Giuliana Maldovan (20) y Lucas Liveratore (34) murieron luego de asistir a la fiesta electrónica de Arroyo Seco. Ella ingirió éxtasis y el resultado fue fatal; el fiscal cree el hombre perdió la vida por el mismo motivo. Mientras la investigación sigue adelante, se conocieron más detalles de la serie de irregularidades dentro el boliche Punta Stage -donde se llevó adelante el evento- que desencadenaron el trágico final.
Según relataron algunos jóvenes que asistieron a la fiesta, en el lugar – cuya entrada oscilaba entre los 300 y los 2.000 pesos- era muy fácil comprar droga. Había dealers distribuidos por todo el predio que ofrecían cualquier tipo de pastillas a los asistentes. A esto se suma el caos en la organización, falta de controles, hacinamiento y hasta los ventiladores fueron apagados intencionalmente. Además, el agua en los baños estaba cortada, lo que obligaba a los chicos a comprar las botellitas de agua cuyo precio era de 80 pesos. En suma, todo un cóctel explosivo que derivó en la muerte de dos personas. Incluso, el fiscal de San Nicolás, Patricio Mugica Díaz, dijo que "podría haber más víctimas".
"A esta chica no la mató la droga sino la negligencia de la producción", dijo al diario La Capital, Exequiel, un joven rosarino de 27 años que estuvo en la fiesta. Tanto él como otros testigos, coincidieron en que hubo empujones, caos al ingresar, la escasez de agua para hidratarse, dispensers "escondidos" y canillas del baño rotas.
Para ingresar sólo a la fiesta fue una tortura. Se registró un embotellamiento en la autopista a Buenos Aires de varios kilómetros. Un largo tramo se recorrió a paso de hombre en el camino de acceso al boliche, donde cuatro patovicas controlaban el ingreso de miles de personas. Como suele ocurrir, la cantidad de gente agolpada en la entrada dio vuelta las vallas y en medio del caos ingresaron muchos sin mostrar la entrada. "Cuando el disturbio se calmó, el personal de seguridad te sacaba todo el ticket y se comentaba que los revendían", agregó el joven.
Había droga "como en cualquier lugar a la noche". "Y sí, abundaba. Te la ofrecían cada 5 minutos. Era éxtasis, pastillitas de colores. Es sencillo, te preguntan si querés rolla", relató el testigo. "Todo el mundo sabe qué tipo de pastilla te encontrás en estas fiestas y siempre se rumorea que los que organizan tienen sus dealers", añadió.
Destacó que de un momento a otro apagaron los ventiladores durante la noche agobiante para obligarlos a comprar agua, que en muchos casos ni estaba fría. "Y los dispensers estaban escondidos detrás de una barra, sin información de cómo encontrarlos. La gente se desesperaba y se armaban colas eternas para comprar agua", remarcó.
Uno de los momentos de mayor tensión llegó con la lluvia en plena madrugada. Quienes estaban al aire libre ingresaron al interior del boliche. "A una barra de tragos se le vino el toldo lleno de agua encima y en medio de cables, pudo haber sido un desastre aún peor. Droga hay en todos lados. Esta generación de pibes de 20 años no sabe los efectos del éxtasis. La solución es informar y prevenir, en vez de prohibir", recordó.
Florencia, otra rosarina que estuvo en la rave, contó que fue al evento con su novio en una combi. Pagaron 500 por la entrada y 150 por el transporte. Coincidió en el relato con Exequiel e incluso dijo que hubo varios desmayos. "Había unos dispensers con agua, pero a la media hora no tenían más líquido. Para tomar un trago había que esperar 45 minutos, bebidas calientes sin hielo y pocas cajas en la barra. En el boliche era todo empujones, algo que empeoró cuando empezó a llover", dijo.
En ese sentido, criticó la falla en la organización, la poca seguridad y que casi no había ambulancias. "El problema no es la música electrónica, por más que haya gente drogada, acá el tema está en la producción", sentenció.
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