Llegó la hora de arrancar la mala hierba para que la semilla de la verdad pueda germinar y salga a la luz del sol. Dios está de mi parte. Lo que el pueblo argentino supo o cree saber sobre mí no es más que una "leyenda". Son habladurías de una prensa sensacionalista que encontró en el escándalo la tierra fértil para vender mi caso, o la sola mención de mi apellido al servicio de la comidilla. A todos les digo: no existe el asesino Robledo Puch. No existe el mayor asesino serial de la historia criminal argentina. No soy el monstruo que inventaron.
La epopeya que persigo tampoco es la de lograr mi miserable libertad física y personal. La epopeya que perseguiré hasta mi último hálito de vida será la de luchar para conseguir la libertad de los argentinos. Mi sueño actual, por el cual vivo, es suceder a Perón. Empezaré desde abajo: quiero hacer el llamamiento a la juventud argentina para que ella construya la nueva revolución peronista. Lamentablemente no ha quedado un solo ladrillo que sea peronista. Si no actuamos a tiempo, el país será para los extranjeros. No podemos permitir eso. La única verdad es la realidad. ¡Viva Perón, carajo!
Sin ser alarmista, creo que si nosotros seguimos así, es muy factible que en un breve tiempo nos invada una potencia extranjera y que por tratarse de una potencia, ¡¿quién le va a decir algo?! O seremos esclavos de esa potencia o de los cipayos de siempre.
Me llamo Carlos en homenaje a un compañero de colimba de mi padre que tiempo después fue mi padrino. Es un nombre de origen germano que significa hombre fuerte, poderoso y llano. Eduardo quiere decir: el que espera riquezas. Eso en mi caso es imposible: nunca tuve riquezas; ni tendré. Soy absolutamente pobre. El apellido Robledo es castizo, de Castilla La Vieja, de las montañas de Burgos. Mi viejo una vez me enseñó algo que le transmitió un amigo suyo. "Piensa mal, acertarás". He descubierto cuánta razón tenía.
Soy un adulto idealista, peronista de Perón, por herencia. De pibito escuché la marcha peronista desde la cuna. Para la hazaña que me propongo, necesito tener todos los libros escritos por Perón porque los voy a utilizar para volver a estudiar el ideario peronista. Los grabaré en casetes, ya que se aprende mejor y todo queda más grabado cuando nos escuchamos a nosotros mismos. En 1974 tuve en mis manos (prestadas, para que las leyese) las publicaciones de los libros de Perón, editados por la imprenta de la Presidencia de La Nación, que eran libros de cuadernillos cosidos y de encuadernación prolija, con papel brilloso y letras grandes y claras, de tapa y contratapa plastificadas, en azul y blanco. Recuerdo que en cada tapa tenían el escudo nacional estampado sobre relieve, como si fuera un sello personal. Eran libros hermosos. Lástima que los tuve que devolver.
De Perón he leído todos sus libros (los que él escribió y los que otros escribieron sobre él). Su doctrina justicialista es lo más parecido a los Santos Evangelios. El tiempo urge. El deseo que tengo es el de convocar a los argentinos para hacer la nueva Revolución Peronista, del modo que la hubiera impulsado el propio Perón. Siento que él me hubiese elegido a mí para reemplazarlo. Lo haré con mano de hierro porque hay que depurar el movimiento y expulsar de su seno a los elementos extraños para que sea genuinamente peronista. Hay que volver al peronismo de Perón. Un partido que sea auténticamente nacional. Sin vendepatrias ni traidores.
No podemos renunciar a la lucha, porque "la vida es lucha". Ya sabemos: "Quien renuncia a la política, renuncia a la lucha; y quien renuncia a la lucha, renuncia a la vida, porque la vida es lucha", dijo el gran Perón.
Hago un breve alto y paréntesis para decir que estoy sin dormir, porque tuve una noche de crisis asmática. Además aún no he comido. Mientras escribo usando todos los dedos (estudié en las academias Pitman), miro las noticias por televisión. Puedo hacer las dos cosas a la vez, porque lo he heredado de mi padre, quien estudiaba cuando cursaba el bachillerato con la radio encendida a su lado. Es decir: estoy escuchando y prestando atención, mientras que con la otra parte del cerebelo leo y analizo lo que estoy escribiendo y lamentablemente quien lea esto no podrá apreciarlo, pero escribo muy velozmente. Por lo general, las palabras y las frases me brotan espontáneamente. Escribir alivia el dolor del alma. En este momento hay un silencio absoluto en el pabellón y no se escucha ni el vuelo de una mosca, pero escuchar el tipeo de la máquina es algo encantador. Yo soy mecánico de alma y el ruido del tecleo de la máquina es algo que te mantiene despierto si te estás durmiendo de sueño. Me conformo con las cosas simples: la comodidad y el lujo o el "tener de todo" no es la libertad.
Desde niño o pibito he sido testigo de la maldad. Yo provengo de otra clase de sociedad. Con la sistemática destrucción de la familia y de las fuentes de trabajo, cundió la inmoralidad, que es la peor de las pestes de nuestro siglo. Los buenos que quedan son la minoría. Hasta no hace mucho tiempo yo creía que la mayoría de los que componen esta sociedad todavía eran la parte mejor, pero eso ha ido cambiando muy rápidamente, porque se ha multiplicado la maldad, se han perdido todos los códigos que antes había, de cómo debía vivirse en sociedad. Antes, todo un vecindario se conocía. Hoy día, no se dan a conocer y entre vecinos ni se saludan. Y eso ahora es común. Imagino que la vida afuera de la cárcel debe ser difícil porque debe costar ganarse el pan de cada día. Esa es la principal preocupación de la gente de nuestros días. Antes no era así, porque se vivía de otro modo y porque los ingresos alcanzaban. Hoy no hay dinero que alcance, y si encima hay que mantener a toda una familia… Pero por esa falta de confianza que existe entre la gente, la vida se ha hecho mucho más difícil. Conozco a las personas y puedo decir que la hipocresía es una costumbre humana, sin la cual no habría vida social posible. ¡Hoy no podés creer en la buena fe de nadie!
La sociedad no me tiene en cuenta para nada. Ninguno de los que me conocen (lo más extraordinario es que hablo de presos y de personal penitenciario) me ve como a un asesino. Es que también muchos de los más viejos saben bastante de la fábula que tejieron conmigo. Y este es otro mundo. Acá se tiene mucha experiencia y conocimiento de las personas. Ayer gané seis partidas de ajedrez al hilo. Hoy jugué sólo dos. La primera, que la tenía ganada, la perdí a lo último por "cancherear" (encerré a mi rey). La segunda la gané. Mañana seguiremos jugando, como siempre.
Soy un hombre henchido de orgullo, al que le encantan los desafíos, las contrariedades, los problemas a resolver o a vencer. Por eso me gusta jugar al ajedrez. No necesito que nadie me humanice. Soy consciente de la clase de hombre que soy; el mismo que alcanzó a decirle y escribirle a su padre: "La historia me justificará".
Los jueces me niegan la posibilidad de reinsertarme. ¿A qué sociedad volvería yo? ¿A la de los piquetes, los escraches, las sentadas, las ocupaciones de los colegios, la de los cortes de ruta? Ahora la gente es capaz de incendiar un tren por una demora. Porque la sociedad que yo integré o que compuse tenía otros valores. No sé cuáles sean los de la actual sociedad. Yo, particularmente, quisiera que volviésemos a la comunidad organizada que esbozó para nuestro bien y propio beneficio el general Perón, que decía: "De casa al trabajo y del trabajo a casa". Esa será la base de mi gobierno. Pero esto no puede cumplimentarlo una sociedad que destruye nuestros de por sí precarios y deficientes medios de transporte público.
Solamente quiero recordar algo que decía Perón: "Dentro de la ley, todo; fuera de la ley, nada". Una vez, nuestro querido general le dijo a un adversario político: "Si cometo un error político, no me critique; pero si cometo un error histórico, le mando que me combata".
Quiero una sociedad sana. Que las personas se casen antes de tener hijos. Aunque algunos me quieran rotular de anticuado, es lindo que el hombre le proponga matrimonio a la mujer. Me importa un comino lo que opinen aquellos que han olvidado los valores que cimentaron nuestra civilización cristiana. Lo primero es el respeto que se le debe a toda mujer. Y no faltarán los que quieran descalificar lo que estoy manifestando diciendo que no es válido porque lo escribió Robledo Puch. Porque pretenden que yo sea lo que ellos quieren que yo sea, o que dicen que soy, y porque vivimos tiempos de malevolencia y de mentira.
En la sociedad que construiré no podemos permitir que se invite a dar un recital a personas como Madonna. La expresión Madonna Santa (en italiano) quiere decir Virgen Santa. Toda esa gente que ha pagado por adelantado casi setecientos pesos para ver en la cancha de River a una actriz porno no es solamente gente necia, es gente que está extraviada. Por la ausencia de referentes y de líderes se rinden y van a los pies de la gran ramera. La maldad se está multiplicando en todos los órdenes y Dios es infinitamente paciente y misericordioso. Se agotaron todas las entradas para ver a Madonna. Dicen sus fans que ella es la cantante pop número uno. Para mí es blasfema y obscena. Canta el tema "Como una virgen" y se lo dedicó al Papa porque dice que Dios la ama. Es una irrespetuosa. En mi nación no habitarán seres de este tipo.
Este artículo es un fragmento del capítulo "Monólogo de Robledo Puch (fragmentos de cartas que le envió al autor)", del libro "El ángel negro", de Rodolfo Palacios (Sudamericana)