La historia de un pequeño comerciante que muestra las increíbles dificultades que afrontan los emprendedores

Cansado de cumplir con mil regulaciones e infinitos aportes gremiales, Martín Bustamante le contó a Infobae lo difícil que es mantener un pequeño local de artesanías con apenas un empleado

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No hace falta tener un máster en administración de empresas para saber que emprender un negocio nuevo en la Argentina es complejo, dificultoso. Sin embargo, hay muchos detalles que pueden parecer insignificantes pero que para muchos pequeños empresarios terminan transformándose en un escollo que los desalienta y los obliga a dejar de lado rápidamente sus sueños.

Cansado de muchas de esas trabas, Martín Bustamente publicó una carta en la que cuenta en primera persona todas las dificultades que enfrenta a fin de mes para que su pequeño local de artesanías pueda subsistir.

Tiene 32 años y un solo empleado. Afuera de su comercio, ubicado en Palermo, flamea una bandera celeste y blanca, y sus visitantes disfrutan las degustaciones de vinos, quesos y otros productos elaborados artesanalmente en el interior del país.

Esa pequeña degustación que ofrece le complicó la vida a la hora de conseguir la habilitación para "vender alimentos". Pero eso es lo de menos: todos los meses cumple con sus obligaciones impositivas, tasas municipales, ingresos brutos, impuesto al cheque e IVA. Como corresponde.

La lista de obligaciones no termina ahí. "Aporto al Sindicato de Comercio, a la Federación de Empleados de Comercio, al Instituto de Capacitación para el Comercio, al seguro de retiro obligatorio La Estrella y cumplo con la desinfección obligatoria sólo con las carísimas empresas habilitadas", explicó en su descargo.

¿Parece mucho para un pequeño comercio de artesanías con un solo empleado? La lista de obligaciones recién comienza. "Tengo reclamos pendientes de Sadaic y de AADI Capif por la música que pongo, bajita. Además de los trapitos en la calle, los grafitis en la fachada y los eventuales robos, entran inspectores verdaderos y falsos, pedigüeños varios, como los recolectores que venden sus bolsas de residuos más baratas que en el supermercado", contó.

Y, con una irónica tristeza, detalló cuál fue la gota que terminó sepultando su ilusión emprendedora: "Recibí una intimación del abogado de gastronómicos reclamando el pago del seguro de vida y sepelio, el fondo convencional obligatorio, la contribución especial y la caja solidaria. También aportes a la obra social de su gremio, bajo apercibimiento de ejecución y embargo".

Infobae visitó a Bustamante en su local, Facón, en la calle Nicaragua. "Me dio curiosidad saber si alguien podía entender todo esto que me pasa. ¿A quién le estoy aportando? ¿Qué les devuelven de todo esto a los artesanos que hacen los productos que yo vendo? Se vuelve una frustración tener que sobrevivir con todo esto que te distrae de tu rubro", graficó.

 

La carta completa:

Busco gremio

Tengo 32 años y un local de argentinidad en Palermo Viejo: Facón. Afuera flamea la bandera celeste y blanca, y adentro vendo ponchos, sillas, trabajos en cuero y otras artesanías. Los visitantes prueban vinos de las bodegas jóvenes con quesos del país, aunque no tengo cocina ni siquiera vendo un choripán. Viajo con mi camioneta a lo más profundo de la Cordillera y visito a los wichis en Formosa para comprar sus artesanías. Tengo un solo empleado, el resto lo hago yo solo. Me costó mucho habilitar el negocio por "vender alimentos": mil regulaciones de la CABA. Pago impuestos y tasas municipales: ingresos brutos, impuesto al cheque e IVA. Aporto al Sindicato de Comercio (SEC), a la Federación de Empleados de Comercio (Faecys), al Instituto de Capacitación para el Comercio (Inacap), al seguro de retiro obligatorio La Estrella y cumplo con la desinfección obligatoria, sólo con las carísimas empresas habilitadas. Tengo reclamos pendientes de Sadaic y de AADI Capif por la música que pongo, bajita. Además de los trapitos en la calle, los grafitis en la fachada y los eventuales robos, entran inspectores verdaderos y falsos, pedigüeños varios, como los recolectores que venden sus bolsas de residuos "más baratas que en el supermercado".

Hoy bajo la guardia: recibí una intimación del abogado de gastronómicos (Uthgra) reclamando el pago del seguro de vida y sepelio, el fondo convencional obligatorio, la "contribución especial" y la caja solidaria. También aportes a la obra social de su gremio (Osuthgra), bajo apercibimiento de ejecución y embargo. No está en mis planes pagar además un abogado. ¡Mis amigos artesanos de Catamarca, La Rioja, Formosa, Chaco y Corrientes no deben ni imaginar los obstáculos para vender sus productos en Buenos Aires! De cada poncho, todos quieren un pedazo, quedan sólo las hilachas.

¿Deberé tirar a la calle las mantas y las sillas materas, como lo hacen con la leche y las manzanas? Yo también quiero un gremio para que me defienda.

Martín J. Bustamante

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