Tras 50 años en la profesión, él mismo se asombra: "A veces, cuando miro el almanaque, me estremezco un poco porque uno hace una carrera mirando siempre para adelante, cuál es mi próximo desafío, cómo construyo el próximo tiempo. De pronto, el almanaque te dice: 'Mirá para atrás, son 50 años' y tomo conciencia del camino recorrido, de todo lo que me ha pasado, todo lo que me ha regalado esta profesión y todo lo que yo también le he entregado".
—¿Le robó mucho tiempo a la familia?
—Sí, porque son carreras muy absorbentes. Igualmente, he sido un padre muy presente con mis tres hijos, pero siempre, en algún lugar, la familia queda en deuda. No he parado de trabajar desde que comencé, en 1967, una carrera que no tuvo respiros. Recuerdo en los primeros años no haber tenido vacaciones porque se generaba la continuidad, uno tenía miedo a perder el espacio; exigencias que tiene este trabajo de no dejar espacios libres para que los ocupen otros.
—¿En qué momento te relajaste y dijiste: "No, ya está, tengo un nombre, soy bueno en lo que hago, trabajo va a haber"?
—No estoy relajado, para nada. Tengo el mismo entusiasmo que el primer día y estoy parado arriba de los pedales, igual que en ese momento.
—¿Pero le seguís teniendo miedo a la inestabilidad de la profesión?
—Cada vez menos, pero también uno siente que hay cosas que no le gustaría perder. No me gustaría perder el lugar que tengo, mi trabajo. Todavía tengo la llamita encendida de la vocación para hacerlo con ganas, me levanto con ideas, con sensación de que tengo que cumplir una labor por mí, por todo lo que me exige el medio y por todo lo que significa esta profesión. No digo que, si yo no estoy en la radio, le va a faltar algo. No, yo la necesito más de lo que la radio me necesita a mí.
La tele abierta hoy por hoy ha virado a un salvajismo mediático muy grande, no me veo ahí
—¿Cómo está tu vínculo con la televisión?
—Mi vínculo con la tele está dormido y eso también a lo mejor es un síntoma de que en algún lugar yo levanté un poquitito el pie del acelerador. Dos motivos son fundamentales, primero, que no me veo demasiado en la tele; en el sentido de que cuando veo la tele digo: "¿Dónde me pongo?".
—¿No te ves en esta tele de hoy?
—No me veo en la tele abierta. La tele abierta hoy por hoy ha virado a un salvajismo mediático muy grande, muy exacerbado; la pelea, la cosa personal llevada a las últimas consecuencias. No soy de ese estilo. Le entregué al medio otra cosa, otra forma de hacer, un estilo distinto, fui modelando otro tipo de productos. Por otro lado, la tele exige mucho de una exposición personal, una entrega física muy grande, muy diferente a lo que es la radio. También a lo mejor esto es un síntoma de la tranquilidad que estoy buscando.
—Puede faltarte entonces la tele siempre que no te falte la radio.
—Sí, mi vocación es radial. Mi primer sueño fue ser locutor, fui oyente más que televidente. En mi casa no había televisión, así que fantasías de televisión prácticamente no tuve.
—¿Qué conductores y periodistas te parecen buenos referentes hoy?
—Marcelo Longobardi hace un gran programa a la mañana y suelo escucharlo, me gusta mucho el modo que tiene. Los modos radiales me entusiasman más que a veces el respaldo ideológico de tal o cual persona. No me gustan los prepotentes, no me gustan los que hablan como en mayúsculas sintiéndose dueños de la verdad, esa gente no me llama la atención. Me gusta mucho Alfredo Leuco, fui compañero de él durante muchísimo tiempo y modelamos los dos mutuamente una carrera. A la mañana me gusta lo que hace María O'Donnell, tiene buen estilo, es aguerrida, buenas formas.
Víctor Hugo Morales terminó porque tenía una relación conflictiva con la radio, no estaba censurado
—¿Tiene que ver con esto de los modos que no te solidarizaras fuertemente con Víctor Hugo Morales con su salida de la radio?
—Yo no tenía por qué solidarizarme. Víctor Hugo Morales terminó porque tenía una relación conflictiva con la radio. No estaba censurado, la prueba está en que a los tres días empezó a trabajar. No tengo por qué solidarizarme con alguien que tiene un problema empresario con la radio. A lo mejor yo este año termino mi relación con Radio Continental, porque no nos ponemos de acuerdo y no voy a pedir que nadie se solidarice por mí. Los ir y venir de los profesionales de los medios son exactamente eso, vamos y venimos, nos ponemos de acuerdo, no nos ponemos de acuerdo, seguimos, no seguimos. Una cosa distinta es cuando una persona es efectivamente censurada, como ha habido algunos casos, como Nelson Castro en la época de Radio Del Plata.
—¿Fuiste censurado alguna vez?
—En los tiempos de la dictadura, sí. Obviamente teníamos limitaciones de muchos tipos y de varios tonos, e inclusive con la música. En esos años hacía programas más livianos, musicales, no tan comprometidos con la actualidad y teníamos gente que no podíamos pasar, Mercedes Sosa, Víctor Heredia, tratábamos de hacer esfuerzos para seguir de alguna manera con canciones un poco más livianas, tenerlos como artistas, pero obviamente se serpenteaba en esas posibilidades.
—¿Cambió algo en el ejercicio del periodismo con el cambio de gobierno?
—Cambió, sin duda alguna. El periodismo que fue independiente y crítico fue demonizado, juzgado en la plaza de Mayo en episodios realmente repudiables y detestables; y obviamente hemos sido muy criticados, ha habido un aparato televisivo comandado por [Diego] Gvirtz y otros edecanes de ese tipo que efectivamente generaron una corriente de odio y de repudio a todos aquellos que teníamos una mirada crítica. Hoy vos criticás al Gobierno de [Mauricio] Macri, que tantas críticas se le pueden hacer, y las hacemos y nadie te demoniza ni te coloca un dedo acusador. Acá hubo una maquinaria con recursos más que suficientes y necesarios como para demonizar al periodismo independiente, hay infinidad de ejemplos.
—¿Lo sufriste personalmente?
—Sí, de alguna manera lo sufrí, sí. Un día me tuve que ir con la policía de la radio porque había un grupo de gente afuera que repudiaba mi postura crítica. Alguna otra vez también en la calle Corrientes me siguieron durante dos cuadras insultándome. Son los riesgos que uno corre a veces cuando no se guarda para sí nada y dice lo que piensa.
—¿Hoy cómo ves el país?
—Complicado. El amanecer que se imaginaba que iba a llegar rápidamente no ha llegado todavía. Al Gobierno de Macri los números no le son favorables aún, aunque creo que se hacen cosas que están en camino de resolver algunas cuestiones. Tenemos una urgencia como sociedad que a veces hace difícil esperar algunos tiempos y procesos naturales del cambio; pero también es cierto que hay gente que está en una situación muy complicada y difícil que no puede soportar esos tiempos. No obstante eso, siento que las organizaciones sociales, las más carenciadas, son atendidas. El Gobierno no es indiferente a esas situaciones. Hasta que se recomponga la cosa y hasta que el empleo genuino aparezca y la economía dé vuelta, el consumo vuelva a incrementarse y la gente logre un respiro, va a pasar algún tiempo.
—¿Como comunicador qué es lo que más te duele a la hora de contar o de transmitir?
—Los temas de inseguridad me duelen mucho. Hace poco un chiquito de 13 años mató a un delincuente. Escucho al padre hablando del chiquito y yo digo: "Dios mío, ¿cómo un pibe de 13 años tiene que ser dolorosamente protagonista de un episodio de estas características?".
Vivimos en un estado delincuencial: antes estaba el Gordo Valor, ahora hay un cuentapropista en cada esquina. Es una herencia acentuada en el kirchnerismo
—El papá de ese nene habló de los códigos que tuvieron los ladrones que disparaban como para no darle al nene.
—Sí, igualmente terminaron dándole porque una bala rebota en una reja y termina dándole a otro chiquito. El padre dijo una cosa estremecedora, dijo: "Salió bien" y hay una persona muerta. Para él salió bien porque obviamente no le mataron a los hijos, no le mataron a la mujer, de alguna manera el chiquito se defendió. Y en tal caso deberá rever de aquí hasta el fondo de su historia que fue en defensa propia.
—¿En qué momento empezamos a festejar los argentinos que si nos roban no pase nada más?
—Eso pasa desde hace entre siete y diez años. Ha habido un quiebre, una decadencia social realmente muy grande. Vivimos en un estado de decadencia como sociedad realmente muy triste y muy doloroso. Es una herencia paulatina acentuada en el kirchnerismo. La penetración del narcotráfico es un elemento desequilibrante en cuanto a la inestabilidad de la sociedad, porque eso ha derramado un estado delincuencial por poca monta. Antes estaba el Gordo Valor y ahora en cualquier esquina hay un cuentapropista.
—¿Tenés armas en tu casa?
—No.
—¿Cómo va a recordar la historia a Cristina?
— De la peor manera. [Carlos] Menem tiene mejor imagen que ella y eso es mucho decir.
—¿Te falta hacer alguna nota?
—Hoy por hoy, un mano a mano con el Papa.
—¿Qué te falta hacer dentro de la profesión?
—El programa de hoy. No tengo metas largas. Es preferible que vayas de a poco, que construyas de a poco, que hagas una carrera meditada, tranquila; que te puedas construir tu propio estilo, tu propia profesión de a poco y no que te fijes metas grandes. Lo aprendí en el primer programa que me levantaron, que terminé llorando en los pasillos de Canal 13 y un director me dijo: "Escuchame, los programas empiezan y terminan. Enamorate de los programas hasta ahí, enamorate de la profesión que es lo que te va a llevar por el largo camino". Hay que enamorarse de la profesión. No me hace falta nada, sólo salir bien con el programa de hoy.