Georgina Barbarossa: "No solucionamos nada bajando la edad de imputabilidad, hay que educar al pueblo y enseñarle la cultura del trabajo"

“El tema es más profundo”, analiza la queridísima actriz que fue víctima de un terrible episodio de inseguridad en el que murió su marido: “Son varias generaciones que están subalimentadas, analfabetizadas y que vienen drogándose. Saben que no van a vivir mucho tiempo más; para ellos la vida no vale absolutamente nada”

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"El camarín de Pepe [Cibrián] tiene todo, living, comedor, luminoso al frente. Tiene 39 millones de cuadros, lámparas bellísimas, sofá, perros y unos inciensos carísimos, importados, que dan un perfume riquísimo. Toda su ropa el guacho la puso en mi camarín para tener más espacio él y un living para recibir a la gente". Así comienza esta charla con Infobae tan desopilante como profunda con la protagonista de Lord. Su camarín no cuenta con semejante despliegue, asegura, sólo algunos cuadros de su madre y muchas fotos familiares.

—¿Sigue generando nervios un estreno?

—Estrenar es horrible, horrible. Van pasando los años y cada vez es peor, decís: "¿Por qué yo tengo que llegar a esto, si puedo estar en mi casa viendo Netflix o leyendo un libro tranquila, o en Córdoba?". Es como tirarte al vacío, esa sensación. Después es sumamente placentero y esta obra de Pepe es mágica, es un poco biográfica, creo que él exorcizó su cáncer a través de esta obra sin saberlo. Es un canto a la vida.

—¿Vos qué exorcizaste con el teatro?

—Mi lugar en el mundo es Córdoba, con mis hijos y con mi familia, pero mi ADN es el teatro. Agradezco muchísimo porque gracias a la televisión soy popular; pero el teatro me exorciza, te hace olvidar de todo. He pasado momentos trágicos en la vida, y soy tan feliz, tan plena. Creo que hay otras vidas, porque desde el primer momento que pisé el escenario del Tabarís, que fue de la mano de Pepe, hace más de 30 años, sentí, a pesar de los nervios: "Yo acá ya estuve". Es muy loco porque uno está cansado, estás al revés del mundo, cuando todos van a la pileta, vos estás yéndote para el teatro, vas a contramano de todo. Pero llega ese momento del escenario y guau, es realmente apoteótico. La palabra exacta es quizás un poco fuerte, pero es orgásmico.

—¿Y si hay otras vidas, qué quisieras ser en la próxima?

—Hay un tema de la familia de la luz, creo que se va encontrando. Entonces quizás en la próxima vida Juan y Tomás [Lecuna] a lo mejor son mis papás, Vasco [Lecuna] es mi hijo. Me gustaría mantener el mismo grupo, no podría estar sin ellos, mi vida no tiene sentido. Me gustaría ser, no sé si política porque no sirvo para la política, pero sí estar en el área de cultura, de salud, de bienestar social, hacer algo por la gente.

—¿Cómo imaginás ese rol?

—Ser como Juan Carr. Yo, dentro de mi espacio en los medios, trato de ayudar lo que puedo, no tengo un programa al aire en este momento y colaboro con redes sociales. Me preocupa mucho lo que está sucediendo, es muy terrible. El tema de la inseguridad es muy grave; desde el 2001, que mataron a mi marido, hasta ahora esto va in crescendo, y lo que más me preocupa es la separación de los argentinos, esta brecha que hay muy grande. Yo no estoy afiliada a ningún partido político, nunca le chupé las medias a nadie. Creo que así como estuvo Cristina [Kirchner] y ahora está [Mauricio] Macri, hay que apoyarlos porque son los presidentes que tenemos, te pueden gustar o no, pero fueron elegidos por el pueblo y tenemos una democracia que nos costó mucho conseguir. Tuvimos una dictadura terrible, murió mucha gente. Respetemos esta democracia. Entiendo, la estamos pasando mal, es un momento de crisis muy duro, pero siempre, desde que tengo uso de razón, estamos en crisis. Crisis es cambio y hay que bancarlo.

—Desde el horror tenés en común con Matías Bagnato al juez Axel López y pensaba en lo que hizo Matías este año impulsando las leyes de protección de víctimas que las pasaron para el año que viene.

—Las cajonearon.

—¿Qué te pasa con eso?

—Te da un nivel de impotencia, de dolor y de un sabor muy amargo en la boca, porque se nota que a ellos no les pasó nada. Yo estoy segura de que si a algún diputado o algún senador le hubiese sucedido alguna cosa…

—¿Creés que en ese caso sería diferente?

—Esto te cambia la vida porque te la arruina. A nosotros nos arruinaron la vida, a toda nuestra familia. De ahí en más tuvimos que aprender a vivir de otra forma. ¿Podés recuperar la alegría? Sí, pero es otra alegría, no es la misma. Esa escena familiar no existe más. Entonces, señores diputados y senadores de la nación, ¿qué esperan?, por favor, dejen de cajonear esas leyes. Matías Bagnato, junto a las Madres del Dolor, ya no saben qué más hacer. Por eso no me gustaría hacer política, porque no les interesa. Hay algún político sensible, pero están pensando en grandes cosas, en grandes negocios y se olvidan de cuidar las pequeñas grandes cosas de la vida que son estas, que haya seguridad, que haya educación y que haya salud, que es lo más importante.

—¿Qué opinás del debate sobre modificar la edad de imputabilidad?

—El tema es muchísimo más profundo, pasa por la educación, no por bajar la edad de imputabilidad de los niños. Ya son varias generaciones que están subalimentadas, totalmente analfabetizadas y son generaciones de chicos que vienen drogándose, que saben que no van a vivir mucho tiempo más; para ellos la vida no vale absolutamente nada. Pasa por un tema de preocuparse el Estado por la educación, el narcotráfico y el trabajo. No es solamente darles planes, sino darle trabajo a la gente, enseñarle a trabajar otra vez, todo volvería a tomar otra dimensión. No solucionamos nada bajando la edad, hay que educar al pueblo, darle trabajo y enseñarle la cultura del trabajo; el tema del narcotráfico ni que hablar.

—Viviendo lo terrible que viviste nunca te manifestaste a favor de la pena de muerte.

—No. Por más que en ese momento tenía ganas de matarlos con mis propias manos, no soy Teresa de Calcuta. Tuve que hacer un trabajo. En ese momento dije "Yo los mato", después por supuesto que no lo hacés. Creo en la ley divina, creo que existe un Dios y lo puse en manos de Dios. Si no te llenás de ira, esa ira te provoca un cáncer y yo no voy a morir de cáncer.

—¿Le hablás al Vasco?

—Siempre, está harto de mí. No digo la expresión idiomática, pero las debe tener así de moño: "Vasco, los chicos. Vasco, tal cosa. Vasco, esto. Vasco…". Sí, sí, todo el tiempo.

—¿Le pedís que te cuide?

—A los chicos. Antes de salir en los estrenos, al escenario, lo invoco, lo invoco a mi papá, al Vasco, y después siempre pido la protección de Niní Marshall, de la Campoy, de Jorge y Aída Luz, les digo "vengan a mí". Y ahora que estamos en este teatro, el Astral, que es tan bello, todos los días le hablo un poquito a Alicia Zanca, que trabajé mucho con ella.

—Qué linda forma de continuar con las ausencias.

—Es que un poco esta obra que nosotros hacemos con Pepe habla de eso del buen vivir y del buen morir, es un canto a la vida. Es pasar a otro estrato, yo estoy segura de que están en otro sitio pero que están.

—Ojalá los encontremos.

—Ay, sí, porque viste que si te reencarnás, decís: "Ay, pero yo no me acuerdo dónde estaba antes, entonces me gustaría un poquitito acordarme". Que me diga: "Hola, soy Vasco", y ahora es mi abuela. El día que me muera, los chicos saben que tienen que organizar descontrol total, música, fiesta, me creman, lo lamento por el Papa, me van a cremar. Y Vasco está en un árbol, yo no quería estar en ese árbol, pero había elegido un sauce eléctrico, porque me siento más identificada; ahora voy a tener que estar en un pino. Y se va a joder, porque como está ahí les digo: "Van a tener que sacar las piedras" y voy a estar arriba tipo: "Correte, correte"(risas).

—¿Hay algún amor, algún hombre por ahí?

—Tengo un hombre, mi marido es Pepe Cibrián (risas). Te juro que no tengo a nadie. Estoy feliz por el teatro, con Pepe somos todo, somos madre, padre, hijo, marido, pero no tenemos sexo, lo estoy tratando de convencer, uno nunca sabe (risas).

Lord, el musical se presenta de miércoles a domingos en el teatro Astral.

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