Un hombre sospecha que su hermano, Norberto Luis Silva, fue "asesinado" por un sacerdote en actividad para cobrar una herencia millonaria. El apuntado es Roberto Marcial Toledo, actual cura de la Parroquia Nuestra Señora de Luján de Avellaneda, quien dice ser el "heredero universal" de todos los bienes de Silva.
Nadie niega que ambos tenían una relación muy cercana y de muchos años -aunque bastante extraña-, pero el pasado del religioso y sus llamativos movimientos lo colocaron bajo la lupa de la familia de Norberto: creen que pudo haber inducido su muerte. Una muerte plagada de aspectos oscuros.
Norberto Silva murió el miércoles 6 de abril de 2016 de un "shock hipovolémico", según los registros de su deceso. Tenía 55 años, nunca se había casado y llevaba una prestigiosa carrera como arquitecto. Siempre vinculado a la iglesia católica, durante los 90 se encargó de restaurar y edificar decenas de catedrales y templos religiosos, lo que le permitió tener un excelso pasar económico. Fue secretario laico del ex arzobispo de Buenos Aires, monseñor Antonio Quarracino, hasta que este falleció en 1998.
La noticia de su muerte sorprendió a todos. Su hermano Rodolfo (68) lo recuerda como "un tipo sano", joven aún, que no fumaba ni bebía y que salía a correr por las mañanas en los bosques de Palermo.
Hoy Rodolfo tiene demasiadas dudas. No hay testigos de lo que pasó y durante el poco tiempo que el arquitecto estuvo internado, nada pudo recordar.
Rodolfo sospecha que su hermano no murió por causas naturales sino a manos de Toledo, el mismo cura que bautizó a su hija hace unos 30 años.
Un cura preso por estafa
Roberto Marcial Toledo era amigo, confidente, guía espiritual y socio de Norberto Silva. Quienes conocieron la relación afirman que Toledo manipulaba a Norberto. Lo tenía bajo su pulgar.
El vínculo entre Toledo y la familia Silva es de años, pero se fortaleció cuando el sacerdote, secretario privado de Quarracino, recomendó a Silva para que sea su secretario laico. A fines de los 90, el nombre de los tres apareció en las páginas de los principales diarios por un escándalo que salpicó incluso al Vaticano: una investigación judicial sobre la espuria quiebra del Banco de Crédito Provincial (BCP) permitió poner luz sobre una estafa millonaria. La Sociedad Militar Seguros de Vida (SMSV) -una mutual que recibía aportes de militares retirados- reclamó la devolución de un préstamo de 10 millones de dólares que había concedido al Arzobispado. El documento llevaba el aval del BCP y la firma de Quarracino. El préstamo lo había gestionado Toledo, no sin antes falsificar la rúbrica del arzobispo y firmar dos cheques por cinco millones cada uno.
La jueza de Garantías de La Plata, Marcela Garmendia, detectó además que de la cuenta corriente que el Arzobispado de Buenos Aires tenía en el BCP fueron retirados 700 mil dólares a través de un cheque firmado por monseñor Toledo. Ese dinero no figuraba en los balances de la entidad religiosa. Antonio Quarracino negó haber participado en las maniobras hasta el día de su muerte. Pero su secretario Toledo fue detenido y procesado en noviembre de 1999, acusado de administración fraudulenta y falsificación de firma. También fueron capturados los hermanos Francisco Javier y Juan Miguel Trusso, implicados en la operación y acusados de fraude como dueños del quebrado BCP. Toledo fue excarcelado un día y medio después, luego de declarar durante seis horas. Silva ya había sido exculpado de todo.
Un pacto
Antes de caer en desgracia, los hermanos Trusso tenían una estrecha relación con el Vaticano y la Casa Rosada. De hecho, el entonces Presidente Carlos Menem había nombrado a Francisco Javier Trusso como embajador en Roma. El escándalo tuvo otro condimento: se descubrió que el banco de los Trusso se hacía cargo de los abultados gastos de las tarjetas de crédito de Quarracino, Toledo y Silva.
El conflicto se resolvió políticamente en septiembre de 1999, a contra reloj del final del mandato de Menem. El sucesor de Quarracino, el actual Papa Jorge Bergoglio, encomendó al entonces abogado de la curia porteña y hombre de extrema confianza, Roberto Dromi, que intervenga como mediador en el conflicto entre la Iglesia y el Ejército (ver "Mediaciones").
El ex ministro de Obras y Servicios Públicos del menemismo logró un acuerdo de paz en tiempo récord: el Ejército ya no reclamaba su deuda, y el Arzobispado desistió de una demanda penal que había iniciado contra funcionarios del Banco Central. "Renace así un nuevo diálogo entre el Ejército y la Iglesia en un marco de paz judicial", expresó la curia en un comunicado.
¿Qué le pasó al arquitecto Silva?
La versión que le contaron a Rodolfo Silva dice que el martes 5 de abril, un día antes de morir, Norberto salió a hacer ejercicio. Repentinamente, se desplomó sobre un banco y fue socorrido por una ambulancia que lo trasladó al Hospital Rivadavia. Murió 24 horas después en la clínica Los Arcos de Palermo, tras ser operado por una insuficiencia cardíaca.
Según pudo saber Rodolfo Silva, la noche del lunes 4 de abril Toledo cenó con su hermano Norberto en la parroquia de Avellaneda, donde reside el cura. A la mañana siguiente, Toledo se encargó de ingresar al arquitecto en los registros del sanatorio.
"El heredero universal"
Cuando Rodolfo Silva fue informado de lo que había pasado con su hermano, ya era muy tarde. Tras la operación, los médicos dijeron que técnicamente se había hecho todo para salvarlo. Era cuestión de horas.
Esas horas no habían pasado aún cuando Toledo salió apresurado de la clínica y se dirigió al departamento de Norberto, en la avenida Santa Fe. De allí retiró un testamento y el título de propiedad de la parcela que la familia Silva tiene en el cementerio Jardín de Paz de la localidad de Pilar.
Toledo se encargó de inhumarlo allí, sin velatorio previo, ante un gran número de gente prestigiosa vinculada a la Iglesia. Personas que presenciaron de cerca el entierro de Norberto Silva relataron a este medio que Toledo ofreció una larga misa. Durante su discurso fúnebre habló de la extensa relación que lo unía al arquitecto, y sostuvo: "Yo soy su heredero universal".
Extraño testamento
A los 9 días del sorpresivo fallecimiento, Rodolfo recibió el llamado de un abogado. El sacerdote Toledo había iniciado una sucesión testamentaria ante el juzgado en lo civil N° 27 de Capital Federal.
El documento presentado por Toledo es al menos llamativo. Se trata de un testamento ológrafo -está escrito supuestamente de puño y letra de Norberto Luis Silva-, sin testigos ni escribano. Tiene fecha 13 de mayo de 2009, y en el texto, Silva instituye como "único y universal heredero" de todos sus bienes a Roberto Marcial Toledo.
Hay más inconsistencias: la firma del testamentario debe figurar después de las disposiciones, ni antes, ni en medio del escrito. Además, la ley señala que están inhabilitados para heredar al testamentario los ministros de cualquier culto y los líderes o conductores espirituales que hayan asistido al causante en su última enfermedad.
El juzgado 27 certificó la copia como fiel y dio curso al expediente. Para la Justicia, el testamento vale. Sin embargo, la familia Silva inició una causa en la Cámara Nacional de Apelaciones en los Civil para que revise la validez del testamento.
Con la vieja no
Pocos días habían pasado de la muerte de su madre, en 2003, cuando Rodolfo Silva recibió un llamado de su otro hermano, Oscar, el mayor de los tres:
– Rodolfo, me llamó un abogado, dice que hay que hacer la sucesión de mamá.
– ¿Qué sucesión? Si la vieja no tenía nada… ¿qué nos vamos a disputar, el anillo de matrimonio?
Ambos se presentaron en una oficina céntrica, ante un escribano que puso en el escritorio una gruesa carpeta. Decenas de propiedades estaban a nombre de Elena Miraglia de Silva. Muchas de ellas -asegura Rodolfo-provenían de las arcas del Vaticano. Norberto estaba presente. Rodolfo lo miró a los ojos:
– Norberto, ¿vos pusiste a mamá como testaferro de todo esto?
– Era necesario, porque yo no puedo tener todo a mi nombre. Tendría que pagar muchísimos impuestos.
– ¡Tomatelás porque te tiro por la ventana! Vamos, Oscar. Si necesitan una firma ya saben cómo falsificarla.
Esa audiencia precipitó una pelea entre hermanos que duró hasta la muerte de Norberto. Rodolfo y Oscar nunca le perdonaron a su hermano el hecho de haber metido en el medio a su madre, anciana ya, quien firmaba "cualquier cosa". En pocas palabras, le hicieron la cruz.
El único contacto de Rodolfo con su hermano Norberto era a través de su hija o de un sobrino -hijo de Oscar-, quienes siguieron frecuentando al tío y cada tanto le contaban de sus andanzas. Que viajó a Europa, que anduvo por Italia, que se fue a Estados Unidos. Lo poco o mucho que sabía de su hermano, era a través de ellos. El domingo 3 de abril, horas antes de cenar con Toledo, Norberto estuvo tomando mate con su sobrino. Su estado de salud era normal.
La pareja de Norberto
Alejandro Cairncross, diseñador de interiores, fue la pareja de Norberto durante siete años. A él lo llamó Toledo para informarle que se encontraba en la clínica. También le pidió que no dijera nada a la familia.
Silva tenía varias propiedades. En una de ellas, un departamento en la Avenida Santa Fe 1664, en el barrio de Recoleta, convivía con Cairncross durante la semana, y los fines de semana, en la casa que Cairncross tiene en San Isidro. A días de haber perdido a su pareja, Alejandro llegó al departamento y se encontró con Toledo. El cura estaba cambiando la cerradura y no le permitía ingresar. Según relataron vecinos del edificio, tras un fuerte cruce de palabras intervino la Policía, llamaron testigos y ambos debieron ir a declarar. Cairncross pudo disponer del departamento y también de sus pertenencias.
Rodolfo Silva sabe que Toledo evitó hasta donde pudo informar a la familia sobre lo ocurrido con Norberto. En su cabeza quedan miles de preguntas. También resuena un pasaje del libro de Olga Wornat, Nuestra santa madre, historia pública y privada de la iglesia católica argentina.
"El cardenal Antonio Quarracino, enfermo de cáncer, murió en febrero de 1998 jurando que había sido engañado, sin alcanzar a saber que su secretario sería implicado y que terminaría con las esposas puestas, aunque sólo por un día. Lejos de ello, lo nombró su albacea y administrador de sus bienes.
–La muerte de Quarracino se parece en mucho a la del Papa Juan Pablo I, se murió "demasiado rápido… mejor no me hagas hablar"– me dijo Dromi, un mediodía de principios del año 2000, en el restaurante del hotel Costa Galana, ahondando el misterio.
Juan Pablo I murió treinta y tres días después de haber asumido. Al cadáver no se le hizo la autopsia, ni siquiera para acabar con la sospecha de que había sido envenenado. En la semana previa, se le había enfrentado muy duramente al poderoso monseñor Paul Marcinkus, a quien pensaba remover de la presidencia del Istitute per le Opere di Religione (IOR) por sus manejos non santos. Cuando Dromi me dijo aquello, se me cruzó por la cabeza la imagen de monseñor Toledo".
Cuando Rodolfo Silva leyó eso, se le vino a la cabeza la imagen de su hermano Norberto, y otra vez, la de Toledo.
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