Cumplió el sueño de muchos, viajar y gratis. Pero lo hizo violando la ley porque en cada uno de sus viajes estafó a Aerolíneas Argentinas. Por ese motivo está procesado y a un paso de ir a juicio oral y público por el delito de defraudación en perjuicio de la administración pública.
Esta es la historia de un hombre de 49 años, consultor informático y traductor, que sabía cómo burlar los controles: hizo 26 viajes gratis durante cuatro años. Inclusive la empresa lo premió como socio platino de "AR-Plus" y lo incorporó en el programa Pasajeros Frecuentes. Hasta que lo descubrieron y lo denunciaron.
Martín Alejandro Fumarola compraba los pasajes a través del sitio web de Aerolíneas Argentinas. Lo hacía con tarjetas de crédito de otras personas, emitidas en el país y en el extranjero. Eran tarjetas verdaderas, el límite no había sido superado y así el sistema autorizaba el ticket. Fumarola solo ponía como verdaderos su nombre y su número de documento, los datos que le iban a pedir para tomar el vuelo.
Los dueños de las tarjetas desconocían el gasto que le llegaba. Pero cuando eso pasaba era tarde porque Fumarola ya había hecho el viaje.
El acusado hacía la compra los fines de semana y por la noche, a pocas horas de tomar el vuelo, que solía ser el primero del día. En esos días y horarios no hay personas para controlar el sistema, que es automático y emite la reserva cotejando los datos de la tarjeta de crédito. Para cuando el personal llegaba y podía advertir la estafa, Fumarola ya había llegado a destino.
La estafa se consumaba cuando los dueños de las tarjetas de crédito desconocían la compra del pasaje. "Esos boletos no pudieron ser ofrecidos a la venta a ninguna otra persona que lo podría haber abonado como correspondía, dado que los mismos no estuvieron disponibles para la venta", sostuvo el juez Daniel Rafecas en el procesamiento que le dictó a Fumarola.
Para no ser descubierto y que su nombre no se asociara con los datos de los vuelos cuyos pagos eran rechazados, Fumarola utilizaba distintas tarjetas de crédito, correos electrónicos y números de teléfono en cada compra. El único dato verdadero era siempre su nombre y su DNI. Por eso en Aerolíneas no podían unir el rompecabezas para saber que el fraude lo repetía la misma persona.
Para achicar los riesgos, el hombre solo compraba un tramo del vuelo y en caso de vuelos internacionales –donde la obligación es adquirir el pasaje de ida y vuelta– utilizaba nada más que el primer ticket. Así, en caso de ser descubierto no quedaba expuesto al presentarse a tomar el vuelo de regreso si el dueño de la tarjeta desconocía la compra tempranamente.
Tampoco compraba los pasajes personalmente o por teléfono porque así se hubiese asociado su nombre a los viajes que nunca se pagaron.
La primera vez que burló el sistema –por lo menos en la investigación judicial a la que accedió Infobae– fue el 24 de octubre de 2008. Ese año compró siete pasajes; en 2009, dos; en 2010, siete; en 2011, seis; y en 2012, ocho. En rigor, solo tomó 24 vuelos porque los restantes no se concretaron.
Su principal destino era Córdoba, ciudad en la que nació y vivía. Pero también tenía viajes a Bahía Blanca, Salta, Brasil e Italia. El costo total de los 30 pasajes fue de 30.359,58 pesos.
La Dirección Nacional de Migraciones informó a la justicia que Fumarola además tenía viajes a Panamá, Estados Unidos, Sudáfrica, Emiratos Árabes, Chile, Alemania, México, Francia, Uruguay, Bolivia y Perú. También compró pasajes en otras empresas como LAN, Lufthansa y Air Canada pero no forman parte de la causa.
Mientras que Aerolíneas no lo descubrió, consideró a Fumarola un gran cliente y lo premió como socio platino y lo incluyó en el programa de Pasajeros Frecuentes, que le permitía juntar puntos para seguir viajando, gratis. Hasta que en 2012 la empresa lo descubrió y lo puso en la "Watch List" que le prohíbe viajar por Aerolíneas o Austral.
El hallazgo se produjo, declaró una empleada de Aerolíneas en la causa, por las operaciones a repetición que hicieron su nombre familiar y que llegaron a vincularlo con las compras desconocidas.
Cuando se enteró de la denuncia en su contra, Fumarola se presentó en la empresa. Reconoció la deuda y prometió pagarla a cambio que no le quiten los puntos que había obtenido en los viajes, que lo saquen de la lista negra y que retiren la acusación en su contra.
Nada de eso pasó y la causa se inició. El juez Rafecas allanó su domicilio en Córdoba y allí encontraron tarjetas de créditos, de hoteles y de compañías áreas –entre ellas la de socio platino de Aerolíneas–, aparatos para leer tarjetas de crédito, el documento de identidad a nombre de otra persona pero con su foto, su pasaporte, su visa de Estados Unidos, una hoja con impresión del estado de Cuenta LANPASS, entre otras cosas.
El juez Rafecas lo citó a indagatoria pero Fumarola no se presentó. Por eso el magistrado lo declaró rebelde y ordenó su captura. Fue llevado a los tribunales de Comodoro Py donde se negó a declarar y luego fue liberado.
Con todas las pruebas en su contra, el magistrado lo procesó en febrero pasado por el delito de defraudación en perjuicio de la administración pública que tiene una pena de dos a seis años de prisión y le dictó un embargo de 50 mil pesos. El fallo fue confirmado la semana pasada por la Sala I de la Cámara Federal. Así, quedó en instancias de ir a juicio oral.
Ante la Cámara, la defensa de Fumarola responsabilizó a Aerolíneas: dijo que la empresa obró negligentemente por seguir vendiéndole pasajes. El tribunal rechazó los argumentos.