No hay duda de que un salario digno es esencial para el desarrollo de la práctica de la docencia y un reclamo que las autoridades deben atender.
Pero, ¿cuánto hace que los sindicatos docentes no formulan ninguna otra inquietud que no sea la salarial? Problemas como el bajo rendimiento de los alumnos, el drama que representa que tantos jóvenes egresen del secundario sin entender lo que leen, o la ausencia de normas mínimas de disciplina respaldadas institucionalmente que permitan crear un verdadero clima de estudio en la escuela y contener las situaciones de violencia, no forman parte de la lista de preocupaciones de los dirigentes sindicales.
Si se los interpela individualmente, dicen que sí, que todo eso les preocupa; en la práctica colectiva sindical, nada, cuando la calidad de la enseñanza debería ser una de sus mayores preocupaciones porque hace a la excelencia profesional.
Por el contrario, se pusieron en pie de guerra contra una evaluación de la que bien podrían haberse apropiado y resignificado -según un término a la moda-; en cambio, prefirieron un boicot inconducente.
Una defensa de la profesión contra las intromisiones extra-escolares y un reclamo de programas sólidos, amplios y bien estructurados
Por eso es interesante la iniciativa que dieciséis profesionales catalanes están impulsando a través de la presentación de un Decálogo de los puntos mínimos que debería contemplar un Pacto de Estado por la Educación.
Se trata de una defensa de la profesión contra las intromisiones extra-escolares, una crítica a la tendencia a la innovación metodológica sin fundamento científico -algo que bien padecemos acá, cuando gurúes que no pisan las aulas, determinan cambios drásticos de sistemas pedagógicos que luego no rectifican pese a la evidencia empírica en contra-, de programas "sólidos, amplios y bien estructurados", además de la ratificación de que la "la Educación no es de derechas ni de izquierdas".
Vale la pena leer este manifiesto. Tal vez inspire a los referentes sindicales argentinos a mirar un poco más allá de lo estrictamente salarial.
El redactor del documento español es el profesor y experto en educación, David Rabadá, quien cuestiona el hecho de que las leyes españolas en la materia "llevan años oscilando con cada cambio de gobierno" sin que "ninguna de ellas haya resuelto el gigantesco fracaso escolar que casi duplica la media europea".
Por una educación basada en el esfuerzo del alumno, junto a la complicidad de padres, profesores, escuelas e instituciones
El manifiesto de Rabadá ha sido refrendado por otros académicos, como el escritor y miembro de la RAE Félix de Azúa, además de docentes universitarios y profesores de secundaria de diferentes disciplinas, que adhieren al principio de una educación "basada en el esfuerzo del alumno junto a la complicidad de los padres, profesores, centros de enseñanza e instituciones públicas".
El Manifiesto es el puntapié inicial de una campaña destinada a incidir en el debate público sobre un Pacto por la Educación.
A continuación, el texto del Manifiesto "Protege la Educación"
Las leyes educativas de nuestro país llevan décadas oscilando con cada cambio de gobierno. Sin embargo, ninguna de ellas ha resuelto el gigantesco fracaso escolar que casi duplica la media europea, ni la baja inversión en educación, muy inferior a la media comunitaria. Son leyes educativas que defienden más los intereses ideológicos del Gobierno al cargo que la mejora real y la estabilidad de la enseñanza.
Es urgente un compromiso de Estado por la Educación que mejore y estabilice nuestro Sistema Educativo. (…) Con tal objetivo, los firmantes de este manifiesto vemos prioritario que este Pacto de Estado por la Educación contenga lo señalado en el siguiente decálogo de mínimos:
1. El objetivo de todo sistema educativo es formar personas cívicas, cultas y críticas mediante la transmisión de conocimientos veraces, lógicos y éticos. Todo para que devengan buenos ciudadanos, buenos profesionales y expertos en un máximo de habilidades. En conjunto, una buena educación debe preparar al individuo para que sea capaz de tomar las mejores decisiones ante las cambiantes situaciones de la vida.
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2. La educación y la enseñanza son derechos universales para que los jóvenes aprendan conocimientos objetivos y contrastables sin prejuicios dogmáticos, políticos o históricos. La educación no ha de ser ni de izquierdas ni de derechas, sino una necesidad social para brindar oportunidades a cada nueva generación y así mejorar nuestra civilización, según los valores que compartimos. La verdad, bajo la lógica y los hechos, permite el auténtico pensamiento crítico, mientras que los prejuicios, bajo el sentido común adoctrinado, conllevan a la mediocridad y a la confusión..
3. La educación debe aspirar a la adquisición de conocimientos, aptitudes y habilidades que sirvan y orienten al individuo con efectividad. Para ello hay que trazar un currículum sólido, amplio y bien estructurado, con la finalidad de evitar saltos bruscos entre las etapas educativas y concatenar progresivamente unos con otros el máximo de aprendizajes..
4. El sistema educativo y toda la sociedad deben respetar, valorar y dignificar la profesión docente bajo tres preceptos. Primero, que se produzcan el mínimo de injerencias en el trabajo de los profesionales de la enseñanza, como sucede ante un diagnóstico médico, ante la reparación de un ordenador o ante la puesta a punto de un coche. Segundo, que los docentes posean el mayor tiempo posible para preparar sus clases, mejorar sus conocimientos disciplinares y optimizar la didáctica de los mismos. Y tercero, una mejora significativa y justa de sus condiciones de trabajo para atraer a los más doctos y competentes especialistas en todas y cada una de las etapas.
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5. El sistema educativo no puede confundirse con el sistema escolar. Del sistema educativo forman parte: las familias, la Administración y el sistema escolar, mientras que el sistema escolar lo integran solamente los centros educativos. Desgraciadamente, durante las tres últimas décadas, nuestras leyes educativas han tendido a confundir el sistema educativo con el escolar. El Pacto de Estado por la Educación debe ampararse en un marco legal en el que esta distinción esté clara. Sin el compromiso conjunto y cada uno en su parcela, de centros de enseñanza, familias y administración terminan recayendo sobre el sistema escolar demasiadas funciones que diluyen la transmisión de conocimientos, habilidades y aptitudes.
6. La enseñanza eficaz es aquella que utiliza métodos probados, contrastados y demostrados. No tenemos certezas sobre cómo aprende o muestra lo aprendido nuestro cerebro, es decir, cómo codifica y descodifica la información. De saberlo, quizás ya estaríamos a punto de conectar nuestras mentes con un USB y prescindir del costoso sistema educativo. Así pues, y sin evidencias científicas que lo avalen, resulta falaz e insensato aplicar teorías que afirman saber cómo nuestro cerebro procesa el aprendizaje. Estas hipótesis no se basan en datos científicos ni están respaldadas por pruebas empíricas, y consecuentemente no pueden dictaminar cómo enseñar en las aulas. En definitiva, y en base a la experiencia probada y contrastada, hay que aplicar aquellos métodos que en un gran número de centros y en una amplia diversidad de alumnos, han demostrado que reducen el fracaso escolar y mejoran de manera efectiva la educación. No debemos juzgar un sistema educativo por la altura de sus intenciones, sino por sus resultados.
7. La educación es un derecho, pero también un deber. Un derecho constitucional para cualquier ciudadano en su etapa formativa y un deber que incumbe a padres, docentes, instituciones y alumnos..
8. En la enseñanza se producen procesos asimétricos en los que quien más sabe enseña más que aprende, y quien menos sabe, aprende más que enseña. Por lo tanto, un buen cuerpo docente debe de estar formado por maestros y profesores instruidos, que dominen su especialidad y, en consecuencia, la didáctica de la misma..
9. La educación se fundamenta en la lectura, comprensión y adquisición de una gran mayoría de conceptos escritos. Aunque los humanos no nacimos para leer, sí somos educables en ello. Además, y sin capacidad de comprensión lectora, jamás se podrá entender lo que se ha de aprender. En Infantil y Primaria, los alumnos necesitan maestros con un dominio rico y preciso de los idiomas oficiales, más una didáctica eficaz que les permita enseñar con ciertas garantías. Los alumnos deben acabar la etapa Primaria con destrezas probadas a nivel de lectura mecánica, comprensión lectora y redacción de los conceptos que han adquirido. Sin ese dominio, un joven no puede ni entender, ni aprender, ni escribir lo que cree saber. Eso le podrá llevar a la frustración, a la desmotivación y al abandono de los estudios.
10. Médicos y científicos expertos deben detectar en Infantil aquellos alumnos cuyas deficiencias innatas o adquiridas condicionen su rendimiento. Resulta fundamental que este diagnóstico y tratamiento, si es el caso, se aplique cuanto antes. Sin diagnósticos acertados y precoces, sin la suficiente dedicación por parte del estudiante y sin un buen sistema educativo, ningún alumno podrá desarrollar al máximo su capacidad ni asimilar los conocimientos que los profesores ponen a su disposición..
Expuesto el decálogo anterior, los abajo firmantes entendemos que este manifiesto es una declaración de principios que todo sistema educativo que se precie debería incorporar, y cuya concreción habría de resolverse en el marco del Pacto de Estado Educativo que reclamamos. Sabemos que no son las leyes educativas, en sí mismas, las que mejoran un sistema educativo, sino el espíritu que las anima. Es en este sentido en el que proponemos los principios básicos de los que debería estar imbuido dicho pacto educativo.
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