"En la Argentina se exagera todo, se habla de 30 mil desaparecidos, para mostrar un país tan dividido como éste, cuando lo que uno esperaría es que se piense en consolidar una comunidad", dijo a Infobae el doctor Jaime Malamud Goti, ex procurador de la Corte Suprema de Justicia y experto en Justicia criminal, que trabajó para varios organismos internacionales en países que vivían transiciones similares a la nuestra. Junto a Carlos Nino, fue uno de los que diseñó, en 1983, la implementación, durante la gestión de Raúl Alfonsín, de su política respecto a la violencia de los 70.
A contramano del absolutismo de la "Memoria" instaurado en la Argentina durante la larga década kirchnerista, en muchas experiencias de transiciones de la dictadura a la democracia o de la guerra civil a la paz en diversos países del mundo y en distintos momentos, se ha optado por otro tipo de soluciones, igualmente válidas y en muchos casos más fructíferas.
Se acaba de publicar la edición en castellano de un ensayo del historiador y periodista estadounidense David Rieff, cuyo título adelanta la polémica: Elogio del Olvido (Debate, mayo 2017). La memoria histórica, a veces, causa más daño que el bien que persigue: tal es una de las tesis del autor, que se consagra a rebatir una muy citada frase del filósofo hispano-estadounidense George Santayana: "Los pueblos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo".
En cada situación hay que preguntarse qué sirve más a la paz: el olvido o el recuerdo (David Rieff)
En declaraciones al diario El Mundo, David Rieff dijo en cambio que, "en cada situación", hay que preguntarse "qué sirve más a la paz: el olvido o el recuerdo". Y agregó: "En cualquier caso, hay que separar ambos de la moral. Tengo una visión pragmática y creo que ni el recuerdo ni el olvido deben de ser vistos como imperativos éticos".
Una frase que, nuevamente, contrasta con el credo que los organismos de derechos humanos pregonan en Argentina: la memoria como un valor absoluto al que hay que sacrificar todos los demás.
"Yo prefiero la paz a la justicia y no acepto el argumento equivocado del movimiento de los derechos humanos a nivel internacional", sostiene Rieff que, aclaremos, no está debatiendo con la Argentina, pero sí con un consenso más o menos explicitado de que el "olvido" y el "perdón" son malas palabras y que lo único moralmente aceptable y justo es recordar y juzgar.
En su libro Rieff repasa algunos de los conflictos y transiciones en el mundo como el de Irlanda del Norte, la Guerra Civil española, la ex Yugoslavia, el Holocausto y hasta los atentados del 11-S contra las Torres Gemelas. Su conclusión, según reseña el editor, es que "la memoria colectiva no es tanto un imperativo moral como una opción; la memoria histórica puede ser tóxica y, a veces, lo correcto es olvidar".
En los Balcanes, casi cualquier paz, no importa lo injusta que fuera, era infinitamente preferible (al) incesante castigo de la muerte (Rieff)
Precisamente, es a partir de lo sucedido en la ex Yugoslavia, que Jaime Malamud Goti reflexiona sobre esa experiencia y la compara con la de Argentina: "Lo que me llamó la atención en Yugoslavia fue que la mayoría de la gente que estuvo en contra de Tito y que luego se opuso a las políticas raciales de Slobodan Milosevic decía 'aceptamos que hubo crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra, y demás, pero no podemos aceptar que haya habido genocidio y, en un tono más privado, agregaban que no podían aceptar esa idea porque no se puede reconstruir una comunidad sobre la base de que un segmento de ésta haya sido eliminada por razones religiosas étnicas o raciales".
Rieff, que fue corresponsal de guerra en los Balcanes, afirma que cualquier paz era preferible en esa región: "Casi cualquier paz, no importa lo injusta que fuera, era infinitamente preferible a lo que parecía el incesante castigo de la muerte, el sufrimiento y la humillación".
Algo similar sucedió en Ruanda, al concluir la guerra entre hutus y tutsis, y donde nadie dudaría que hubo un genocidio. El imperativo de reconstruir la nación fue antepuesto a juicios que hubieran obligado a condenar a decenas de miles.
Existen otros ejemplos en el mundo de un tipo de olvido que permite orientar las energías a la construcción de un futuro común. Un caso emblemático es el de la reconciliación franco-alemana en la posguerra que hizo posible la construcción de la Unión Europea.
Entre memoria y olvido, Rieff afirma que prefiere lo segundo. Y pone como ejemplos los acuerdos de paz de Viernes Santo en Irlanda, o los de la Transición española, condensados en los Pactos de la Moncloa, la Paz de Dayton de 1995 en la ex Yugoslavia, todos procesos en lo que fue preferible olvidar el pasado y dejar pendiente la justicia.
Rieff cree además que la Memoria colectiva o "histórica" es selectiva, incluso arbitraria, tiene réprobos y elegidos, rescata algunos acontecimientos y sepulta otros, y cambia según la conveniencia del momento.
Cuando un país vive una situación de conmoción interna que divide la sociedad y llega a la violencia, siempre hay que adoptar alguna solución política (Julio M Sanguinetti)
Como era de suponer, David Rieff se inspira en el pensador francés Ernest Renan y su célebre ensayo de 1882 ¿Qué es una Nación?, donde éste sostiene que "el olvido" es "un factor esencial de la creación de una Nación".
Pero no necesitamos ir tan lejos en el tiempo ni en el espacio para encontrar este tipo de reflexiones. Julio María Sanguinetti, el presidente uruguayo que encabezó la transición democrática de ese país, después de 12 años de dictadura, decía en 2005, en una columna en el diario La Nación: "Cuando un país vive una situación de conmoción interna que divide la sociedad y llega a la violencia, siempre hay que adoptar alguna solución política que permita superarla. España salió de la dictadura de Franco sin revolver las atrocidades de ese período; en Francia, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se desataron juicios que apuntaban a una represalia, De Gaulle cortó también esos procesos. Es decir, luego de grandes conflictos normalmente no hay otra salida que leyes de esta naturaleza [amnistías] que por eso están previstas en todas las constituciones democráticas".
Y concluía: "Los países pueden construirse a partir de sus recuerdos y también de sus olvidos o perdones".
Si se duda de las trampas de la memoria como dogma, basta un sencillo ejemplo. Hubo indignación por la reivindicación de la lucha armada en un discurso en el último acto de los organismos de derechos humanos en conmemoración del golpe de Estado de 1976 en Plaza de Mayo. Pero nadie reparó en el hecho de que, entre los nombrados, grupos que supuestamente lucharon contra la dictadura, figuraba el Partido Comunista que, como lo denunció el propio Rodolfo Walsh en sus escritos, fue un activo defensor del gobierno de facto de Jorge Rafael Videla.
Como bien señala David Rieff, muchos Estados anteponen otros valores, un bien superior como el interés nacional, a un juridicismo del tipo que aplica en Argentina. Eso también es hacer justicia.
Aquí hemos visto en algunos casos a los mismos legisladores que habían votado las leyes de Punto Final y Obediencia Debida votar luego su derogación. Como lo admitió uno de ellos -cuyo nombre piadosamente se omitirá, ya que de olvido se trata en esta nota-, cuando, sin temor a las contradicciones, dijo en el recinto: "Hoy los radicales estamos aquí para derogar lo que sirvió en su momento para sostener la democracia".
También Luis Moreno Ocampo, fiscal en el juicio a las Juntas, reconocía que esas leyes y las medidas que tomó Carlos Menem fueron un aporte a la democracia: "Hoy ningún país de América Latina tiene resuelta tan bien la integración de las Fuerzas Armadas como la Argentina y hay que reconocer que los indultos, aunque fueron dolorosos, colaboraron en esto. Con los indultos se logró lo que se intentó con el Punto final y la Obediencia Debida".
Rieff niega que la memoria histórica sirva para aprender de los errores pasados, "puesto que nada sabe hacer mejor el humano que inventar épicas de guerra que den sentido a su existencia", dice el artículo citado. Los argentinos lo sabemos muy bien.
Finalmente, interrogado sobre el caso de los crímenes del grupo terrorista vasco ETA -que se apresta a disolverse definitivamente-, David Rieff dijo: "Una víctima de ETA puede decir: no me importa la paz, me importa la justicia, muy bien. Pero esa decisión compete a toda la sociedad española, las víctimas no pueden ser los únicos árbitros de lo que deba suceder en el País Vasco. La sociedad es la que debe decir qué es lo más importante, si poner en riesgo la paz o primar el daño de las víctimas".