El contexto es muy desfavorable. El hambre, la sequía, las carencias que desbordan por cada rincón caracterizan a Etiopía, una nación de más de 90 millones de habitantes y uno de los países más pobres del continente africano. Sin embargo, a pesar de la austeridad es también una gran cuna de talentos deportivos. Específicamente, la rareza sucede en un pequeño pueblo llamado Bekoji, donde el running se adoptó como un estilo de vida, sin importar las limitaciones. Tanto que incluso hay quienes lo practican sin calzados.
Esta modesta localidad de 17 mil pobladores que desafía a diario todas las adversidades reúne a campeones olímpicos y mundiales, convirtiéndose en la auténtica ciudad de los corredores. En su historial acumula más medallas olímpicas que muchos países enteros y ostenta una suntuosa cantidad de récords. De no ser por ello, el lugar pasaría desapercibido.
¿Cómo es posible? Gracias a una combinación de tres componentes: la genética, el ejercicio físico intenso y, por sobre todas las cosas, una dieta rica en cebada, que le otorga a los atletas todos los nutrientes y el combustible necesarios para realizar las actividades.
Una de las claves está en el estilo de vida de los pobladores. En un sitio donde casi no hay autos y la comunicación es limitada, las personas están obligadas a adaptarse a las circunstancias. Están acostumbradas a moverse a pie. Y la vida rural les genera personalidades fuertes y disciplinadas, necesarias para los competidores de larga distancia, tal como indicó el entrenador Sentayehu Eshetu en el documental Town of Runners.
El aire liviano de la montaña es otro factor crucial. Entrenar en altura (Bekoji está a 2.800 metros, aunque hay lugares en los que sobrepasa los 3.000) sirve para producir glóbulos rojos adicionales y consumir oxígeno en forma más eficiente, facilitando el trabajo al bajar al llano. El suelo complementa el asunto. Los corredores zigzaguean entre los árboles y usan las raíces como una pista de obstáculos. Practican entre el valle, la montaña y la pista.
Para poder cumplir con esta rigurosa rutina, su alimentación se centra en la cebada, un cereal que regula significativamente los niveles de azúcar en sangre gracias a sus nutrientes, además de poseer una gran cantidad de fibra. La cebada cuenta con los ocho aminoácidos esenciales que necesita el organismo y ayuda a mantenerlo libre de toxinas. Cuando se ingiere, actúa como alimento para las bacterias buenas del intestino grueso.
El ingrediente está presente en la mayoría de las comidas. Los atletas ingieren a diario platos como el kinch (torta local), el injera (pan etíope) y el genfo (plato típico). También el besso, un batido preparado que aporta una gran cantidad de energía para antes y después de entrenar.
El tipo de genética también influye. En general, son más ligeros y su relación estatura/peso es más favorable. Requieren menos oxígeno que otros corredores, y consumen un 8% menos de energía. Los atletas comienzan la formación desde una temprana edad. A los 12 años se empiezan a ejercitar seriamente. El entrenamiento diario de los atletas de Bekoji incluye recorridos de más de 40 kilómetros, superando a lo que corre un maratonista promedio (20 km/h). A pesar del exigente reto, el modo de vivir no se olvida. Algunos prefieren seguir haciéndolo descalzos.
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