Cuando el integrante de una familia se muere, la estructura formada durante años se desmorona en un abrir y cerrar de ojos. El impacto de la noticia desgarra los cuerpos y atormenta las vidas que aún pisan tierra firme. La muerte aniquila sueños y esperanzas, y es tan dura que destruye la vida de los demás, aunque a veces pareciera que es posible recomponerse del efecto nocivo de una desaparición física. El asesinato de José Luis Cabezas destruyó a su familia de origen. La degradó y la hundió en la tristeza. Gladys, su única hermana, logró seguir de pie.
"Mis viejos se fueron desgastando. Mi papá falleció sentado en un sillón mirando el cuadro de su hijo y diciéndole, '¿Por qué te fuiste a Pinamar? ¿Por qué te fuiste a trabajar? Falleció de tristeza. Mamá está internada en un geriátrico. A veces conoce, a veces no". Gladys Cabezas relató en el piso de InfobaeTV el sufrimiento de su familia; de los tres integrantes que quedaron peleándole al desencanto de la desgracia y enfrentando con la mirada a los asesinos de su hermano.
Pasaron 20 años del asesinato de José Luis Cabezas. En dos décadas hubo un juicio, culpables, presos, liberados, un suicidio y una cara que se hizo conocida en todo el país. El rostro de un fotógrafo que se convirtió en un símbolo de la libertad de expresión. "El apellido Cabezas significa un tipo que amaba la libertad, un tipo que hizo su trabajo y que se fue sin saber que había destapado una mafia tan grande como la de Yabrán y el gobierno que estuvo", explicó Gladys.
La hermana de Cabezas asegura que su familia "es un rompecabezas" que quiere armar, pero al que le "faltan piezas". La muerte se llevó unas cuantas fichas que son irreemplazables, que no se consiguen en ningún lugar del mundo. A veces llega a su casa y se le caen las lágrimas. No puede olvidar a su hermano menor. Es imposible. Pero también lucha todos los días para ser feliz. Tiene marido, hijos, nietos… Tiene una vida de carne y hueso, y una charla interminable con José Luis que cada tanto reanuda. Le escribe cartas y las guarda en las computadoras. Es su forma de comunicarse. Es lo que puede hacer.
Gladys repasa la historia de atrás hacia adelante con la mirada firme y una mueca de resignación que se forma en su rostro mientras salen las palabras. "Hubo muchos enojos en la familia. Mi mamá quería ir todos los sábados al cementerio y mi papá, no. Yo fui una sola vez y después no fui más. Para mí no está ahí. Mi hermano está en el cielo y es el que me guía día a día en la vida". Visiones diferentes afectadas por el dolor. Así transitaron los últimos años los Cabezas.
La familia que había formado José Luis se dividió en dos países. Los hijos de su primer matrimonio viven en Argentina. Cristina, su mujer, y la hija que tuvieron juntos, viven en España. Todos hablan poco del pasado. Gladys lo retrató en una anécdota increíble. "Una sola vez hablé con Agustina de la muerte de su padre. Fue en la radio. Yo tenía un programa y la entrevisté. Fue la primera vez que me contó lo que había sentido cuando le mataron a su padre".
El autor material del homicidio de José Luis fue Gustavo Prellezo. Fue el hombre que apretó el gatillo y comenzó con la destrucción de una familia. Dos balas, un operativo para secuestrarlo, un juego de esposas para atarle las manos, combustible para prender fuego el cuerpo. En cada detalle estuvo el ex policía que hoy goza de libertad condicional. Gladys recuerda una audiencia especial del juicio a los asesinos de su hermano. "Un día le quise pegar a Prellezo. Mientras comía un chupetín me miraba desafiante. Estábamos escuchando cómo los otros contaban que él había matado a José Luis", explicó.
Pasó el juicio y también la condena. Pero no hay años de cárcel que aplaquen el dolor de la silla vacía. Así lo siente Gladys. "Tenés la condena pero te sigue faltando algo. No es una cuestión de condena. Yo no lo siento así. No es una cuestión de venganza".
"Como familia no te sentís mejor porque te sigue faltando alguien. Te sigue faltando tu hermano y a tus viejos sabes que no los vas a tener el 100% como los tenías antes. Y vos estas ahí agarrando los platos que se caen. No es la vida como antes. Desde la muerte de mi hermano, yo sabía que mi vida no iba a ser como antes". La vida de los Cabezas nunca más pudo ser igual a la que era antes del asesinato de José Luis. Pasaron 20 años. Pasó una frase que retumbó en los oídos de los argentinos: "Cabezas presente, ¡ahora y siempre!". Pasó el tiempo pero la historia sigue vigente.