Jonathan Omar Palomeque cayó por una pizza, mitad verdura, mitad jamón y morrones. Palomeque, de 23 años, alias "El Jona", alias "Fideo", había llegado lejos si uno mira su vida con un poco de ironía. Oriundo del barrio El Campanario, una zona de casas precarias de Llavallol, Palomeque fue barrendero según su propio perfil de Facebook, beneficiario del plan nacional Argentina Trabaja. Con el tiempo dejó de palear basura en veredas y zanjas para llenarse de tatuajes amenazantes como el dibujo de una pistola al cinto, usar cadenas de oro grueso, manejar autos de lujo de marcas como Audi y vivir en un interesante departamento de dos ambientes en Palermo sobre la calle Niceto Vega al 5000.
Desde allí, su novia de 21 años llamó con su celular a un delivery cercano el 15 de noviembre último para pedir esa pizza combinada. Dio su dirección exacta al final de la llamada, lo que haría cualquiera al pedir una pizza. Lo que la joven no sabía es que su teléfono estaba intervenido hace varios días por orden de los fiscales Viviana Giorgi y Jorge López de Lomas de Zamora, bajo la firma del juez de Garantías José Luis Suárez.
Pocos días después, los efectivos de la Superintendencia de Drogas Peligrosas de la PFA derribaron su puerta: Jonathan fue detenido. Intentó fugarse saltando al vacío desde el segundo piso; se fracturó ambas piernas al caer. En simultáneo, la Federal allanaba otros 60 objetivos en todo el conurbano con la ayuda de la Policía Bonaerense, 14 de ellos estaban en Llavallol, todos ligados a Jonathan: hubo más de 20 detenidos, sus supuestos cómplices y subalternos.
Palomeque había sido investigado durante al menos un año, en una sólida instrucción que incluyó decenas de pinchaduras, seguimientos policiales y hasta testimonios de arrepentidos. La acusación en su contra fue ser, junto a su hermano menor Brian, de 20 años, el jefe de una poderosa asociación ilícita, de las mayores y más despiadadas organizaciones narco que se vieron en la Provincia en los últimos tiempos, capaz de apretar rivales y delatores, matar a tiros a sus traidores internos, coimear policías y lavar dinero en una agencia de autos de lujo. "Yo soy el dueño acá, lo tengo todo comprado. No me saca nadie", se lo oyó gritar a Palomeque en el barrio, la marca de un joven capo, de un niño jefe.
El panorama se endurece para "Jona" y su banda a dos meses de su caída. En un escrito de casi 500 páginas y más de 800 mil caracteres al que accedió Infobae, las fiscalías del caso pidieron al juez Suárez que la detención de Palomeque y sus presuntos cómplices se convierta en prisión preventiva efectiva con un correspondiente embargo.
La detención de noviembre último no fue el debut para Jonathan. Su legajo de antecedentes policiales comienza cuando apenas era mayor de edad, con una causa en agosto de 2011 por portación de arma de guerra y encubrimiento, un expediente que estuvo a cargo de la UFIJ N°6 de Lomas de Zamora. En marzo de 2015 fue acusado por resistencia a la autoridad y abuso de arma, esta vez por la UFIJ N°7 de la jurisdicción. Poco después tuvo una nueva causa en la UFIJ N°5 por abuso de armas y lesiones graves. Ambas causas reflejan uno de los hábitos más problemáticos de "Jona": pelearse en la calle y abrir fuego con su pistola. 2015 fue su año más caliente: de acuerdo con el pedido de prisión efectiva firmado por la fiscal Giorgi, Palomeque tuvo otras 18 causas abiertas, muchas de las cuales conformaron el expediente final que llevó a su arresto en Palermo.
Su hermano Brian ya estaba preso cuando "Jona" cayó en noviembre: había sido acusado por la UFIJ N°12 de Lomas de Zamora de tentativa de robo agravada por arma de fuego junto a una portación ilegal de arma de guerra. Ya tenía causas previas: en julio de 2015 fue detenido por abuso de armas. En octubre de ese año recibió también una nueva acusación por tenencia de estupefacientes para la venta.
La imputación de los fiscales Giorgi y López contra Jonathan, su hermano menor, su novia Melany -que fue acusada como partícipe necesaria, una intermediaria encargada de llevar mensajes y droga-, se convierte en una de las más pesadas de la historia bonaerense; los Palomeque y sus presuntos cómplices lograron un nivel de organización y violencia solo comparable al de capos como el peruano César Morán de la Cruz, uno de los señores del paco en la Villa 31 bis, pero con un afán de expansión mucho mayor. Como narco, si es que lo era, "Jona" era por lo menos ambicioso.
La lista de delitos tras la redada de noviembre es la que corresponde a una banda de estilo sanguinario: asociación ilícita, comercialización de estupefacientes, abuso de arma de fuego, amenazas armadas, y, lo peor de todo, tres asesinatos.
El niño jefe
Para Jonathan Palomeque, entrar en el tráfico de drogas en la zona sur del conurbano fue una cuestión de herencia: diversos testimonios en la causa aseguran que recibió el negocio de manos del "Peruano Jesús", una figura casi mítica en el submundo transa bonaerense, el pionero en traer la cocaína a los rancheríos de Llavallol.
"Jesús", de acuerdo a voces en el expediente, sería cuñado de Jonathan, la pareja de una de sus hermanas, con quien "Jesús" tuvo una hija. El capo le entregó el negocio a Palomeque en 2013, cuando el joven tenía apenas 20 años, aparentemente por la persecución policial en aumento; como en el delito financiero, cambiar de firma fue una decisión táctica. "No viene más a la villa", apuntó un informe de inteligencia adjunto a la causa en referencia al misterioso peruano. Sin embargo, "Jesús" seguiría siendo el dueño final de la droga que Palomeque y su banda vendían.
Capo peruano o no, la organización de "Jona" y su hermano había ido mucho más allá de los confines de su barrio. Además de controlar 14 puntos en Llavallol, sus operaciones se extendían a bunkers en Villa Fiorito, Ingeniero Budge, Glew, barrios de Almirante Brown como el Malvinas Argentinas y la villa Betarram de Adrogué, un territorio compartido con narcos fuertemente armados como "la banda de la pitón", desmantelada en octubre pasado por el juez federal Patricio Santa Marina. La banda llegó hasta La Matanza, con puntos en Rafael Castillo y Laferrere.
En la estructura de la organización, por debajo de "Jona" y "Brian" estaba Brian de la Cruz Palacios, alias "Farruco", su principal lugarteniente según la acusación. Más adelante hay nombres como Cristian Sosa, alias "El Gordo", señalado como el responsable de llevar a cabo cualquier ataque armado contra traidores y rivales de la banda con sicarios identificados como "Petaka", "Chakalón" y "El Loco Gaby". Alan Moreno, alias "Tom", fue el presunto jefe supervisor de los kioskos de droga y el encargado de llevarse la recaudación. Wanda Acevedo, supuesta reclutadora de nuevos dealers, fue otra jugadora de peso. La pareja de Jonathan, así como dos de sus medias hermanas, incluida la que fuera pareja del "Peruano Jesús", están imputadas como intermediarias, encargadas de guardar y trasladar la droga.
Había un precio mayorista para los bunkers: cinco mil pesos para una "bomba", un paquete de cien envoltorios de cocaína en la jerga de la banda. La dosis de paco tenía un costo de diez pesos. Informes en la causa revelan cómo, por ejemplo, un joven de apenas 18 años se encargaba de supervisar un bunker en horarios rotativos: podía llevarse hasta 2 mil pesos por un turno que iba desde las 17 hasta las 7 de la mañana, con otros cuatro transas a su cargo sueltos en las calles aledañas. Un dealer podía llevarse hasta mil pesos por día. Muchos de los vendedores eran adictos: si consumían demás, debían trabajar gratis para cubrir su consumo. Si no compensaban entonces había represalias inmediatas.
Un solo kiosko podía facturar hasta 150 mil pesos mensuales. El mecanismo era discreto, al estilo de los bunkers narco rosarinos. En Villa Fiorito, por ejemplo, un caño de PVC por donde pasaba la plata y la droga era la única comunicación entre el comprador y los transas, que nunca mostraban su cara.
Alan Moreno, el presunto recaudador, tiene un vínculo policial de acuerdo a la causa: su propio padre. La casa familiar de los Moreno ya fue allanada; la Justicia obtuvo información de que Alan ocultaría droga y armas en casa de un amigo para evitar problemas.
Más allá del padre de Alan, que no está implicado en el expediente, hay otro alias policial que sobrevuela la causa Palomeque: "El Cobani", una obvia forma de designar a un uniformado. La casa del "Cobani", ubicada en la zona de Malvinas Argentinas, ya fue identificada. Hay escuchas del caso que lo mencionan claramente.
"El Cobani", por su parte, tendría un rol muy definido en la banda de Palomeque. A pesar de su uniforme bonaerense era básicamente uno más. "Hacía de custodia cuando debían hacer algún traslado de mercadería para evitar ser interceptados por algún control policial", aseguran los fiscales en el pedido de prisión preventiva. No sería el único policía implicado. Se sospecha que otros efectivos bonaerenses que todavía no fueron identificados también le avisaban a "Jona" y sus presuntos cómplices sobre intervenciones telefónicas y allanamientos en su contra.
El caso tiene una parte algo más glamorosa: la concesionaria Look Cars en Adrogué, a cargo de Andrés Stolarczyc, "El Pipi", también oriundo de Llavallol. La investigación estableció gracias a seguimientos y escuchas que Jonathan era uno de los clientes preferidos del lugar.
Look Cars, según los fiscales, se encargaba de proveer a la banda los autos para sus movimientos, principalmente trasladar la droga. Todo era de alta gama en Look Cars. Cuando la PFA ingresó había varios Audi y camionetas BMW. Los autos más finos iban para los jefes de la organización y sus allegados: Stolarczyc llegó a venderle una camioneta Citröen Air Cross a un tío de Palomeque por 300 mil pesos. Brian luego llamó a Stolarczyc tras la venta, insultándolo, diciéndole que la Citröen era robada. Stolarczyc, por su parte, sería un cómplice algo renuente. "Le tenía pánico a Jonathan", asegura un investigador.
También hay otro vínculo policial ligado a Look Cars y a la banda. David Gastón Ojeda, imputado también en la causa, es un mecánico que tiene su taller emplazado en la concesionaria. Por lo visto no trabajaba solo para Stolarczyc; la Justicia descubrió que Ojeda arreglaba autos para las comisarías cercanas y que funcionaría como nexo entre efectivos corruptos y la banda de "Jona".
Así, Palomeque expandía su negocio entre autos de lujo y bunkers miserables. De vez en cuando depuraba sus filas. Por lo visto no había margen de negociación para los delatores y traidores, los dealers que se quedaban con vueltos indebidos. Era, básicamente, rendir o morir.
Algunos muertos
El primer tiroteo en la lista es del 25 de mayo de 2015. Aquella vez, afortunadamente, no murió nadie. Brian Palomeque, todavía libre en ese entonces, está señalado como partícipe junto a su hermano Jonathan. Ocurrió en el pasaje Las Flores de Llavallol; los Palomeque, de acuerdo a la imputación, dispararon diez veces contra una pareja de hermanos que circulaba en una moto. Buscaban a su propio hermano, que había ido a comprar droga en la zona, supuestamente a un kiosko de la banda. Los hermanos en la moto aceleraron, salvándose por poco de las balas: los tiros impactaron en el tanque de aceite.
Poco después, "Jona" y Brian fueron a la casa familiar de estos hermanos; pasaron a baja velocidad a bordo de un auto blanco mostrando sus armas desde la ventanilla. El fin de la visita era obvio: que los hermanos no hagan la denuncia. Tiempo después, la familia recibió un llamado inquietante. La voz del otro lado del teléfono dijo: "Acá habla el 'Jona'. No me gusta hablar por teléfono, pero cuando te encuentre vas a ser boleta. Te voy a matar".
El 7 de junio de ese mismo año, de acuerdo a la imputación, un joven del barrio Los Pinos en Llavallol se encontró con Brian Palomeque y recibió un tiro en la pierna que lo envió al hospital. Ya sabía hace varios días que lo estaban buscando, aparentemente por una deuda con la banda. El joven hizo la denuncia poco después del ataque. Jonathan Palomeque se apareció en la casa de la familia con un ultimátum: si no retiraba la denuncia, su familia se moría. El joven accedió y pidió a la fiscalía del caso retirar la denuncia. El terror en Llavallol a los Palomeque era evidente.
El 10 de julio de 2016, en la esquina de Quebracho y Macedonio, localidad de Adrogué, dos presuntos sicarios a bordo de una Sandero Stepway mataron a tiros a Alejandro Fauda y Gonzalo Torres. Fauda era un presunto ex dealer de la banda, oriundo de Llavallol que se había mudado a Adrogué para evitar a Palomeque y su organización. Ambos murieron tras ser trasladados al hospital de Monte Grande.
La autopsia reveló dos tiros en el cuello de Torres. Fauda se llevó la peor parte, con nueve balas a lo largo del torso; ningún plomo quedó dentro del cuerpo, todos entraron y salieron. El motivo del ataque: Fauda se habría quedado con dinero. La banda de Palomeque, aparentemente, tenía un kiosko narco a dos cuadras de donde ocurrió la balacera.
Testimonios en la causa que Alan Moreno tenía conocimiento de un "vuelto grande" que se había quedado Fauda. Para la Justicia, Jonathan es el autor intelectual del ataque.
La muerte de Damián Oviedo, ocurrida dos meses después en septiembre del año pasado, fue bastante más cruel. Oviedo, un consumidor, había comenzado a vender para la banda de Palomeque en un bunker de la calle Lafontaine en Ingeniero Budge. Un jefe hizo cuentas luego de un día de venta: faltaba dinero. Oviedo terminó en un basural a la vera del Riachuelo con un tiro en la cabeza.