¿Cuánto se puede correr sin parar? Superado cierto tramo de una carrera, cuando el agotamiento se hace dueño del momento y las piernas pesan toneladas, a más de un apasionado por el running le habrá surgido la pregunta. Esta duda también invadió la curiosidad de Dean Constantine Karnazes, considerado como uno de los grandes runners de la historia, quien realizó una exigente prueba para hallar la respuesta.
Nacido en 1962 en Inglewood (California), Karno -tal como se lo apoda- encontró el amor por la actividad física en 1992, cuando decidió dejar atrás sus hábitos, muchos más ligados al sedentarismo. Durante 25 años sorprendió al mundo con su evolución y la capacidad para realizar hazañas increíbles. Hoy, con 54 años, no deja la rutina diaria de levantarse temprano, salir a correr unos pocos kilómetros por las calles de Los Ángeles y retomar los entrenamientos a la noche, antes de volver a la cama.
La resistencia define a su ser. Entre las proezas que logró se destacan las 50 maratones recorridas en 50 días consecutivos en los 50 estados de Estados Unidos, atravesar la Antártica sin raquetas de nieve y correr siete veces la maratón de Badwater (217 kilómetros por el Valle de la Muerte) en condiciones extremadamente calurosas.
Ya siendo uno de los ultrafondistas más famosos del planeta, se animó a más. Quiso explorar cuánto puede correr un humano, saber cuánto es posible soportar la práctica de manera continua. El miércoles 12 de octubre de 2005, estando en plena forma, salió a la aventura por el norte de California.
Recorriendo casi 21 kilómetros por hora, aguantó durante 80 horas y 44 minutos, hasta que tuvo que parar obligadamente, cuando encontró su límite. Tras dos días seguidos de buen rendimiento en los que sobrellevó fatigas, calambres y el cansancio, en el tercero el sueño pudo más: comenzó a alucinar, a desvanecerse apunto tal que confesó que se dormía mientras corría.
Por supuesto, el hecho no pasó inadvertido por los científicos, que se interiorizaron en analizar el organismo de Karnazes. En los exámenes llevados a cabo en un centro médico de Colorado hallaron algo que explicaría la condición: tiene más glóbulos rojos que el promedio de las personas, lo que le permite controlar la producción de ácido láctico.
Los glóbulos rojos son los encargados de transportar oxígeno a través de reacciones químicas impulsadas por las mitocondrias en las células de los músculos. Por la presencia de un tipo de enzima en particular, las reacciones mejoran y permiten transformar el ácido láctico nuevamente en glucosa, que es la fuente principal de energía de los músculos.
"Tengo la habilidad de liberar rápidamente el ácido láctico de mi organismo. El ácido láctico es la sustancia que nos crea el dolor después de ir al gimnasio o de subir una escalera muy rápido. Por eso puedo correr sin fatigarme ni sentir calambres. De todas formas, me ha pasado que llevo tres días corriendo y comienzo a ponerme algo psicótico por la falta de sueño. Pero me obligo a seguir", comentó a The Guardian.
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