"En teatro nunca te podés imaginar qué es lo que va a pasar, te puede gustar o no un proyecto, pero no sabés qué va a pasar con el público", dice entre sorprendida y feliz por el éxito de Falladas, la obra que protagoniza junto a Patricia Palmer, Martina Gusman, Cecilia Dopazo y Laura Novoa.
A diferencia de su personaje, que se encuentra en una crisis vinculada a la soledad y la traición de su marido, Andrea vive feliz, junto a su pareja, con quien lleva 18 años y tiene un hijo de 15. No puede responder hoy si perdonaría una infidelidad, pero sí explica: "Soy celosa, pero con el paso de los años empecé a darme cuenta de que lo que me parecía muy importante no lo era tanto, empecé a revalorizar otras cosas en mi vida".
—¿Extrañás la tele?
—Sí, siempre, este año trabajé en tele, pero ya pasaron seis meses que no estoy y es como si hubiesen pasado dos años.
—¿Te llevás mejor con la conductora o con la actriz?
—Me llevo bien con las dos, no tiene nada que ver un trabajo con el otro. En la conducción sentía que iba en un vehículo y yo manejaba, pero quería que se lucieran los demás. Y en el teatro es al revés, a vos te dan un personaje y tenés que hacer que ese personaje se luzca, pero estás vos en un primer plano a la vez.
—¿Qué pasa con esos personajes que uno invierte tanto en construir cuando se termina el proyecto? ¿Dónde quedan?
—Llorás, es como un duelo. Sentís que el personaje lo guardaste, lo dejaste y muere, porque no lo volvés a hacer más, por eso siempre las últimas funciones son tristonas.
—¿Con una mamá pianista y un papá actor, el tuyo era sí o sí un camino artístico?
—Mis viejos estaban separados, pero el amor que tenían por lo que hacían era tan fuerte que me lo transmitieron de todas las formas. Mi mamá murió en el 2006, todavía tengo su piano, no lo toco, pero quise conservarlo porque me crié abajo de ese piano. Mi mamá tocaba y, cuando era chiquitita, me metía ahí, me quedaba, escuchaba y dibujaba, pensaba, todo abajo del piano. Mi papá era actor, de Mendoza, vino a Buenos Aires a probar suerte, le costó muchísimo, era de origen humilde y construyó desde cero. Fue un actor recontra reconocido, súper popular, trabajó en Rolando Rivas taxista. Yo lo acompañaba al teatro San Martín, me llevaba a los camarines, jugaba, decía: "Qué bueno esto de ser adulto y seguir jugando", me gustaba eso y ahí ya fui aprendiendo. Yo recuerdo que era muy chiquita, llegaba a un estudio y miraba automáticamente para arriba, las cámaras, la iluminación, el silencio, la concentración, todo eso siempre me atrajo muchísimo.
—Tu papá se tuvo que exiliar.
—Sí. Él hace una película que se llamó Los traidores, de Raymundo Gleyzer, los militares buscan al director y agarran a todo el reparto. Mi papá había hecho un personaje de tres minutos, que era el general Lanusse y ahí es donde se produce la desgracia de que se tuvo que exiliar.
Con mi viejo tenía unas charlas muy luminosas
—¿Vos cómo te despediste de él?
—Me despedí de él sin saberlo, o sea, no me despedí de él.
—No pensaste que no lo volvías a ver.
—No, jamás. Tenía 16 años, a esa edad no pensás qué puede pasar. Las tristezas más profundas en la vida son la pérdida de los seres queridos, de los padres ni hablar; a esa edad yo pensaba que los iba a tener mucho más tiempo. Él tenía muchas ganas de volver. Esa parte fue realmente muy difícil, muy dura. Con mi viejo tenía unas charlas muy luminosas. A pesar de todo el dramatismo, en un momento nos reíamos mucho, teníamos mucha química, mucho Edipo. La verdad es que me llevaba muy bien, me hubiese encantado conocerlo más.
—Que te viera actriz.
—Sí, bueno, ni hablar. Por ahí me ve, ¿por qué no? Los seres queridos siguen en el mundo, olvidate, no se van nunca.
—¿Tener un padre que tuvo que exiliarse te marcó políticamente?
—No, no me marcó políticamente. Sí, claramente, sé lo que viví y para mí sí fue un período negro del país. No sólo por lo que yo viví, sino por lo que vivieron los demás también. No hay nada peor que sentir que no podés hablar, que no podés ir ni a la esquina, que no se pueden reunir más de dos o tres personas. Digamos, la situación de pánico que se vivió en la dictadura sí te marca, eso sí te marca. Después, políticamente podés llegar a tener una mirada un poco más amplia de lo que está pasando en el momento. En mi caso, yo no tengo una militancia, por ahí la puedo llegar a tener más adelante; pero sí tengo un compromiso con mi trabajo, siento que puedo aportar, puedo poner mi granito de arena siempre dentro de lo que puedo hacer. Cuando mi papá muere, yo termino la secundaria y viene la parte de decidir: "¿Qué hago, a qué me dedico?". Empezaba a trabajar para mantenerme, para tratar de independizarme, vivir sola. En ese momento había empleos de agencias temporales —había más empleo, más trabajo—, te metían en una oficina, ibas a otra, a otra. Yo no quería nada estable porque estaba estudiando teatro a la noche y se me había dado por entrar a la Facultad de Psicología también. No pude hacer las dos cosas, tuve que elegir por un tema de tiempos y de economía, y elegí teatro. Llegó un momento donde dije: "Tengo que despegar, soy joven, estoy soltera, no tengo hijos, no tengo responsabilidades, si no me lanzo ahora, nunca más". Entonces di el gran paso. Fue duro al principio, bastante.
La persona que se dedica a esto tiene algo que hace que algo fijo y permanente no encaje
—¿Se pierde en algún momento el temor a la inestabilidad en la profesión?
—Ahí hay un engaño, lo pensé mucho esto, es horrible la inestabilidad, pero la persona que se dedica a esto tiene algo que hace que algo fijo y permanente no encaje. Si vos lo incorporás sabiendo que podés generar tus proyectos, de alguna forma podés seguir.
—¿La plata cuánto importa?
—La plata es un elemento que te permite vivir y si vos tenés lo elemental y básico cubierto, podés más o menos tener cintura para manejarte. Justamente para estas carreras lo que hay que ser es ahorrativo, muy ahorrativo, no creer que, si en algún momento ganás bien, va a ser para siempre. De alguna forma guardar.
—¿Cuál es tu costado masculino?
—El costado masculino es el que te lleva a trabajar. Es un mundo que lo manejan los hombres y de alguna forma tenés que sacar tu lado masculino para relacionarte en un ambiente laboral. Si vas a sacar tu sensibilidad, tu creatividad y tu suavidad en un ambiente hostil, a veces fuerte, agresivo y de presión, que en general es en todos los trabajos, no sobrevivís.
—¿Y el momento más femenino?
—Sin duda, cuando tuve a mi hijo. Ahí se desplegó absolutamente toda la femineidad, la creatividad, la suavidad, los momentos de amor.
—¿Cómo te llevás hoy con esa maternidad de un adolescente?
—Muy bien.
—¿Los miedos por dónde pasan?
—Cambió mucho el mundo. Trato de mirar, como cualquier madre, que le pase algo, que esté bien de salud; es lo que más querés en un hijo, que esté sano, que esté bien, que esté fuerte. Después, lo que le vaya a pasar en la vida ya depende de las herramientas que vos le das y después de las que él dice: "Bueno, tengo esto, esto y esto, las uso o no las uso". Pero ya depende de su vida, de lo que le vaya pasando, de su inteligencia y sobre todo de sus decisiones.
Soy muy amiga de la mujer en todo sentido
—Te leí muy comprometida con todo lo que tiene que ver con "Ni una menos".
—Sí, por supuesto. Yo soy muy amiga de la mujer en todo sentido. De hecho viste que hay como un mito de "Che, lo de ustedes es una obra de mujeres, ¿cómo hacen? Se deben matar". La verdad es que siempre me llevo mejor si tengo una jefa mujer, si tengo una compañera mujer, siento que tengo el mismo código de charla. La mujer sufre mucho, y no le es fácil absolutamente nada porque de alguna forma tiene siempre la mirada de presión. La violencia es algo que no tiene que pasar, la violencia sobre los niños tampoco. Me parece muy bien que se haya empezado a hablar, pero creo que el camino es largo, porque hay que cambiar muy internamente toda una mentalidad que está instalada hace muchos años, lo que pasa es que ahora salió.
—¿Te pasó alguna vez? ¿Fuiste maltratada?
—Sí, sin duda.
—¿En qué ámbito? ¿personal? ¿laboral?
—Sí. Laboral, personal, e incluso puede haber maltrato psicológico también. No creo que ninguna mujer viva en una cajita de cristal con todo regalado. La mujer independiente, que sale a laburar, de alguna forma "paga" un costo. Asusta; si vos, por ejemplo, querés buscar una pareja, no cualquiera se banca que tengas tu laburo, tus horarios, tu personalidad y que quieras establecer tu vida. No cualquiera se banca a un par. Pero maltrato miles, te puedo decir desde la escuela hasta ahora, si me los pongo a contar, son varios. Eso es algo que me molesta profundamente, porque tuve un hijo que pasó por toda la edad escolar, me molesta que todavía las escuelas no trabajen muy profundamente el tema de bullying. Es todo bla, bla, bla, queda en palabras pero no lo trabajan. Para mí, es mucho más importante ese tema que una materia. A mí qué me importa si no aprueba una materia.
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