"Cada uno tiene su propio Everest", reza un fragmento de "Los Padecientes", best seller de Gabriel Rolón, y abre las puertas a todos los infiernos.
Bejamín Vicuña tuvo sus Everest en la vida. Escaló, cayó, se sintió abrumado, se sobrepuso. Detrás de esa timidez que no puede disimular, hay un hombre que se anima a ponerle el cuerpo a todo.
Hoy confiesa que está ansioso porque el film, basado en el exitoso libro, se estrena el 27 de abril: "Falta nada", dice. Será su estreno número quince en la pantalla grande, pero él lo vive con la misma intensidad que el primero.
"Es una película que atrapa, con grandes personajes que van creciendo minuto a minuto", cuenta sobre la película que protagoniza junto a su pareja, María Eugenia Suárez, Pablo Rago, Ángela Torres y Nicolás Francella.
En "Los Padecientes" se pone en la piel de Pablo Rouviot, un reconocido psicólogo que viene de una ruptura amorosa turbulenta. El desamor lo ha convertido en un hombre taciturno y solitario. Hasta que una noche llega una joven (la China) quien le pide ayuda para demostrar que su hermano no asesinó a su padre.
El thriller psicológico propone recorrer los senderos sinuosos de la mente en busca de la verdad. Infobae le propone al actor chileno una entrevista de diván. Y él se anima. Comencemos.
—En la película aparece "la verdad". Me anoté una frase: "Nadie puede ser completamente feliz sino al costo de una cierta ignorancia". ¿Acordás?
—Ese es el gran planteo que tiene, la tesis del personaje también. Hay una vocación de verdad, una búsqueda de verdad. Y en un momento también los protagonistas se enfrentan a este dilema: si realmente es necesaria la verdad, si muchas veces ignorarla te hace feliz, si va de la mano de la felicidad o va de la mano de alguna manera de tener que esquivar, obviar u ocultar la verdad.
—¿Y en lo personal cómo es?
—Hay verdades dolorosas, hay verdades que cuestan vidas, hay verdades que cuestan relaciones. Sin embargo, yo en ese sentido empatizo con el personaje. Creo que es clave, que es fundamental, independiente del daño que haga.
—¿No hay verdades que prefieras desconocer?
—No, en mi caso, no. Y en el caso de la película, de Pablo Rouviot, esta verdad puede traer serias consecuencias para uno de sus personajes. Es ahí donde finalmente es un dilema y un debate moral. Este personaje es un superhéroe de la moral, de la verdad, de la ética.
—¿Vos sos así de fuerte en tu moral?
—Yo no soy nadie, yo soy una persona que tengo mi formación, que tengo mis dudas, que tengo mis miedos al igual que todos. Estoy lejos de ser el superhéroe, de ser el Pablo Rouviot que la gente conoce de este libro maravilloso. Al igual que vos, al igual que todos los que están aquí en la redacción, me imagino que soy una persona que constantemente estoy tratando de ser mejor persona, de lidiar con mis problemas, con mis limitaciones.
—¿Cómo fue la experiencia de trabajar con tu mujer?
—Maravilloso, tuvimos la suerte de compartir este proyecto, los dos fuimos convocados muchísimo antes, un año antes de que nos conociéramos. Es un libro que nos apasiona. Fue muy bonito transitar este viaje juntos. Fue hermoso.
—¿Se puede repetir?
—Sí, eso espero.
—Hace poco ella dijo que sos genial haciendo imitaciones. Podés elegir si preferís hacer imitaciones en vivo ahora o si querés decirme en qué es genial ella.
—Me da mucha vergüenza. Sigo siendo muy tímido, es algo que no he superado. Ella tiene mucho talento a la vista, canta increíble, baila muy bien y también imita a varios personajes. Así que ella podrá subirlo a Instagram, voy a hacer una campaña para que empiece ya a subir cositas (risas).
Las críticas duelen, el que no te diga eso es un soberbio y una persona que no aprende
—¿Siempre fuiste tan tímido o tuvo que ver con la fama?
—No, no, siempre, desde chico. De hecho, es una paradoja la actuación, una cosa tan expuesta, el escenario, las luces. De chico sufrí muchísimo la timidez. Luego en los talleres de teatro encontré una voz. El deporte también me ayudó mucho, pero es algo que sufrí. Veo ahora a mis hijos que, gracias a Dios, ninguno tiene ese tema para socializar o para estar con otros niños.
—¿Qué sí querés que tengan de vos?
—La pasión, el amor por las cosas, por la vida, la alegría. Ser buenas personas, ser alegres, ser buenos amigos. Lo son, así que con eso estoy.
—¿Qué es lo que más disfrutás como papá?
—Con ellosla risa, la imaginación que tienen, la capacidad de juego.
—¿Tenés ganas de tener más hijos?
—¿Sabés que no sé si pasa por las ganas o no ganas? Lo he demostrado con los hechos: tengo cuatro hijos. Son lejos lo más trascendental, importante, lindo que hice y que conocí en la vida. No es algo de "querer" como una cosa de consumo. No pasa por ahí. Pero sí, el amor se transforma y se transforma en estos niños maravillosos, y sí, soy joven, tengo 38 años, por supuesto que es algo que puede pasar y que es feliz que pase.
—Creés en la reencarnación, ¿cuál considerás que era el aprendizaje que te tocaba en esta vida?
—Sería demasiado soberbio, ya estaría dando mi vida por terminada si te dijera que aprendí para lo que vine. Pero estoy en eso, en una evaluación constante, atento. Sin duda, creo que tiene que ver con el amor, con el desapego, con la trascendencia, con darles el valor suficiente a las cosas y a las metas. Entender que ni el éxito ni el fracaso te pertenecen. Hay algunas cosas que he ido asimilando pero creo -y espero- que me falta mucho todavía.
—Tengo una frase tuya que dice: "Hay una distorsión de mi figura con muchas cosas que se dicen y que no son reales. No soy el más buen mozo, no soy al que le va bien con todas". ¿Hay una mirada de tu persona distinta de cómo vos te sentís?
—Sí, más que mi propia mirada, creo que somos todos conscientes de que los medios generan una distorsión también de la imagen, de tu ser y de quién sos. En ese sentido, lo más fácil es encasillar y hacer una pequeña caricatura o exacerbar los rasgos para poder entender y calificar a las personas. Las personas somos complejas, somos difíciles, tenemos muchos matices.
—¿A lo largo de la vida te han cortado el rostro también?
—Sí, me han cortado el rostro. Sí, por supuesto (risas).
—¿Y alguna mujer fea en el historial tenés?
—Sí, por supuesto (Risas).
—¿Las críticas duelen?
—Las críticas duelen, por supuesto, el que no te diga eso es un soberbio y es una persona que no aprende. Las críticas duelen, construyen, te ayudan a laburar, a ver qué tipo de crítica también: hay que distinguir cuando hay un ataque ridículo, sin fundamentos, con errores de ortografía, uno también sabe ubicar las cosas y los comentarios.
—¿Hoy los sueños por dónde pasan?
—Por vivir y estar atento al presente. No construir ni instalarse en el pasado ni en el futuro ni en la ansiedad. Vivir el presente. Poder disfrutar un presente súper privilegiado, estrenando una película, con mis hijos, con amor, con mi familia.
—¿A qué le tenés miedo?
—Básicamente, al sufrimiento y al dolor de personas que uno quiere y ama, al sufrimiento de los hijos. Esos son los mayores fantasmas.
—No al propio.
—No. En ese sentido, así como con la muerte, que mucha gente se obsesiona por ella, yo no tengo una mirada particular… Tiene que ver con lo que he vivido quizás. Si algo bueno puedo tomar de la experiencia que he tenido en la vida, es que sé que no le tengo miedo a la muerte (se conmueve).
—Te saco de ahí. ¿Qué te enoja?
—El egoísmo que se ve reflejado en el tráfico, un tipo que se te cruza, irresponsable manejando, tampoco soy un asesino en serie, pero me molesta. Ese egoísmo que se ve reflejado en cosas estúpidas cotidianas como que un tipo se te cruce y se te meta en un estacionamiento que estás ahí esperando, que son estupideces. Hasta grandes demostraciones de egoísmo que uno ve o lo que sucedió el otro día, que te genera indignación, con el hincha en la cancha de fútbol. Cada día me molesta más lo que está provocando el fútbol.
—¿Vas a la cancha?
—He ido. Voy en Chile y acá he ido, he estado en el estadio de Racing, que es maravilloso, en Boca…
Sería un tremendo retroceso que se intervenga el INCAA y se pierda ese capital que se ha logrado durante años
—¿Y a los chicos los llevás?
—Sí, los llevé. Los he llevado varias veces a la cancha. No me da miedo, pero la verdad es que todo esto que está pasando te genera una contradicción.
—Esta semana se discutió mucho en la Argentina la situación del Incaa. No sos argentino pero filmás acá, ¿tenés opinión al respecto?
—Sí, claro que tengo opinión. Conozco al implicado, a [Alejandro] Cacetta, es un tipo ejemplar, es un gran profesional y un amante del cine. Como vos mencionás, tengo mi residencia, he trabajado mucho acá. Me considero una persona que vivo hace diez años y sufro y me alegro por las cosas que vivo acá en Argentina. Por lo mismo, comparto el orgullo del instituto: el INCAA y la subvención ha sido increíble para fomentar esta industria fuerte, robusta, que tiene hoy la Argentina. Obviamente, ante este tipo de amenazas es normal que se reaccione, incluso a veces se sobrerreacciona por miedo a perder algo por lo que se ha luchado durante generaciones. Sería un tremendo retroceso que se intervenga y que se pierda ese capital que se ha logrado durante años.
—Hubo una unión muy importante de la indusutria en contra de la medida.
—Eso te habla de la solidaridad, de lo bien que se están haciendo las cosas. De lo pujante también de la industria. Y de tratar de que -ojalá- no se intervenga; como se dice, que el diablo no meta la cola ahí y poder seguir en ese rumbo, en ese camino.
—En breve empezás a ensayar Evita, la obra de Copi que estrenan en julio. Ya generó alguna polémica y cuando debutes, probablemente se vuelva a despertar esta controversia, porque es una obra que provoca emociones. ¿Qué te genera eso?
—¿Qué me pasa? Lo ubico en su lugar, es una obra de teatro. Es un espectáculo de Copi, que es un autor que, como bien decís, genera ese nivel de polémica; es un provocador. Se toca un ícono político y un tremendo referente que también genera ruido, y es algo que divide y que a la vez también genera conflicto. Como actor me gustan los desafíos, me gusta el riesgo. Para mí es un honor interpretar a ese personaje y estar en el Cervantes, un teatro con tanta historia. Así que nada, eso te puedo decir, que me fascina el teatro, me fascina, creo que es mi lugar.
—¿Pero te gusta más el teatro que el cine y la televisión?
—El cine es de los directores, la televisión es de los productores y el teatro es de los actores. El teatro es un lugar en el que me siento cómodo, tengo mis salas de teatro también, sé lo que significa, sé lo que es la gestión en pequeña escala, sé lo que es buscar un autor, reunirse con un grupo de amigos, poder llevar adelante eso en diferentes escalas. Creo que el teatro tiene eso, es vivo, no te lo quita nadie, no tiene retenciones. Es maravilloso.
El cine es de los directores, la televisión es de los productores y el teatro es de los actores
—Copi tiene esto de llevar a los personajes a un extremo y de satirizar desde ahí a la política. ¿Cómo te caen a vos los políticos en general?
—Hoy los políticos en general y en todas partes están sufriendo de una crisis, un desprestigio feroz. Sin embargo, es un rol necesario y hay grandes políticos. Hay personas que han luchado por construir un país y un mundo más justos y con igualdad. En ese sentido, es algo que vivo con cierto desencanto, pero sé que son necesarios y fundamentales. Pero uno no se puede quedar con el desencanto, hay que tratar de encontrar un lado positivo y ahí lidiar.
—¿No te propusieron nunca algún rol activo en la política en cultura?
—En algún momento sí, pensé en la política porque es algo que me apasiona, me gusta, pero creo que es un camino… El volver después a la actuación es un camino casi sin retorno, es difícil.
—En la Argentina hay algunos ejemplos de actores-políticos que lo han hecho muy seriamente.
—Sí, se puede. Pero en mi caso creo que existen también otras formas de hacer política, desde la elección de un texto hasta un trabajo, pasando por el rol que tengo como embajador de Unicef. Ahora estamos haciendo una campaña por los niños de Siria y es una campaña que me gusta, que me motiva. Eso es hacer buena política, tratar de cambiar el mundo más que a veces la politiquería o las peleas, las rencillas, el odio, todo esto que viene asociado a la política y que es muy pesado.
—¿El tiempo libre que te queda en qué lo disfrutás?
—El otro día andaba con unos collares, una cruz que tengo, y alguien me preguntaba: "¿Por qué tienes eso?". Y yo digo: "Para acordarme quién soy". Trato de conectarme con mis afectos, con quien soy, con el amor que me rodea, estar. Cuesta tanto… Hacer deporte también me gusta. Consumo ficción, me gusta ver series, soy un gran fanático de series.
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—¿Te llevás bien con vos en esos ratos libres que te permitís?
—No, más o menos.
—¿Por qué?
—Porque sí, hay que abrazarse, hay que quererse, hay que perdonarse, pero son caminos lentos, difíciles.
—¿Hay muchos arrepentimientos?
—Sí, hay mucha evaluación y me exijo demasiado también. En ese sentido es bueno, porque significa que estoy en una evolución, pero es agotador. Hay que quererse, hay que perdonarse, hay que asumirse también y en lo posible ver qué se puede ir mejorando si realmente hay algo que te hace mucho ruido y que te duele.
—Si hablamos en cinco años y salió todo genial, ¿cómo te voy a encontrar?
—No tengo escenarios, nunca los tuve. Esa es la gracia también. Trato de estar presente, de estar, de ocuparme hoy de lo que me pasa y de no instalarme ni en la nostalgia ni en el futuro ni en la ansiedad. Voy a estar más plantado, voy a estar mejor para enfrentar la vida, que es un misterio en realidad… cada día te sorprende.
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Agradecimiento: Paula Balmayor, producción de vestuario; Sofía Diez, peinado y maquillaje