En el Ejército existía una sólida línea de pensamiento. Cuando se sabía que un militar agredía a su mujer -también militar- se consideraba un tema "de pareja". Es decir, trapos sucios que se lavan en casa y que, como tal, no afectaban la disciplina militar. Para ellas, pensar en denunciar a un marido golpeador dentro de las Fuerzas y tener éxito era pensar en una utopía. Pero hace dos semanas, algo de esa tradición empezó a cambiar. Por primera vez, un Oficial del Ejército fue echado por haber atacado a su ex mujer en la casa en la que habían convivido. No le dio un empujón: le hizo una toma de combate y le fracturó un brazo.
No fue, como es usual en los casos de violencia doméstica, la primera y la única agresión. La mujer, una cabo principal de 32 años, relató que durante los años en que estuvieron en pareja hubo violencia física. Contó, además, que se estaban separando, que discutieron y él, entrenado para hacer uso legítimo de la fuerza contra un enemigo determinado, le partió el brazo.
En un ambiente dominado por varones no fue fácil animarse a denunciarlo. "Dominado" es literal: en el Ejército sólo un 14% son mujeres (algo similar sucede en la Armada, donde el 18% son mujeres y en la Fuerza Aérea, donde la cantidad de mujeres llega al 25%). Sin embargo, la mujer acudió a uno de los 11 equipos de violencia intrafamiliar que hay entre las tres fuerzas donde la asesoraron, le recomendaron hacer la denuncia penal y avanzar, al mismo tiempo, en un proceso disciplinario militar.
Así, un Tribunal de Disciplina decidió echarlo. A diferencia de tantas otras veces, consideraron que "no hay pérdida del estado militar. Es decir, uno no deja de ser militar cuando llega a su casa particular", explicaron fuentes del caso. Y aplicaron el artículo 31 del Código Disciplinario, que considera una "falta gravísima" que un militar agreda a otro: "Una decisión que, a lo sumo, se tomaba cuando un militar de un rango inferior le pegaba una piña en la cara a un superior". El militar apeló la decisión pero hace dos semanas, el Consejo General de Disciplina confirmó la decisión de expulsarlo de la Fuerza.
Que haya sido considerado una agresión entre militares significa que, de no haber sido ella militar, no lo habrían expulsado. "De todos modos, es un avance. Hay que verlo en el contexto de las Fuerzas Armadas, donde no hay registro de que alguien haya sido expulsado por violencia contra la mujer. Y nos va a permitir trabajar en otros casos porque deja jurisprudencia: la violencia contra la mujer ya no es algo del ámbito privado", explica a Infobae Carolina Urtea, directora de Políticas de Género del Ministerio de Defensa. Además, el era Mayor, un rango muy superior al de ella, y eso no fue tenido en cuenta.
Cuando habla de la importancia de una huella por la que caminarán "otros casos" se refiere a las denuncias de otras mujeres de militares contra sus parejas (y eso incluye a mujeres civiles). Y a las denuncias por abuso sexual en el ámbito laboral, abuso de autoridad o discriminación por género. Esto incluye tanto la identidad de género (lesbianas, gays, trans, por ejemplo) como varones que denuncian que sus jefes no les dan permisos para cuidar a sus hijos cuando se enferman (lo que ellos entienden como una forma de discriminación porque esos jefes dan por sentado que de los hijos y de las cosas de la casa deben ocuparse sus mujeres).
Haber sido expulsado significa que el militar, de 42 años, no podrá ingresar a ninguna otra fuerza federal (ni Prefectura, ni Gendarmería, ni Policía Federal ni Policía de Seguridad Aeroportuaria). Y deberá enfrentar una causa penal por el delito de "lesiones graves". La gran pregunta ahora es saber si ella, que está en una misión de paz, acaba de entrar en una situación de máximo peligro (él destituido, enojado y en libertad). El desafío, entonces, es que la Fiscalía n°9 de la Ciudad de Buenos Aires no vea sólo una lesión en un brazo sino hasta dónde puede llegar un hombre entrenado para usar sus manos como armas.