Caetano di Thiene fue beatificado el 8 de octubre de 1629 por el papa Urbano VIII y canonizado el 12 de abril de 1671 por el papa Clemente X. Desde entonces, la Iglesia Católica lo reconoce como San Cayetano, el santo de la Providencia, Patrono del pan y del trabajo. Así también lo conoce el mundo, que le reza con devoción y lo celebra cada 7 de agosto pidiéndole una ayuda.
El primer milagro de Gaetano fue en Venecia mientras visitaba un hospital. Según cuentan, llegó a la cama de una joven a la que estaban por amputarle una pierna debido a la gangrena que padecía. Cayetano, le sacó la venda, le besó la pierna y le hizo la señal de la cruz. Al otro día, cuando los médicos se aprontaban para la operación, notaron que la muchacha estaba curada.
La historia del Santo también cuenta que en épocas de sequía, un campesino le pidió a San Cayetano que interceda por la falta de agua y, a modo de agradecimiento, le dejó una espiga de trigo a los pies de su imagen. Tres días después, llovió tanto que la ciudad se inundó. Cuatro décadas después, en plena crisis económica de 1930, un sacerdote llamó por teléfono a algunos fieles para aconsejarles que rezaran al Santo de la Providencia y gracias a esto muchos mejoraron su situación en la que vivían. Los comentarios de la gente, trasmitidos de boca en boca, fueron aumentando la devoción en ya consagrado Patrono que siendo noble y viendo la bastarda relación entre la corrupción y el poder, quiso vivir con total austeridad y ayudar a los más necesitados.
Conde y Sacerdote, la vida antes de ser santo
"Con el comienzo del nuevo siglo, poco después del descubrimiento de América, Cayetano cursa la carrera de abogado y sus compañeros lo eligen delegado estudiantil y sus profesores lo alaban por las altas notas obtenidas, a lo que responde con sencillez: 'Creo que valgo por lo que soy, y no por lo que los demás digan de mí'", cuenta en su sitio la pagina del Santuario de Liniers donde cada 7 de mes se homenajea al Santo, celebración que se consagra en una fiesta de fe los 7 de agosto, recordando el día de su muerte, en 1547.
La humildad caracterizó su vida, tanto así que pese a haber sido nombrado por el papa Julio II como Conde de Thiene, un importante puesto en la Cancillería de los Estados Pontificios "no se da ninguna importancia. Viste con sencillez, atiende a todo el mundo aunque sea fuera del horario de oficina. Trata a todos igual, ya sean ricos o pobres. Si mantiene esta actitud tan servicial llegará a ser un hombre muy importante…", según lo describió uno de sus secretarios. Tiempo más tarde, junto a un grupo de diplomáticos, logra evitar la guerra entre la República de Venecia y los Estados Pontificios, cuyos resultados podrían haber sido desastrosos, pero gracias al acuerdo Cayetano gana enorme prestigio y comienza a sentir los halagos de la gloria. Pese a ello, sintió la necesidad de seguir el camino de Jesús: "Mis años de abogado me enseñaron que el pueblo necesita palpar a Dios a través de las obras de los cristianos, de su acción, de sus enseñanzas, de su entrega. Quisiera hacer siempre la voluntad de Dios: esto deseo y a esto aspiro. Ahora voy a dar otro rumbo a mi vida, mi camino es dejar todo sin mirar atrás. Uniré mi propia vida a la Cruz de Cristo. Seré sacerdote". A los 36 años, el 30 de septiembre de 1516, fue ordenado y comenzó su acción apostólica en Venecia.
Al llegar a la vida clerical no pudo pasar por alto el lujo que proliferaba en los palacios ante la miseria de los suburbios, eso lo angustió y se propuso "no dejar de luchar hasta que vea a los cristianos correr hambrientos para nutrirse del Pan Sagrado". Tiempo después, organizó el primer Hospital de Enfermedades Infecciosas y cuando se quedaron sin dinero para pagar el sueldo de los médicos y para alimentar a los enfermos ordenó la venta de su biblioteca, lo último que quedaba de sus bienes: "Jamás dejaré de entregar lo mío a los necesitados hasta que me vea en tal pobreza que no me quede ni siquiera un metro de tierra para mi tumba, ni tenga un centavo para mi entierro".
Cayetano vivió en total austeridad y sus promulgaciones de pobreza enojó a los clérigos que querían seguir disfrutando de las comodidades, pero cientos de jóvenes romanos se unieron a la vida de clérigos regulares que Cayetano proponía. A causa de una enfermedad murió a los 67 años el 7 de agosto de 1547.
Tres frases destacadas de Cayetano
Somos célibes, como lo pide la Iglesia a todos sus sacerdotes. Queremos ser pobres: no poseeremos rentas, ni tierras. Sólo aceptaremos las donaciones espontáneas del pueblo.
La riqueza no da al clero ni paz ni libertad para el apostolado. No viviremos ni en conventos ni en monasterios, sino en casas sencillas. Tendremos un superior responsable y dependeremos directamente del Papa. Nos dedicaremos al estudio de la Biblia, a la liturgia, a ayudar a los presos, pobres, enfermos. Nos llamamos Clérigos Regulares.
Jamás dejaré de entregar lo mío a los necesitados hasta que me vea en tal pobreza que no me quede ni siquiera un metro de tierra para mi tumba, ni tenga un centavo para mi entierro.