A medida que se acerca la temporada de altas temperaturas, en paralelo con la fiebre olímpica, la comercialización de las bebidas deportivas o isotónicas está en su auge. Atletas profesionales y amateurs de todo el mundo las consideran parte necesaria y obligatoria de su entrenamiento gracias a la promesa de que sólo una botella puede reponer una gran parte de las sales y minerales esenciales que son eliminados durante cualquier tipo de ejercicio.
Por este motivo las principales marcas de bebidas isotónicas son los grandes auspiciantes de todas las competencias deportivas y sus participantes en todas partes del mundo. No es extraño suponer, entonces, que todos los niños que sueñan con ser tan rápidos, tan fuertes y tan hábiles como sus atletas favoritos sean un target especialmente efectivo para las empresas que comercializan estos productos.
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El problema radica en que las bebidas isotónicas -ricas en sales como sodio, potasio y otros nutrientes- fueron especialmente diseñadas para atletas que entrenan y sudan tan vigorosamente, y por períodos tan prolongados, que agotan suficientes recursos de su cuerpo como para requerir la rehidratación y la reposición calórica extrema que proporcionan estos refrescos. Ahora bien, el grupo de deportistas expuestos a estas condiciones es reducido y, sobre todo los niños, incluso los más deportistas, no forman parte de él.
Naturalmente, estos productos están actualmente al alcance de cualquiera y prometen múltiples beneficios para todo tipo de deportistas. Cuando las marcas que las producen ampliaron sus mercados para atraer también a los más jóvenes, hubo en general una respuesta positiva ya que para los padres no existía nada de malo en una fuerte rehidratación e incluso pensaron que era necesario.
Es así que el mercado de las bebidas deportivas tiene un valor estimado de casi 7 mil millones de dólares. Los niños y los adultos quieren algo de beber más allá del agua y quieren que sus hijos obtengan además beneficios adicionales. Algunas empresas incluso disminuyeron el uso de azúcares agregados y colorantes artificiales en productos orientados a niños.
Sin embargo, el debate sigue abierto. ¿Cuán saludables pueden ser estas bebidas para los atletas más pequeños? Según la Academia Americana de Pediatría, "la ingestión habitual de carbohidratos de las bebidas deportivas consumidas por niños y adolescentes debería evitarse o limitarse. El agua, y no las bebidas deportivas, debería seguir siendo la principal fuente de hidratación para niños y adolescentes".
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Las justificaciones del prestigioso organismo se basan en que tanto niños como adolescentes rara vez, si no nunca, pierden electrolitos suficientes durante sus esfuerzos atléticos como para exigir una reposición adicional.
El sodio es el electrolito más común que se pierde en el sudor, sin embargo, la mayoría de los niños y adolescentes ingieren suficiente sodio en sus dietas. En períodos de crecimiento, tampoco pierden vitaminas cuando sudan por lo que aquellas vitaminas dedicadas a recuperarlas también son innecesarias. Por otro lado, muchas bebidas deportivas contienen tanta o más azúcar y químicos como las gaseosas y otras bebidas azucaradas.
Para evitar consumir estos productos pero no limitar la recuperación sólo con agua, ésta puede combinarse con una fruta como una banana, naranja o mandarina, representando una mejor opción revitalizadora. Estas frutas son más altos en potasio, minerales y vitaminas que muchas de las bebidas comerciales y sus azúcares naturales ingresan en el torrente sanguíneo a un ritmo constante, a diferencia de una bebida industrializada que por el contrario dispara los niveles de azúcar e insulina en sangre de forma poco saludable. Ningún niño se beneficia de una dosis de más de 20 gramos de azúcar y saborizantes químicos después de un partido o entrenamiento de una hora. De vez en cuando, en pocas cantidades para variar con el agua pueden consumirlas, pero no debería ser algo recurrente ni a lo que deban acostumbrarse.