"Imaginate. Para un tipo de mi edad, 64 años, me costó un poco volver, es un regalo increíble, inmenso". Las palabras pertenecen a David Lebón, una leyenda del rock nacional que charló con Infobae sobre la gran recepción de su último disco, Encuentro supremo, presentado a finales de 2016. "Uno normalmente piensa que, cuando es grande, va a empezar a aflojar un poco y yo estoy re feliz porque en este momento es cuando mis chicos están ya grandes, tienen sus hijos, que son mis nietos. Entonces, qué pasa, cuando termino de estar con mis nietos, me canso, llamo a los viejos para que los vengan a buscar y sigo haciendo música".
—¿Por qué Encuentro supremo?
—Porque encontré lo que quería hacer en mi vida, que es tocar, estaba dentro mío, pero no me daba cuenta de que podía hacerlo. Tuve muchas dudas, era muy chiquito, habían salido los Beatles, era muy fuerte tratar de competir en un país como Estados Unidos (vivió allí durante su adolescencia) y ni siquiera competir, yo quería ser parte de los Beatles. Cuando llegué a la Argentina, sentí muy fuerte que era de acá y que había cosas para hacer. En Estados Unidos las letras eran "Baby, baby don't leave me", 'no me dejes', pero acá había letras como las de Almendra o las de Manal, que eran increíbles en castellano y me encantó. No me quería volver a Estados Unidos, mi vieja se volvía y yo me quedé. Todo lo que me pasó fue maravilloso acá.
—Si te regalaran un encuentro, la posibilidad de tener una charla de dos horas con quien vos quieras, del presente, del pasado, vivo, muerto, ¿con quién te gustaría tener un mano a mano?
—Con Luis.
—Con Luis Alberto Spinetta.
—Sí, me encantaría y si me hubieras dicho dos veces, hubiera dicho dos veces Luis también. Es maravilloso lo que lo extraño. Es maravilloso de verdad. Si extrañar es lo que yo siento, extrañar está muy bueno. Eso es el encuentro supremo, encontré en mí un montón de cualidades que no tenía cuando era joven. O que estaban creciendo junto conmigo, pero no me daba cuenta, porque estaba boludeando en el buen sentido de la palabra, tocar para levantarse minitas y todo ese tipo de cosas. Pero después, cuando te das cuenta de que realmente tocás el corazón de las personas, que hay gente que por ahí llora cuando cantas "Seminare" o te dicen: "Mi hija se llama Nayla igual que tu hija, le puse por ella", es mucho regalo. Ayer me preguntaron si era feliz y dije: "Estoy completamente feliz", pero me faltó decir: "Hay una cosa que me falta y es que si el resto del país fuera completamente feliz, a mí me daría un vuelo tremendo".
—¿Te duele?
—Me duele porque me siento como que estoy abusando de la felicidad de… estoy utilizando un montón de energía buenísima que hay en nuestro país que las demás personas no la pueden utilizar porque miran mucha televisión y creen todo lo que les dicen. La televisión es divina, a mí me encanta, lo que pasa es que en mi época ir a un programa de televisión a tocar era increíble. Me acuerdo que fui a tocar en Telenoche cuando recién llegaba de Estados Unidos y estaba todo el barrio mirando. Ahora ya un poco cambió, a mí me gusta ver dibujitos, soy como los abuelos gagá, miro dibujitos, miro Los Simpsons, miro American dad, o películas cómicas como American pie, ese tipo de cosas.
—¿Noticieros mirás?
—Tengo que mirarlos, no puedo no mirarlos. De todas maneras te enterás. Primero, me quedo a mirar para ver por dónde tengo que llegar a casa. Lo que pasa últimamente es que todo el mundo siempre llega tarde a todos lados, porque es un despelote todo. Pero no importa, no quiero hablar del despelote que hay. El despelote se arregla o no se arregla.
El maestro, como fue Jesús para sus devotos, tiene que ser una persona viva
—Alguna vez dijiste que no te gusta ser el centro de atención. ¿Cómo se hace en el escenario?
—El escenario es el escenario, el escenario es mío, es mi nave, es mi casa, es donde yo me siento cómodo. No importa qué escenario sea, es como pisar mi tierra. Donde yo voy a tocar es bendito para mí, es sagrado y amo. Todo tiene que ver con el supremo. El amor supremo, yo siento amor supremo, no siento el amor que es solamente el amor del sexo, el amor del auto, el amor de la guitarra, el amor de las cosas externas, sino que yo siento que adentro de mí hay una capacidad de amar increíble, mi gran familia es mi público.
—¿Y en qué momento empezaste a sentir esa capacidad de amar de esa forma?
—Buscando. Cuando era chiquito, fui monaguillo 4 años; no encontré ahí lo que yo quería, porque Jesús mismo decía que no tenés que amar a estatuas, ídolos y tener el ídolo, además, clavado. No quiero faltarles el respeto a los católicos porque soy católico, lo que pasa es que no practico el catolicismo en el sentido de ir a la iglesia y todo eso. Primero, porque si la iglesia es la casa de Dios, yo no me iría, me quedaría ahí. Y creo que la persona, el maestro, como fue Jesús para sus devotos, tiene que ser una persona viva. La Iglesia en este momento no está teniendo poder porque no hay nadie realmente que esté enseñando lo que enseñaba Jesús, Buda o Krishna, o los maestros que estuvieron en el planeta.
—Hablaste de la época del levante con el rock. ¿El rock te dejó más mujeres, más plata o más dolores de cabeza?
—Me dejó menos de todo. Me dejó con menos plata, menos mujeres y yo me quedé con las guitarras.
—¿Acordás o no con que fueron los Beatles argentinos?
—Para no quedar mal con la gente te diría que sí. Había un Paul, había un Ringo, lo que no sé cuál era Lennon y cuál era McCartney ahí en la banda. Pero fue muy querido Serú, llenó dos River, fuimos los primeros, ni Amnesty llenó River. Nosotros tampoco pensábamos que íbamos a llenar River ni en pedo, pensábamos que iban a ir 30 mil personas al primero y eso era todo, así que fue maravilloso, fue inolvidable y yo me sentí como dado por hecho, por un lado, pero pasó tan rápido todo que a la semana ya quería tocar de nuevo.
—En esa época del país y del rock surgieron referentes importantísimos. ¿Cómo ves a las nuevas bandas? ¿Pueden tener el peso en la historia que tuvieron ustedes?
—Hay bandas. Lo que pasa es que hay que darles un tiempo, como a todo, para que afinen, ensayen, se conozcan más, se cambien de banda. Ahora hay más. Nosotros, cuando empezamos, éramos seis monos locos; era Pappo's Blues, La Pesada, Almendra, Manal y yo tocaba un poquitito acá, un poquitito con aquel, un poquitito con el otro.
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—¿Se llevaban bien todos?
—Todos estábamos en mi casa siempre. Todos íbamos a casa a comer, tocábamos, hablábamos del universo, hasta el átomo llegábamos, de que algo iba a pasar, de que el mundo iba a cambiar, de que nosotros teníamos que ayudar. Éramos muy soñadores en ese sentido. Y seguimos además; de hecho, ganamos, porque salir a la calle era salir a que te arranquen el aro sin abrirlo, ir preso todos los días, golpes, picana, lo que vos quieras, y eso había de sobra. Pero no pudieron, no pudieron pararlo. Nosotros fuimos los primeros que sentimos el pánico, la pálida como se decía. "Uy, me comí la pálida a la noche", era el pánico que hoy la gente va al psiquiatra a tratarse del pánico. Nosotros ya teníamos pánico, porque sabíamos en el aire estaba sucediendo algo, estaba pasando algo que no estaba bien.
—Pero recién dijiste que no los pararon.
—No nos pudieron parar. Es como la cosa del toro y el matador. Al toro no lo vas a parar hasta que lo mates. Y acá tuvieron que matar a un montón de gente, porque no paraban, no paraban, no paraban. Pero después hubo un montón de otra gente que siguió. Aparte, te digo una cosa, en esa época eran tan boludos, porque censurar "Cambalache" fue la estupidez más grande que vi en mi vida hecha por un gobierno. "Cambalache", que es un tangazo increíble que simplemente está cantado, y siempre fue así el mundo en realidad. Y lo censuraron. Cuando lo censuraron, yo me empecé a reír, esto es una pelotudez. O sea, estos tipos no saben, están jugando a un juego peligrosísimo.
—¿Es verdad que perdonaste a quienes te secuestraron y te torturaron?
—Sí, perdoné a la persona que los mandó, sí. No a los que me hicieron eso.
—El papá de un amigo tuyo.
—Sí, lo perdoné porque me di cuenta de que fue un tema de papá que le salió a él que se equivocó conmigo. Pensó que yo era un dealer, que vendía drogas. Con el tiempo, por uno de los hijos de él que lloró mucho cuando falleció, antes por supuesto de que pasara eso fui a Córdoba, donde estaban viviendo, fui, me tomé un gin tonic con él y charlamos toda esa situación y me sentí bien.
—¿Cómo hiciste, porque fue terrible lo que viviste? ¿Tiene que ver con este amor supremo del que hablabas?
—Sí, pero no le podés pegar a un chico porque pone los dedos en 220. No le podés pegar, serías una muy mala madre. Muchas veces la gente es muy inconsciente en ese sentido. Yo tuve mucha suerte, lo único que puedo decir es eso en mi vida. Nací con nada, yo siento que mi creador… no quiero que esto suene como religioso, porque las religiones son peligrosas, son raras, hay todo tipo, no puede haber 18 dioses, hay uno solo. Yo sentía de chiquito que iba a ser músico, yo sabía. Mi mamá me compró la primera guitarra. En Estados Unidos no podés no ir a la escuela, no existe. Bueno, yo no iba a la escuela, yo me iba a tocar a todos lados y mi vieja nunca me retó.
A Charly lo amo, lo respeto y él me súper ama a mí
—¿Cómo lo estás viendo a Charly García? ¿Hablan?
—Hablamos. Yo primero le pregunto a la novia cómo está, si está bien para hablarle, para llamarlo. Lo amo, lo respeto y él me súper ama a mí, así que siempre hablamos o me manda fotos por ahí. La vez pasada le regalé un sombrero y me mandó una foto posando con el sombrero. Es un amor y yo lo amo, siempre lo voy a amar y no me importa lo que haga o lo que deje de hacer, es su vida. Mientras a mí no me rompa los huevos, está todo bien.
—¿Se le perdona todo a Charly?
—Se le perdona todo. Fue a Villa Gesell, llegó cuatro horas más tarde y cuando llegó, se cayó tres mil veces en el escenario y nadie se fue; porque el flaco fue un peleador y un luchador, pero luchó desde un lugar que fue agresivo, entonces recibió agresión también por ese lado. Nosotros fuimos unos cagones, si querés ponerlo de esa manera, tuvimos miedo de hablar o de hacer cosas para que no nos caigan en masa y nos lleven como me llevaron a mí en cana. Pero está bien, porque ¿qué querés? ¿que te maten? No. Por decir una palabra, prefiero no decir nada y hacerme el tonto y si pensara eso en mi mente y en mi corazón, decir: "Bueno, esto está mal, mejor me retiro hasta que esté un poquito mejor".
—Tenés siete nietos. ¿Qué pasa si te visitan y empieza a sonar Agapornis? ¿Podría suceder?
—Mira, mi nieto más grande tiene síndrome de Down, él sería el primero en ir y sacarlo. Le compramos el disco del Negro Rada que era para chicos, lo sacaba todo el tiempo. A él le encanta [Eric] Clapton, el abuelo le encanta; a mí me agarra las manos cuando me ve, él no habla, esto quiere decir que yo le toque la guitarra, y yo agarro la guitarra y toco. El otro nieto mayor, cuando era más chiquitito, me acuerdo que decía: "Abuelo, vos si estuvieses en venta, serías carísimo".
—¿Tan Biónica?
—¿Qué es Tan Biónica? ¿Un grupo?
—Una banda.
—No, no los conozco.
—Ok, no se los permitís a los nietos entonces.
—No, ellos que escuchen lo que quieran. A mí no me molesta para nada lo que existe. De hecho, si está en la radio, lo escucho, no tengo ningún problema. No soy un agresor, no estoy en contra de mis colegas. Simplemente que hay muy buena comida, hay comida más o menos y hay comida mala. Vos decidí qué querés comer.
—¿Cómo viene tu 2017?
—Voy a tratar de que sea el mejor, voy a hacer el esfuerzo y voy a caminar sobre espinas, voy a tener que hacer un montón de cosas para eso como siempre. Pero para mí va a ser el mejor y para mi familia también. Espero que para el país también. Yo amo a mi país y con eso lo que quiero decir es que mi regalo es mi amor.