Fitness: por qué no está mal sentir pereza

Un trabajo de la Universidad de Harvard, EEUU, reveló cómo el deseo de ‘no hacer nada’ es parte del desarrollo evolutivo del hombre. Qué se puede hacer para superar este estado

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La pereza no es más que una respuesta natural a las facilidades de la actualidad
La pereza no es más que una respuesta natural a las facilidades de la actualidad

La siguiente es una historia recurrente de estos tiempos: alguien -hombre o mujer, es indiferente- decide que es un buen momento para empezar a hacer ejercicio y ponerse, de una vez por todas, en forma. Por eso, concurre al gimnasio más cercano y paga por anticipado los primeros tres meses de cuota. Se propone ir una hora después del trabajo. La primera semana cumple con su cometido, aún a regañadientes. Ya desde la segunda comienza a faltar.

Pese a la voluntad inicial, la comodidad del sillón y la televisión aparecen como una mejor opción después de una larga jornada laboral. Incluso en aquellos con las mejores intenciones, la pereza emerge y conspira contra la realización de actividad física. Casi siempre surge una poderosa tentación de hacer otra cosa menos exigente. En la mente del perezoso, esto puede sentirse como un fracaso personal, un signo de debilidad. Sin embargo, no sería un motivo de alarma y preocupación ya que es posible que sólo sea parte de una tendencia natural, de un instinto evolutivo intrínseco del ser humano.

Daniel Lieberman, profesor de Harvard y experto en biología humana evolutiva, realizó un documento en 2015, bajo el nombre "¿Es realmente el ejercicio medicina? Una perspectiva evolutiva". En el informe, el biólogo planteó que nuestros antepasados, tras la necesidad de conseguir alimento, exprimían al máximo su energía en la caza y la recolección. Algunos siglos después, esa urgencia se superó y la pereza no es más que una respuesta natural a las facilidades de la actualidad.

Al no existir la necesidad de movilizarse por el alimento, el hombre no encuentra motivación para el ejercicio
Al no existir la necesidad de movilizarse por el alimento, el hombre no encuentra motivación para el ejercicio

"Es natural y normal ser físicamente perezoso -escribió Lieberman-. Mi predicción es que los cazadores-recolectores en el Kalahari o el Amazonas tienen las mismas probabilidades que los norteamericanos del siglo 21 a evitar instintivamente el esfuerzo innecesario. Aunque un pequeño porcentaje de personas, hoy en día, hace ejercicio como una forma de medicina, la inmensa mayoría sólo lo hace cuando es divertido o una extrema necesidad".

Lieberman explicó que nuestros antepasados ​​lucharon para acumular la suficiente cantidad de alimentos y así compensar las calorías que justamente quemaban en su rastreo. Hoy, en cambio, no existe la preocupación de compensar el déficit de calorías después de una rutina de entrenamiento. A su vez, el investigador señaló la injerencia negativa que el avance tecnológico tuvo en la vida diaria del hombre contemporáneo: "Con la incorporación de las máquinas y la tecnología que hacen la vida más fácil, cambió el paradigma. Aunque heredamos algunos instintos antiguos, creamos este mundo de ensueño y el resultado es la inactividad".

Los ejemplos, según el prestigioso biólogo, se ven con asiduidad en la vida diaria. Desde las escaleras mecánicas en los shoppings o los ascensores en los edificios. Son raras excepciones quienes optan por la escalera para subir y bajar y, de ese modo, trabajar el cuerpo. Es muy común también que se presente el mismo indicio para estacionar el auto, lo que lleva al conductor a dar varias vueltas en la búsqueda del lugar más cercano cuando podría ubicarse en el primer lugar que encuentra y caminar una distancia relativamente corta.

Por su parte, Bradley Cardinal, profesor de la Universidad Estatal de Oregón con vasta experiencia en aspectos psicosociales y socioculturales de la salud y la actividad física, cree que hay factores de la infancia que pueden determinar el nivel de ejercicio en el futuro. En un estudio de 2013, encontró que las personas que tenían una experiencia negativa con el deporte cuando eran más jóvenes, como por ejemplo ser elegidos en el último lugar para un equipo, también tendían a hacer menos ejercicio que los que no habían tenido vivencias traumáticas en el pasado.

Asimismo, el profesor de Oregon coincide con Lieberman en la idea de la vergüenza social asociada al ejercicio. Al reconocer al gimnasio o una prueba física como una obligación, cada vez que la pereza toma lugar y se abandona esa intención inicial, aparece la reprimenda a uno mismo. El autor del informe "¿Es realmente el ejercicio medicina? Una perspectiva evolutiva", sostuvo: "La gente a menudo se siente mal por no hacer ejercicio. Para mí, es igual de perjudicial, incorrecto e irresponsable como avergonzar a los obesos por su sobrepeso. Vivimos en un mundo que no incentiva la actividad física. Por el contrario, creamos un mundo en el que no tenemos que hacerlo más".

¿Cómo superar el instinto de la pereza?

De acuerdo al punto de vista de Lieberman, educar a las personas sobre los beneficios del ejercicio y el movimiento no es suficiente para anular el instinto básico a la pereza. Para ello, es necesario un profundo cambio cultural y ambiental, en el que tanto las escuelas como el trabajo le concedan un lugar prioritario en el que se presenten incentivos afines al entrenamiento físico.

El factor recreativo y social toma un lugar de preponderancia también. La gente se inclina más por el ejercicio físico cuando lo hace en un entorno de masividad. Lieberman dijo que no es casualidad que algunos de los eventos de recaudación de fondos más grandes en el mundo sean las maratones. "Hace siglos, ligamos la actividad física a la comunidad", agregó. "Creo que tiene raíces antiguas y profundas. Es un problema común, así que tenemos que ayudarnos unos a otros. La actitud individualista que tomamos no funciona. Los programas de ejercicios más eficaces son los que involucran a la comunidad y siempre ha sido así. La gente hace millones de años que se mueve en grupos".

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