El vaticanista Henri Tincq -ex colaborador de Le Monde, hoy de la revista Slate– afirma que esta "crisis inédita" le permitió al Papa demostrar su calidad de "verdadero jefe de gobierno", su "dominio" de la situación y ganar una batalla, aunque no la guerra.
"La sonrisa bonachona de este hombre de 80 años -escribió Tincq-, su estilo de vida austero, sus expresiones fuertes y directas trazan a veces el retrato de un Papa cándido e ingenuo. Es falso. Al forzar la renuncia del Gran Maestre de la Orden de Malta, acaba de demostrar una autoridad y calidades de gobierno inspiradas en su formación jesuita: escuchas, 'discernimiento', luego decisión, así sea ésta firme y brutal".
La renuncia exigida por el Papa al Gran Maestre de la Orden de Malta, Matthew Festing, el pasado 25 de enero, fue el último episodio de una serie que incluyó varios desafíos a la autoridad pontificia.
La casi milenaria Orden de Malta es uno de los pilares de la acción humanitaria y caritativa en el mundo
Recordemos que la Orden de Malta fue creada en 1048 en Jerusalén, por los cruzados que por entonces gobernaban la ciudad, y reconocida un siglo más tarde por una bula papaI. El nombre es una síntesis del original: Orden soberana militar hospitalaria de San juan de Jerusalén, Rodas y Malta. Esta institución casi milenaria es uno de los pilares de la acción humanitaria y caritativa en el mundo y como tal tiene un estatus de observador en la ONU. Y, pese a no contar con ninguna jurisdicción territorial mantiene relaciones diplomáticas con más de un centenar de países, Argentina entre ellos. Cuenta con 135.000 miembros, un tercio son mujeres. Aunque su estatuto es soberano, está consagrada al Papa que cuenta con un delegado ante ella. Uno que, en este caso, no fue ajeno al conflicto, como se verá.
Veamos la secuencia de los hechos.
La dirección de la Orden la ejerce un Gran Maestre. Por debajo de él está el llamado Gran Canciller. El primero, el británico Matthew Festing, le exigió la renuncia al segundo, el alemán Albrecht von Boeselager. Ahí aparece la primera rareza: el reproche que se le hizo a Boeselager es por un episodio que tuvo lugar hace más de una década. Su falta fue la de haber permitido la distribución de preservativos en un dispensario de la Orden en campos humanitarios de Birmania, infringiendo así una de las normas vaticanas. El hecho sucedió en 2005. El Gran Maestre pidió la dimisión de su Canciller tratándolo de "católico liberal, infiel a las enseñanzas de la Iglesia".
La segunda "anomalía" es que Albrecht von Boeselager se niega a renunciar. Asegura que él mismo puso un término a esta distribución de preservativos apenas tomó conocimiento del tema. Y, más todavía, denunciando un complot en su contra, decide apelar su despido ante el mismísimo Papa.
Para el Sumo Pontífice era delicado intervenir: la Orden tiene un estatus privilegiado en términos de autonomía. Aun así, Francisco decide, el 21 de diciembre pasado, abrir una investigación sobre los motivos y circunstancias de la remoción del Gran Canciller.
Ante esto, es el turno del Gran Maestre Festing de insubordinarse: rechaza lo que considera una "injerencia" en los "asuntos internos" de su institución y categóricamente se niega a aceptar la investigación vaticana. Hubo una carta, de Festing al Papa, cuyo contenido textual no se conoce pero que básicamente apelaba a la condición "soberana" de la orden para rechazar la intromisión pontificia en el diferendo.
Aquí aparece un tercer personaje, un decidido adversario interno del pontífice argentino, el cardenal estadounidense Raymond Burke, a quien en 2014 Francisco había rebajado de jefe de dicasterio -equivalente a ministro- a delegado papal ante -justamente- la Orden de Malta. Un cargo muy decorativo pero poco influyente. Recordemos que Burke es uno de los cuatro cardenales que desafió públicamente a Francisco pidiéndole que diese precisiones sobre el contenido de su exhortación Amoris Laetitia, referida a cuestiones de familia, en la cual se flexibilizaron las disposiciones de la Iglesia que prohiben comulgar a los divorciados vueltos a casar.
Puede imaginarse el cuadro: Bruke vio en esta diferencia entre Festing y Jorge Bergoglio una oportunidad de revancha. Y respaldó abiertamente al primero en su decisión de echar a Boeselager. Comunicó que la decisión tenía todo "el respaldo de la Santa Sede".
Estos desafíos a su autoridad colmaron el vaso de Francisco. Sumado al hecho de la evidente arbitrariedad en el motivo del despido, que aun de haber sido responsabilidad de von Boeselager -algo que él niega rotundamente- estaría ampliamente "prescripto"…
Finalmente, el 25 de enero pasado, el Papa dio vuelta la situación: le exigió la renuncia a Festing y repuso a Boeselager en su puesto. Ahora, completó el reordenamiento con la designación de un delegado provisorio ante la Orden de Malta, el arzobispo Giovanni Angelo Becciu, aclarando que éste será su "vocero exclusivo" y corriendo así a un costado, explícitamente, al rebelde Burke.
Pero falta una pieza en este tablero para entender el cuadro y, de paso tal vez, la animosidad contra el Gran Canciller de la Orden. Su hermano, Georg von Boeselager, fue sumado el 15 de diciembre pasado a la dirección del Instituto para las Obras Religiosas (IOR), más conocido como Banco Vaticano, en un intento de Francisco de relanzar una limpieza que se revela difícil de las cuentas opacas de la institución. Se trata de una de las grandes reformas que ha encarado Francisco, en la línea ya iniciada por Benedicto XVI y que le valieron, al Papa emérito, presiones y hasta filtraciones de documentos desde su propia oficina.
Para el diario católico francés La Croix, "los ataques contra Albrecht von Boeselager aparecen cada vez más como un cuestionamiento de la reforma de las finanzas del Varicano y de quienes las están llevando adelante".
"Como sucede frecuentemente, un caso puede esconder otro -escribe Tincq por su parte-. Otra reforma del papa Francisco da un giro más político y su verdadero sentido a la crisis en la cumbre de la Orden de Malta: es la reforma de las finanzas de la Iglesia (…) consideradas como opacas y demoníacas".
No fue una simple querella palaciega sino una manifestación de las resistencias profundas que generan los cambios en la Curia vaticana
El caso Orden de Malta podría haber sido visto como una simple querella palaciega, pero es en realidad una manifestación muy significativa de las resistencias profundas que generan los cambios que Jorge Bergoglio quiere hacer en la Curia, en particular los que afectan arraigados privilegios de una jerarquía encerrada en sí misma y adormecida.
En la carta mediante la cual anunció este sábado el nombramiento de monseñor Giovanni Angelo Becciu, como delegado "especial" ante la Orden de Malta, Francisco dice que éste será el encargado de la "renovación espiritual y moral de la Orden" y que su mandato concluirá cuando se haya elegido un nuevo Gran Maestre, algo que debería acontecer en unos tres meses. Entre tanto, escribió Bergoglio, monseñor Becciu será "mi vocero exclusivo" ante la Orden.
Los analistas coinciden en que, aunque disponen de muchos apoyos y están bien organizados, los opositores internos al Papa son minoritarios.
Y tienen enfrente la férrea voluntad de un hombre que, como recuerda el analista de Slate, "tiene el cuero duro" y "ya vio muchos otros conflictos cuando fue superior de los jesuitas durante los años de dictadura en Argentina y cuando, como arzobispo de Buenos Aires soportó la hostilidad de la presidencia autoritaria de los Kirchner".
LEA MÁS: