Los ratings indican que la tele criolla va barranca abajo... Pero no todo está perdido si hay garra y sangre ganadoras

Las audiencias históricas ya no existen. Tampoco aquellos talentos y genios que los lograron. Pero es muy triste ver que nada queda de la grandeza, reemplazada por la peor vulgaridad. Sin embargo, todavía queda un round…

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(Esta nota está dedicada a la memoria de Tato Bores y a todos los grandes que ya no están en el mundo)

Una serie de títulos periodísticos apenas dejan un resquicio de duda: la televisión de aire ha entrado en un tobogán del que parece muy difícil salir.

Pruebas al canto.

La TV perdió 5 puntos de rating en solo un año.

La caída del gigante: Showmatch con el rating más bajo luego de 27 años.

Telefe se impuso en el rating de 2016, pero sigue una fuerte caída de audiencia.

En rigor, la batalla se libra entre los dos gigantes, aunque más flacos: entre ambos capitalizan el 66% de la audiencia.

El 34% restante se lo reparten Canal 9 y América, más la histórica (y escuálida) televisión pública a partir de su pecado original: cámaras al servicio de los gobiernos de turno, y sin el menor disimulo…

Alarma también –pero el fenómeno es mundial– la ausencia de adolescentes y algo más jóvenes frente a la pantalla.

Mejor perder toda esperanza: su mundo son la computadora, las tablets, los celulares, y los sistemas que les permiten armar sus propios contenidos.

Marcelo Tinelli y “Pampita”
Marcelo Tinelli y “Pampita”

El tango "Tiempos viejos" sugiere una metáfora del tambaleo de la vieja tele, ya sexagenaria: "Te acordás hermano, la rubia Mireya | se formaba rueda pa´ verla bailar | Casi me suicido una noche por ella | y hoy es una pobre mendiga harapienta"

Sin exagerar, claro. Nuestra tele de aire no mendiga ni viste harapos…, pero lentamente ve cada día más lejanos sus días dorados.

Hay razones indiscutibles e invencibles.
La mayor: el cable.
Una fuente de talento creativo y tecnológico que, incluso, empieza a desplazar al cine.

Dos ejemplos al azar.
Las series "Homeland" y "Breaking Bad".
En buen criollo… ¡cortaban la respiración!

Y además, como ventaja no menor sino mayor, la avalancha de señales y ofertas, que a veces hace difícil grabarlas sin superponerse.
Y además, los canales de cine clásico.
Que, para quienes pasamos el medio siglo –y un largo pico–, es volver a vivir, a reír con aquellos cómicos inolvidables, y (¿por qué no?) derramar alguna lágrima en, por caso, la escena final de "Casablanca".

Pero volvamos a la realidad de los números. Al lento pero al parecer inexorable goteo de decadencia…

Hoy, en una síntesis prieta y acaso un poquitín arbitraria, la tele criolla está acotada (incluso en números felices) a la inoxidable Mirtha Legrand, a una Susana Giménez cada vez más espaciada, a una Moria Casán transitando por cuanto programa de chimentos hay (y habrá) en el futuro, y a Marcelo Tinelli, una ubre del que todos maman…

Es muy poco para un país que, dicho sea sin falso patriotismo ni idolatría… ¡tuvo una tele tan prodigiosa como irrepetible!

Es cierto. Lo que sigue acaso sea un gran signo de interrogación para los muy jóvenes.
Pero como se alejan de la pantalla cada vez más, avanzamos sin culpa.

Balance del ayer y el hoy…
Principios de los años 50. Tecnología precaria… pero técnicos que hacían magia.

En blanco y negro, los horrores de Narciso Ibáñez Menta y sus "Obras maestras del terror", inspiradas en cuentos de Edgar Alan Poe.
Es decir, alto nivel.

Espacio cultural: las preguntas y respuestas de "Odol pregunta", que no interrogaban tonterías. Había que saber… o sucumbir.

Los martes a la noche, nada de novelas turcas, indias o brasileñas.
¡Cita de honor y ratings brutales para los amores y avatares de la tira "Rolando Rivas, taxista"!

Esquema simple y eterno: niña rica (Soledad Silveyra) ama a joven taxista de barrio (Claudio García Satur).
Hasta el final, con el corazón en la boca…

Pedón por la letanía que sigue…
Tato Bores: genio irrepetible.
Alberto Olmedo: el que inventó la tele por segunda vez con "El capitán Piluso", y reinó en ella hasta su trágica muerte.
Biondi y Balá: como hacer reír sin la menor palabrota. Sólo con inteligencia.
Porque si hoy hay que putear o hacer sexismo del peor para arrancar una sonrisa casi estúpida…, vamos muy mal.

Vieja tele para todos los paladares.
Amado y odiado pero cita obligada: Bernardo Neustadt.
Largas horas sin interrumpir ni para ir al baño: los Sábados Circulares de Pipo Mancera.
Popular para mayores nostálgicos: Silvio Soldán y sus "Grandes valores del tango".
Y el mismo Soldán, con la expectativa de la llave ganadora en "Domingos para la juventud".

Carlitos Balá
Carlitos Balá

Alto. Homenaje al programa más surrealista, creativo y añorado de la vieja tele: ¡"Titanes en el ring!", desplegado por el increíble Martín Karadagián.

Seguimos…
Los primeros años de "Polémica en el bar", gracias a Gerardo Sofovich pero especialmente a su seleccionado de estrellas… se estrelló tristemente en su resurrección.
Los diamantes son eternos.
Y algunos programas también…

La troupe de "Telecataplúm" era uruguaya, pero cruzó el charco para felicidad de niños de 6 a 80 años.
¡Cuánto talento, Dios!

¿Queríamos drama, seriedad, profundidad?
Pues ahí estaban "Cosa Juzgada", "Situación límite", "A solas"…

¿Risa inteligente?: "El mundo de Antonio Gasalla", y el más grande entre los grandes.
De pie y un minuto de silencio.
Con nosotrosy eterno… ¡¡¡Tato Bores!!!

Hay en esta cabalgata, claro, olvidos.
Porque la premisa clave de la tele es no aburir.
Y también la del periodismo.

Y ahora viene, como en el sillón del psicoanalista, la paliza.

Porque, más allá del cable, de las tablets, de los celulares, de la feroz competencia entre grandes pantallas HD y pantallitas enanas, lo que agoniza en la tele aérea… es el talento.

Se huele desgano.
O rutina.
O el salir al ring ya derrotado, como si el rival fuera Mike Tysson.

No, muchachos y chicas de la tele.
La oscura simiente de la caída es el mal gusto. Lo burdo.
La incesante repetición de figuras en todos los programas de chimentos.
El pobrísmo lenguaje.
La falsa creencia de que hablar exclusivamente de sexo, cuernos y videos hot que "por casualidad" llegaron a las redes, son argumento y fórmula suficiente para ahuyentar, a la corta o a la no tan larga, al público pensante.
Otro espectáulo lamentable: los hilos del títere se notan de aquí a Beijing  cuando los jurados y los bailarines se pelean y se insultan.
¡Qué infantilismo!

No se engañen creyendo que nos engañamos.
No hay que ser bachiller por Salamanca para advertir, al minuto o al segundo, que un enorme porcentaje de esos escándalos con lenguaje obsceno y descripciones explícitas… están sujetos a un guión.
No nos tomen por idiotas.
No insulten nuestra inteligencia.

En cuanto a los capos, los mandamás, los jefazos de los canales… ¡dejen de repetir fórmulas que –los ratings no mienten– salen a la cancha con tres goles en contra!

Piensen.
Exprímanse los sesos como hacían Romay y Goar Mestre.
Inventen, que no es lo mismo que copiar mal.

Es cierto: no es fácil.
Ya no quedan periodistas que muevan demasiado la aguja.
Pero don Jorge Lanata tuvo en vilo a medio país, los domingos a la noche, con su "Periodismo para todos".

Es cierto también: contó con el desastre de la década K, los récords mundiales de corrupción, la parodia de un gobierno disfrazado de Nac&Pop que revoleó bolsas con dólares en un convento… and Co.

Pero cuando le fue mal con el programa que buscaba al argentino más inteligente… recogió rápido las redes y se fue a su casa.
Un acto de honestidad en una tele altamente deshonesta.

Y de sexo hablando.
¡Paren!
Parecen, a veces, burdas imitaciones de cine XXX por cable, que es una de las mayores invitaciones al bostezo conocidas en este planeta.

Casi da vergüenza recordarlo.
Pero la vieja y hasta la moderna tele (no la de hoy) se hizo grande por la calidad de sus autores, sus directores, sus actores, sus actrices.

Gente, por ejemplo, como Alfredo Alcón.
Sólo por acudir a un símbolo…

Gente que estudiaba Arte Dramático.
Que emitía su voz con sonoridad, no tragándose las palabras, como ciertos galancitos en ciernes.

Actrices que conocían distintas técnicas (Stanislavky, Grotowsky, etcétera), y no señoritas ignotas que dicen "Soy actriz" antes de pisar un escenario, y con más ínfulas que Meryl Streep…

Bajemos un cambio.
O mejor, subamos un cambio.
La siesta que está durmiendo la tele aérea es, en parte, culpa de sus enemigos de la híper modernidad.

Pero ojo.
Es una excusa fácil.
El argumento de los perdedores que se entregan sin luchar.

Si alguna vez fue grande, ganadora, incluso magnífica, y captó multitudes (ratings de 30, 40, 50, 60 puntos), no puede perder, hoy y año a año, puntos que presagian una rendición sin condiciones.

Es cierto.
Aquellos que la hicieron grande no resucitarán.
Tampoco tienen reemplazo: al irse del mundo rompieron el molde.
Pero al menos vale la pena sentarse a pensar cómo salvarse del incendio con armas propias y nobles.
Nuestras.
No dependiendo de los amores, venturas y desventuras de turcos, indios y brasileños.

Si lo hicimos antes, bien podemos hacerlo a partir de ahora.

Pero rompiendo todos los viejos libretos que se suponen exitosos pero aburren mortalmente, y entregarse al espíritu y la inspiración de aquellos gigantes.

Ah. De paso.
¿Alguien vio los noticieros norteamericanos?
Filmaciones formidables, y un "anchor man" que se limita a narrar con sobriedad el drama, la tragedia, la comedia.

Entre nosotros, como vicio que ya parece extendido e irremediable, señoras y señores con micrófono y cámara, ante cada hecho (salvo honorables excepciones), vierten comentarios dignos de doña Rosa o don Pascual, matizados con risotadas y algún chiste privado que, of course, sólo ellos entienden.
Las notas, aún las más nimias (un gato en un árbol, un bombero atrapándolo, o un choque sin víctimas), se estiran hasta el infinito…
Si no pueden sostener 24 horas de noticias, mejoren el material, cubran más hechos, o acorten un horario que no da para más.
Es preferible eso que aguantar aperturas con twitters en los que doña Catalina cuenta que se despertó temprano y está desayunando con sus nietitos.
O tonterías similares que a nadie le importan un corno…

Entonces, ¿cómo no dinamitarlos y pasar a CNN, que también tiene una versión en castellano?

Es un punto a revisar.
Lo que sorprende es que gente supuestamente avezada… no advierta que un noticiero no exige un preludio de joda con chistes sobre su ropa o el asadito del domingo.
Eso no es televisión-verdad ni cálida comunicación con el público: es irritante pavada que alienta la huída de cualquiera que haya terminado la escuela primaria…

Y también, ¡por favor!, ya que las noticias duran las 24 horas… en lugar de estirar tanto las locales, ocúpense más del mundo, que arde.
No vivan sólo de catástrofes y masacres.
Suceden otras cosas más dignas de der conocidas que los bloopers…

En algún punto del camino, algunos responsables decidieron que la tele es entretenimiento, circo, ruido, gritos (¿por qué todos gritan tanto en ese circo?), escándalo, obviedad, y que era clave la medición segundo a segundo.

Pero por ahora, sólo es clave para advertir la anemia de los ratings.

Porque la tecnología es necesaria, sí.
Pero no es un farol del que se agarra un borracho para no caerse…

Todo lo dicho y escrito no es estrictamente la opinión del autor de la nota, que huyó hace años, y por las razones apuntadas, hacia el cable.

Eso sería parcial y egoísta.
El autor de esta nota cree –y perdón si se equivoca– que el lento goteo hacia abajo de una tevé que fue casi incomparable y que a tantos millones hizo felices o los ayudó a pensar, no puede morir.

Va un ruego a sus responables.
¡recuperen algo de las no tan viejas y gloriosas semillas!
Porque sólo muere el que se entrega.
El que no lucha.
El que se rinde.

Pero redoblando el esquema de hoy, sin más oferta que Mirtha, Susana, Moria cabalgando en los horarios chimenteros, y Tinelli y su estridente circo como única fuente de alimentación… ¡la pantalla está en el horno!

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