El ejercicio y la actividad física tienen múltiples y diversos beneficios para la salud. Pero además de los probados, evidentes e increíbles efectos físicos, también hay beneficios para la salud mental y el desempeño cerebral. Hace tiempo ya que existe una importante cantidad de evidencia científica en animales y en humanos que indica que el ejercicio tiene influencia en los procesos de aprendizaje.
Algunos expertos creen que el ejercicio altera de alguna manera la biología del cerebro, haciéndolo más maleable y receptivo a información nueva, potenciando la plasticidad. Sin embargo, todavía quedan abiertos los interrogantes sobre la relación entre el movimiento y el aprendizaje, puntualmente qué ejercicios pueden ser más adecuados o el momento propicio para hacerlos.
Pero ahora, una reciente investigación refuerza la idea de que para activar el trabajo mental, mover el cuerpo puede ser efectivo. Los resultados muestran, en concreto, cómo al ejercitarse durante una clase de idiomas se amplía considerablemente la capacidad de memorizar, retener y entender un vocabulario nuevo.
Para abordar este análisis, los investigadores de China e Italia que participaron en el estudio -publicado recientemente en la revista científica PLOS One- se enfocaron en el cerebro adulto durante el aprendizaje de lenguas. ¿Por qué idiomas? El aprendizaje de un idioma es un tipo de aprendizaje que es atravesado por casi todas las personas al introducirse en el conocimiento de la lengua materna. Pero no es enseñada de manera formal, simplemente es absorbida. Sin embargo, en la adultez, el cerebro pierde algunas de sus capacidades innatas para el lenguaje. Tiene menos plasticidad en las áreas relacionadas con la lengua y, para la mayoría de las personas, es más difícil aprender un segundo idioma después de la infancia.
Para analizar qué efectos podría tener el ejercicio en este proceso, los investigadores reclutaron a 40 estudiantes universitarios de nacionalidad china que intentaban aprender inglés. Luego, los dividieron en dos grupos: en uno siguieron aprendiendo inglés de manera convencional, sentados y memorizando vocabulario por repeticiones por dos meses.
El otro grupo complementó las clases con ejercicio. Los estudiantes se ejercitaron en bicicletas fijas a un ritmo tranquilo (casi el 60 por ciento de su capacidad aeróbica máxima), empezando 20 minutos antes del inicio de las lecciones y siguiendo con la rutina aeróbica los 15 minutos de clase. En ambos casos los integrantes aprendieron vocabulario nuevo viendo aproximadamente 40 palabras proyectadas en grandes pantallas, junto con fotos ilustrativas. Más tarde, los estudiantes descansaron brevemente antes de responder a un cuestionario de vocabulario, respondieron oraciones utilizando las palabras nuevas y marcaron si las oraciones eran correctas o si no tenían sentido.
Al final de cada lección, los que se habían subido a las bicicletas tuvieron un mejor desempeño en las pruebas que quienes estuvieron sentados. Además, a diferencia de los estudiantes sedentarios, se hicieron más competentes al momento de reconocer oraciones (aunque esa diferencia no surgió sino hasta que pasaron varias semanas de clases).
Por otro lado, uno de los aspectos más interesantes es que la mejora en el vocabulario y la comprensión duró más en los que se ejercitaron. Cuando los investigadores les pidieron a los estudiantes que regresaran al laboratorio para realizar una ronda final de pruebas un mes después de las lecciones, los ciclistas recordaron más palabras y las entendieron en el contexto de oraciones de una forma más precisa que quienes no habían realizado actividades físicas.
"Los resultados sugieren que el aprendizaje mejora cuando se combina con la actividad física", indicó Simone Sulpizio, coautora del estudio y profesora de psicología y lingüística en la Universidad Vita-Salute San Raffaele, en Italia. Y agregó que los beneficios van más allá de simplemente la ayuda a la memorización porque la actividad física también mejoró la habilidad de los estudiantes de utilizar esas nuevas palabras aprendidas.
Si bien los resultados coinciden con investigaciones previas sobre los efectos del ejercicio en la plasticidad del cerebro, todavía queda poco claro el tipo de ejercicio necesario para lograr un mejor impacto o qué es puntualmente lo que sucede en el cerebro. "Los estudios previos demostraron que el ejercicio detona la liberación de varios neuroquímicos en el cerebro que aumentan el número de células cerebrales y las conexiones entre las neuronas", explicó Sulpizio.
Estos efectos mejoran la plasticidad del cerebro y aumentan la habilidad de aprender. Sin embargo, las implicaciones del estudio todavía podrían parecer poco prácticas ya que no hay espacios preparados para llevar a cabo una actividad académica y física simultáneamente. Pero, según Sulpizio, esto no es necesario. "No estamos sugiriendo que las escuelas o profesores compren montones de bicicletas", dijo. "Una conclusión más sencilla es que las clases deberían contemplar alguna actividad física. Sentarse durante horas sin moverse no es la mejor forma de aprender".
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