A días de reestrenar Escenas de la vida conyugal junto con Érica Rivas, dirigidos por Norma Aleandro, el actor conversó con Infobae sobre su pareja de la vida real, la pasión por el teatro y la inestabilidad de la carrera.
—¿Qué es lo que más te gusta del teatro?
—La dinámica, qué te pasa a vos. Después está la gente, el espacio, el texto, tu colega, tu compañero, todo lo que conforma al evento. Pero lo que a uno le pasa como actor ahí arriba del escenario no se parece a ninguna otra cosa, es irrepetible. Cada función es un hecho absolutamente aislado, individual, tiene su singularidad. Todos los días aprendés algo nuevo.
—¿Cómo es Norma Aleandro en la dirección?
—Norma es un fenómeno. Me da vergüenza hablar de ella porque es como si uno tuviera que redescubrir a alguien. Tenés que ver lo que es fuera de nuestro país, es un ser impecable, inigualable, es una actriz enorme, una mujer fantástica, con una mentalidad muy abierta. Y como directora es ideal, confía mucho en los actores, lo que te propone es un juego de la confianza.
—Escenas de la vida conyugal tiene que ver con una pareja y las distintas instancias que se atraviesan. Tu pareja con Florencia es una de los más sólidas y que más ha durado en el medio.
—No es una duración en realidad. Es amor. No hay un solo día que no la vea y no sienta exactamente lo mismo. La admiro, la quiero, la adoro, la molesto, soy cargoso.
—¿Qué quiere decir que la molestas?
—La molesto, porque ella es una persona que parece muy cariñosa, pero no es de andar encima del otro; yo sí, yo soy bastante molesto. Soy bastante pesado y ella me viene soportando desde hace mucho tiempo, creo yo, por amor.
—Sos el que de noche quiere dormir abrazado y ella es la que se quiere ir a la punta.
—No, a la noche es ella la que me agarra y se me tira encima. Me molesta ella de noche, pero durante todo el día soy yo.
—¿Con los hijos más grandes cambia la pareja?
—Sí, probablemente. Lo que ocurre es que todavía es muy fresca esta nueva dinámica y si bien es cierto, cada uno vive en su casa y tiene su propio universo, de todos modos somos unos integrantes que tienden a buscarse permanentemente, no se siente todavía esa escisión, esa especie de desgarramiento que he escuchado que puede ser muy doloroso. El Chino se fue a vivir solo hace un tiempo, pero ahora está trabajando en España. Clara tiene su propio universo, pero también viene mucho a casa, porque tiene el taller y anda con un perro nuevo que nos lo deja a nosotros.
Con mi hija Clara soy un pesado, la adoro y la admiro
—¿En qué te sale el papá baboso con Clara?
—En todo sentido, soy un pesado, pobre criatura. La adoro y la admiro mucho, es muy genia, tiene una gran creatividad. Soy muy amigo de ella también, soy bastante compinche, ella sabe que cuenta conmigo para lo que sea, de hecho, me pide cosas de ridículas… El Chino en ese sentido no, es muchísimo más individualista si se quiere, pero tenemos una relación buenísima.
—¿Te gusta que haya seguido tus pasos?
—Hoy sí me gusta, en su momento fue un momento de cierto escozor, porque la pregunta pendiente, flotante en el aire, era: ¿Será sólo una intención o tendrá la vocación y capacidad? Las distintas posibles respuestas modificaban mucho el panorama. Si era sólo una intención o una incertidumbre, podía ser que se sintiera frustrado. Afortunadamente lo que ocurrió es que era su vocación, eligió su propio camino, con sus propias herramientas y lo está haciendo de la forma que a él le parece en forma absolutamente inconsulta. Para mí es un honor y un orgullo que el tipo haya elegido, porque lo que quiere decir es que algo lo sedujo de la profesión, del oficio de su padre, pero eligió hacerlo a su manera.
—Si salimos de los premios dentro de la carrera, ¿qué galardón sentís que te tendrían que dar en la vida?
—No, no merezco más de lo que tengo porque tengo demasiado. Soy demasiado reconocido, demasiado considerado, demasiado… Nadie tiene ninguna deuda en ese sentido, al contrario, soy un privilegiado en muchos aspectos. ¿Un premio que me podría dar la vida a mí? Lo que sí me gustaría, pero es algo que te lo tenés que merecer y hay que ver si se da o no se da y tampoco quiero que signifique una presión, de verdad me gustaría alguna vez verle la cara, si tengo la posibilidad, a un nieto. Eso me encantaría.
—Que tomen nota los chicos.
—No, no quiero que tomen nota, porque puede no ser de ellos, puede ser de otro (risas). Suele parecer una presión y no quiero que se lea así, pero digo, para soñar, sueño de esa forma.
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—¿Cómo te imaginás abuelo?
—Voy a ser insoportable.
—¿Cuál es el mejor plan para un domingo a la noche de Ricardo Darín?
—Si tengo la posibilidad de hacer fuego y armar un asadito en casa con mi mujer, mis chicos y un par de amigos, es invalorable eso, no tiene precio.
—¿Lo preparás vos?
—Sí, por supuesto. Pero también puede ser que nos comamos una pizza y veamos una peli, no pasa nada. Lo tengo que disfrutar ahora porque dentro de poco se me termina porque vienen las funciones de teatro y entonces no voy a tener esa chance.
—Te cambio de tema, en agosto estrena La cordillera, tu primera experiencia con Santiago Mitre.
—Sí, increíble, es un fenómeno, un crack. Y además fue un ambiente muy familiar, porque fue con Érica [Rivas], con Dolores [Fonzi], dos muy amigas, muy adoradas por mí y con toda gente muy capa. Pichón Romano, gran actor, compañero de lujo y todos los demás intervinientes.
—Aclaraste que no está inspirado ni basado en ningún político de la historia argentina. Habiendo interpretado a un primer mandatario, si tenés que elegir tres características que te parece que un presidente necesita, ¿cuáles son?
—Autoridad, no la autoridad que se puede comprar en el kiosco, autoridad de la que te tenés que ganar con base en la confianza. Honestidad, enfoque y responsabilidad, mucha responsabilidad, es un lugar de mucha responsabilidad.
No soy de mirar para atrás profesionalmente, estoy más en el aquí y ahora
—¿Qué pasa con los personajes cuando se termina un proyecto?
—En términos cinematográficos, no te desprendés tan fácilmente porque hay muchas instancias posteriores como el doblaje, la edición, el montaje. Si tenés la suerte que yo tengo de seguir conectado con el proceso de la película, no te desembarazás del personaje en forma rápida, es paulatino. Pero en el caso del teatro también es raro, porque vos terminás una función o una temporada y como no sabés si vas a volver o no queda una sensación un poco ambigua, de tristeza, porque estás dejando algo que te gusta, que te dio mucho y en lo que entregaste mucho, pero también hay cierta esperanza de que a lo mejor volvés y entonces no clausurás esa etapa.
—¿Hay algo de tu carrera, de lo que hayas hecho, que te veas y digas: "Ay, Dios, cómo hice esto"?
—Sí, pero forma parte de distintas circunstancias, distintos contextos, momentos en los que no te podías poner a medir si estaba bien o mal porque lo que necesitabas era trabajo y a lo mejor responsabilidades familiares. Analizado desde acá puedo decir: "Eso me pareció que era una porquería", pero la verdad es que en ese momento significó que era un trabajo concreto. Nunca nos tenemos que olvidar que para el actor básicamente lo que tiene que ver con lo que es su órbita, su universo, el problema más grande es encontrar estabilidad. Encontrar no sólo continuidad de trabajo sino estabilidad, que tus próximos seis meses no dependan de si te aparece un laburo o no, porque muchas veces en la mayoría de los casos lo que ocurre es que terminás de hacer algo, que puede haber sido muy bueno, y después te comés un año sin trabajar.
—¿En qué momento eso te dejó de angustiar? ¿Cuando supiste que si venía un tiempo sin trabajar se podía disfrutar porque después iba a venir otro muy bueno?
—Eso se lo debo pura y exclusivamente a Florencia, porque si fuera por mí yo estaría en una situación complicada. Ella es una mujer que entre sus tantas cualidades, aprendió, porque no la tenía, a ver cómo hacía para administrarnos, cuidarnos, ahorrar y buscar la manera de que todo estuviera bien. Tuvimos momentos apretados, pero ella se encargó de que lo que ingresaba nos sirviera para cubrir lo que teníamos que cubrir. Se lo debo a ella. Si no me hubiese cruzado con ella en esta vida, estaría en otra situación.
—¿Qué sentís cuando mirás todo lo recorrido en la carrera?
—No miro mucho para atrás, nunca fui de mirar mucho para atrás salvo cierta cuestión melancólica, necesariamente tenés que recordar a alguien amado que no está con vos. Fuera de la parte emocional, no soy de mirar para atrás profesionalmente, porque estoy más acá, aquí y ahora.
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