Fue una pesadilla que duró años, décadas. Primero fue padecida con el físico, luego con la cabeza, una y otra vez. Hasta que llegó la posibilidad de poder soñar con empezar a cerrar esa herida, poder encontrar a alguien que escuche el reclamo. Daniel Sgardelis, de 42 años, sufrió entre sus 7 y sus 21, abusos sexuales de manera cotidiana por el cura italiano Nicola Corradi en el Instituto Próvolo para niños sordomudos en la ciudad de La Plata.
El hombre, que nació y ahora volvió a vivir en Tartagal, Salta, tuvo la oportunidad de dar su testimonio ante el fiscal Fernando Cartasegna, quien investiga los abusos del italiano y de Horacio Corbacho durante la estadía de ambos en el colegio de la capital de la provincia de Buenos Aires.
Sgardelis se animó a acercarse a la justicia justo después de que explotara el caso, que también tuvo a Corradi y a Corbacho como protagonistas, en el mismo Instituto Próvolo en Mendoza. Allí, ya se radicaron más de 25 denuncias por vejaciones y abuso sexual infantil y los dos sacerdotes se encuentran en prisión a la espera de un juicio.
"Hay muchos adultos que sufrieron y todavía sufren sin poder hablar con nadie. Estos abusos arruinaron mi vida por completo. Y ahora que salió a la luz todo lo que pasó en Mendoza, es como si se hubiera resucitado la esperanza en muchos de nosotros", relató Sgardelis después de haber testificado vía teleconferencia con el fiscal.
El salteño rememoró aquellos años terribles en los que la cantidad de abusos sexuales y violencia física ejercida por los sacerdotes sobre los alumnos lo habían conducido directamente al deseo de morir.
"Algunos de los chicos se suicidaron. Se tiraron al río o a las vías del tren. Ellos sufrían una barbaridad y no podían contar lo que les había pasado. Encima algunos chicos se burlaban de ellos. Yo también estuve a punto de suicidarme. Salía a la calle desnudo, en medio del frío y cuando mi papá me retaba le decía que me quería morir", describió la víctima.
Sgardelis aseguró que Corradi, el mismo cura que acumuló decenas de denuncias en Verona, Italia, y que repitió los abusos una vez llegado a la Argentina, era un hombre manipulador y terrorífico.
"Era manipulador, tenía doble cara. Se mostraba como una persona sencilla y que escuchaba a todos, pero puertas adentro todos le teníamos miedo. Era terror puro", afirmó.
Y continuó: "Ahora que salió el caso de Mendoza me sorprendí de que las cosas que hizo se las haya hecho a tantos chicos. No puedo creer que haya seguido con eso durante todos estos años".
Sgardelis reconoció que muchos de sus compañeros de entonces en el Instituto Próvolo de La Plata se pusieron en contacto con él vía privada pero aún no se animan a presentar sus casos ante la Justicia.
"Hay muchos adultos que todavía siguen sufriendo. Algunos están siendo amenazados, pero yo les digo que se animen a hablar. Esto no puede seguir sucediendo, porque le van a seguir arruinando la vida a más personas. Tenemos que salvar a los chicos del futuro", advirtió.
Respecto al presente del Instituto Próvolo de La Plata, Sgardelis dijo no saber cuál es la situación de los alumnos en cuanto a los abusos sexuales, aunque denunció que los chicos son obligados a limpiar las instalaciones.
Después de haber podido exponer ante la Justicia todo el terror vivido, el hombre de 42 años se dedica en la actualidad a alentar a ex compañeros y a otros adultos de otras sedes del Próvolo a que se animen a presentar sus historias ante los fiscales. El propio Sgardelis reconoció haber escuchado en privado historias de ex alumnos de la sede porteña de Flores, que también padecieron vejaciones entre las décadas del 70 y del 80.
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