolescencia y viven como lo que son, sin demasiados conflictos. En aquel momento, Susana no vio otra opción más que subirse al "tren de la normalidad", como ella lo llama: se recibió de psicóloga, tuvo un marido y dos hijos. Pero los años empezaron a pasar y en un momento de su vida entendió que ya no tenía tanto margen de tiempo para decidir si iba o no a vivir como quería: estaba por cumplir 70 años.
Es martes, son las ocho de la noche y llueve desde hace horas. Tres mujeres, todas de unos 70 años largos, suben por la escalera caracol. Lo hacen con cuidado, para no resbalarse: una caída a esta edad podría terminar con una rotura de cadera. Es de noche y llueve así pero nunca faltan. Lo que hay al final de la escalera es un taller de reflexión para lesbianas del primer Centro de jubilados lésbico- gay del país, en San Cristóbal. Es parte de Puerta Abierta a la Diversidad y funciona desde 2010.
Tiene las puntas de las botitas de gamuza mojadas y repasa su vida con tranquilidad, relajada en un sillón. "Yo siempre conocí mi inclinación sexual hacia las mujeres pero en esa época estaba instalado de que era algo malo. Así que con mi homosexualidad hice un paquetito, me la guardé y nunca nadie se dio cuenta", arranca ella. "Me casé a los 21 años, tuve a mis hijos y nos fuimos a vivir a un pueblo muy conservador, en Entre Ríos. Allá, unos 15 años después, conocí a una mujer: la primera mujer con la que estuve en mi vida".
Susana empezó a "ejercer" su homosexualidad a escondidas, "no salí abiertamente del closet": sus hijos lo fueron viviendo como algo natural, pero en su consultorio, en la escuela especial en la que trabajaba y en las reuniones familiares con sus primos "yo lo resguardaba. Nadie me preguntaba y yo tampoco lo explicitaba. Era una verdad a medias, como el secreto de Polichinela: todos lo saben pero nadie lo dice".
Con el paso de los años, Susana se fue dando cuenta de que "la censura venía más que nada de ella misma. En el fondo, sólo es el temor al rechazo, a no ser aceptada. Es algo muy común en la gente de nuestra edad porque se nos educó diciéndonos que la homosexualidad era una patología". Lo que cuenta no es una manera de decir: recién en mayo de 1990 la Organización Mundial de la Salud eliminó la homosexualidad de su lista de enfermedades psiquiátricas que, por lo tanto, podían ser curables.
Susana vivió 35 años con esa verdad a medias. Pero cuando dejó Entre Ríos y volvió a La Plata -ya con más de 65 años, sin pareja y con dos hijos grandes- cayó en la cuenta de que había dos caminos: decir "a esta altura de mi vida no voy a andar rompiendo moldes", o lo que efectivamente pensó: "Tengo un deseo y ya no tengo toda la vida por delante. Soy una mujer grande y quiero permitirme vivir de la manera que quiero vivir".
Así, hace cuatro años empezó a venir al grupo y a escuchar a otras mujeres que estaban en su misma situación . "Y gracias a este grupo pude hacer mi salida total del closet", dice, emocionada y con un gesto de agradecimiento. Susana siguió observando que la represión era más bien de ella: cuando le contó a sus primos todos dijeron "ah, si me imaginaba" e incluyeron en la familia a quien era su novia.
Con su nieta, que está por cumplir 15 años, tampoco hubo problemas. "Cuando ella preguntó por qué la abuela dormía con otra mujer su papá le dijo 'porque son una pareja y se quieren mucho'. Listo. Cuando uno educa a quienes tiene cerca sin prejuicios todo se hace un poco más fácil".
Graciela Balestra, a su lado, sonríe con orgullo y asiente. Es psicóloga y coordinadora de Puerta Abierta y cuenta que al grupo "empezó a venir mucha gente de más de 60, 70 años, incluso de 80 también. Casi todos los martes viene una mujer nueva, gente que a lo mejor nunca se animó a vivir su homosexualidad", cuenta. Las sillas alrededor le dan la razón: hay más de 15 preparadas para las mujeres que están por llegar.
"Hay mujeres que hicieron una vida heterosexual pero también hay otras que no tuvieron pareja nunca, que vivían solas con la madre y cuando la madre muere, sienten que tal vez es hora de cambiar sus vidas. Hay mujeres que estuvieron 20 años con otra mujer, como si fueran amigas, enviudan y, como nadie lo sabe no pueden ni siquiera compartir su dolor", sigue. En Puerta Abierta hay grupos para mujeres y también para varones.
Algo de lo que cuenta muestra la película Beginners, en la que un padre de 75 años (Christopher Plummer) decide que llegó la hora de asumir que es gay. Lo hace una vez que muere su mujer, tras 44 años de matrimonio, y cuando se entera de que tiene un cáncer terminal. Su hijo (Ewan Mc.Gregor) lo ve con su nuevo novio y dice: "Nunca lo vi tan feliz".
Balestra marca, a grandes rasgos, dos momentos: cuando empezó en Puerta Abierta, hace 17 años, y ahora. "Antes había muchos jóvenes viendo cómo salir del closet. Hoy no, son todos mayores", cuenta Balestra. Lo que cuenta con respecto a los jóvenes y a que "salir del closet" ya no es para ellos algo tan conflictivo se puede ver incluso en las ficciones: en la serie de Netflix "13 Reasons why", hay dos varones gay de 17 años entre los protagonistas y una pareja de hombres adultos que tuvieron una hija (la chica sí reniega de ser también gay). Lo mismo sucede en la serie catalana Merlí. Hay dos varones gays en el aula: a uno de ellos, lo ayuda a salir del armario su propio padre.
"A los adultos mayores les cuesta más. Fueron tantos años de silencio que empezar a hablar y animarse no es fácil. Lo que por lo general dicen es: 'todos me conocen de una manera, no puedo pasar de golpe a ser de otra'. Pero cuando empiezan a venir, dejan de sentirse solas, dejan de sentirse las únicas mujeres mayores lesbianas en el mundo", cuenta Balestra. Susana acota: "Hay que sumar que somos una generación muy reprimida en cuanto a la sexualidad, como que la gente adulta no tiene sexo, sean hetero u homosexuales", agrega. Las críticas que le cayeron al presidente Mauricio Macri esta semana por resaltar que los "abuelos" de un geriátrico "estaban como locos bajando pornografía" dan cuenta de ese prejuicio.
"Poder ser quien soy abiertamente fue algo muy tranquilizador", dice Susana. "Y ahora me siento coherente, tengo la sensación de que la vida transcurre de otra manera". Su apertura paulatina, sin necesidad de que en su entorno y en su familia fuera percibido como una bomba, alivia y orienta a las otras mujeres que están en la misma situación. Y cuando piensa en las mujeres que están donde estaba ella hace algunos años, dice: "Les diría que se tomen el tiempo que necesiten y que traten de escuchar las otras experiencias para perder los miedos. La ganancia, del otro lado de ese miedo, es vivir tranquila, a gusto, convencida. No hay mucho más margen de tiempo para seguir privándonos de cosas".
Una escena, en la película Beginners, habla de eso. Mientras el protagonista -el hombre de 75 años- baila con su nuevo novio en el living de su casa, una voz en off dice: "Generalmente, para cuando eres real, la mayoría de tu pelo se ha caído. Tu vista te ha abandonado y se aflojan las articulaciones. Pero estas cosas no importan para nada, porque eres real".