"Me amenazaron de muerte por divulgar un estudio sobre el aborto"

El científico Fabricio Ballarini difundió el informe más reciente sobre el tema a nivel global y luego fue "linchado en las redes sociales", según el mismo contó

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Video: Vorterix

Fabricio Ballarini es investigador del CONICET, licenciado en Ciencias Biológicas, con doctorado y postdoctorado de la Facultad de Medicina de la UBA. Gran parte de su carrera está dedicada a la divulgación científica y a la educación. Tenía una vida tranquila hasta que un día sintió, en carne propia, la virulencia con la que se discute, fuera de los claustros, uno de los temas más sensibles: el aborto.

Lo que hizo Ballarini en el ciclo de Vorterix fue difundir el  estudio científico más reciente y exhaustivo sobre el aborto a nivel global. Este mismo fue publicado por la revista The Lancet, una de las publicaciones más prestigiosas del mundo en conjunto con la OMS. El trabajo aporta datos contundentes: en el mundo, uno de cada cuatro embarazos son interrumpidos de forma voluntaria, lo que se traduce en unos 56 millones de abortos al año. Nuestra región registra la mayor tasa de crecimiento de esta práctica.

"Si bien esto sorprende, suena bastante lógico que, si no se hace nada para prevenir algo, ese algo vaya a aumentar. Ponele el nombre que quieras: desidia, pereza, incompetencia, religión, falta de voluntad política, y miles de etcéteras más. Todas esas palabras son sinónimos de mucha gente que muere por la culpa de otra, que intenta tapar el sol con la mano", afirma Ballarini.

Pero lo que también demuestran los datos es que la penalización del aborto no se tradujo en una reducción de casos. Esto, con la añadidura de que en los países en vías de desarrollo, en donde las leyes tienden a ser altamente restrictivas, se estima que unos 6,9 millones de mujeres requirieron tratamiento médico debido a complicaciones derivadas de abortos inseguros. "En otras palabras, asegurarse de que las parejas tengan acceso a métodos y a estrategias en las cuales se les dé la posibilidad de optar -y que, por supuesto, tengan una amplia gama de información disponible – es una manera consistente y correcta de mantener políticas adecuadas de salud pública. La ilegalidad no genera que la gente no aborte".

-¿Por qué le parece importante que se conozca este estudio publicado por The Lancet?
Antes que nada, hay que decir que se trata de un trabajo súper exhaustivo, con datos, citas, que llevó mucho tiempo, que se planteó a nivel global, en el que participaron destacados investigadores y que cuenta con el aval de organismos internacionales. Pero puedo explicar que es importante con un ejemplo muy básico: si tenés que atravesar la ciudad en horario pico, ¿cómo hacés para tomar la mejor decisión sobre qué camino seguir? 1. Por pura intuición, "te mandás como sea". 2. Con base en la experiencia de lo que te acordás que alguna vez te pasó. 3. Te metés en Google y Waze y ves los datos reales de lo que está pasando con el tránsito en cada lugar, en ese momento. De alguna manera, eso es lo que uno puede hacer con la ciencia: usarla para tomar decisiones apoyada en datos ciertos y no en cuestiones afectivas, emotivas, personales o de mera especulación electoral.

Ocurre que los estudios internacionales y científicos están. Ahora hay que usarlos para tomar decisiones basadas en ellos. Las políticas públicas tienen que elaborarse considerando la evidencia científica, si no no tienen asidero, y lo que ocurre al final del día es que mucha gente se muere por esas decisiones políticas mal tomadas.

-¿Cree que se obvia la evidencia científica por presión de distintos sectores? ¿Influye la religión?
– No es mi intención meterme en el aspecto religioso. No tengo nada en contra de la religión y respeto la fe de cada uno. Soy científico y yo hablo desde la ciencia.

-¿Por qué es tan difícil opinar sobre el aborto sin despertar fanatismos o generar crispaciones?
Porque es un tema especialmente sensible y delicado en nuestra sociedad. Después de sacar este video con Vorterix, me amenazaron de muerte. También sufrí un linchamiento en redes e internet. Empezaron a aparecer fotos mías con fetos muertos y cosas horribles por el estilo. Y yo lo único que hice fue divulgar los datos científicos de un trabajo muy serio, sólido y con evidencia científica que cuenta con el aval de la Organización Mundial de Salud.

– El debate parece girar en torno a cuándo se considera que comienza una vida.
Yo entiendo que necesitamos justificar que algo no suceda, pero creo que la discusión no puede perderse ahí. En sentido estricto, un óvulo o un espermatozoide también son vida. Creo que con ese argumento se manipula una discusión que es mucho más compleja y profunda, y en la que cabe considerar muchas otras vidas, por ejemplo, la de los chicos cuya mamá se muere en un aborto clandestino. Y aquí no hay solo riesgo de muerte, sino que además hay que considerar los traumas que se generan. Una mujer que aborta en condiciones espantosas no sufre solo daño físico, sino también psicológico. Es por eso que la OMS hace tanto hincapié en este problema.

-¿Por qué cree que a la sociedad argentina le cuesta tanto dar este debate?
– No creo que sea la sociedad, al contrario, creo que todos queremos y nos debemos este debate. Lo que ocurre es que a algunos aún les cuesta aceptar una verdad. El video, por ejemplo, está basado en datos de la revista de medicina más prestigiosa que existe, ahí es donde aparecen las nuevas vacunas, donde se dan datos sobre el cáncer, los médicos del mundo estudian y se basan en los papers que aparecen allí. Pero así y todo, hay personas que no los quieren creer. Hay un proceso de negación con este tema. El problema es que la negación no nos permite actuar. Uno entiende que existen presiones, pero de nuevo, el punto es qué le pasa a las mujeres más vulnerables mientras todos miramos para otro lado.

-¿Qué opinión le merecen las definiciones de los políticos sobre este tema?
– Lo que veo claramente, y considero que es lo más grave de todo, es la falta de información. Los escucho hablar sobre el tema y lo primero que noto es hasta qué punto ignoran el problema. Cuando están en campaña tratan de no causar polémica, pero que no dicen nada. Y luego, en el poder, directamente le dan la espalda al asunto. Pero quiero dejar bien claro que no considero que esto sea un tema partidario; sino que es algo que pasó en todos los gobiernos y que veo en todos los partidos (y si no, miremos qué ocurre en el Congreso cada vez que se ha propuesto tratar el tema).

A mí me encantaría que los políticos lean este u otros trabajos, que estudien, que den una opinión informada. Que se sientan movilizados, ellos o sus asesores, a preguntarse cosas como "¿Qué dicen las ciencias sobre este tema?" Es esa falta de interés por estudiar los problemas -sobre los que hay datos y evidencia científica disponibles- lo que no deja de asombrarme, con preocupación y tristeza. Pero hay que decir que esto se reproduce también en la clase política de muchos otros países del mundo.

Acá, los políticos no quiere tocar el tema. Mientras tanto, por los hospitales pasan los embarazos de chicas discapacitadas, nenas de 11 años que van a ser madres, mujeres violadas, otras con infecciones que las llevan a la muerte. Sin embargo, acá nos damos el lujo de ni siquiera querer tener estadísticas oficiales sobre estos problemas. A la clase política argentina le disgustan las estadísticas en general.

-¿Una reflexión final…?
– Sí, expresar una vez más mi preocupación por cómo, y desde dónde, se piensan las políticas públicas. Es irónico: los Estados (este u otro) invierten una cantidad enorme de dinero en generar conocimiento ¿Pero qué sentido tiene si luego no se lo usa para salvar vidas con políticas de salud pública adecuadas? Si toda la maquinaria que ofrece la investigación científica no se utiliza para darnos luz en las grandes decisiones, entonces estamos en problemas. Hay que achicar la brecha entre lo que producimos los científicos y la aplicación que se le da a ese saber (un saber que, claro está, siempre puede mejorar). Pero para qué damos becas, mantenemos universidades o al CONICET si después no usamos la ciencia -que es aplicable y que puede repercutir positivamente en la gente- para generar políticas basadas en eso. Los datos que brindamos los científicos son los que tienen que poder ayudarnos a decidir en qué momento del año hacer campañas de vacunación, a dónde apuntar con la educación o cómo enfocar una problemática como la del aborto.

Más datos

225 millones de mujeres que viven en regiones en desarrollo tienen una necesidad insatisfecha de anticonceptivos modernos (quieren evitar un embarazo, pero tienen altas tasas de fracaso).

El 81% de los embarazos no deseados en los países en desarrollo se producen entre las mujeres que tienen una necesidad insatisfecha de anticonceptivos modernos.

América Latina muestra la mayor tasa de crecimiento de abortos en el mundo (de 23% a 32%), mientras que en Asia del Sur y Central (de 17% a 25%), y en África del Sur fue de 17% a 24%.

El número de abortos cada 1.000 mujeres es similar (entre 34 a 37) en los países donde el aborto está absolutamente prohibido que en aquellos en donde las leyes permiten abortar.

Citas

Abortion incidence between 1990 and 2014: global, regional, and subregional levels and trends Sedgh, Gilda et al. The Lancet , Volume 0 , Issue 0 ,http://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(16)30380-4/fulltext.

Bartlett LA et al., Risk factors for legal induced abortion-related mortality in the United States, Obstetrics & Gynecology, 2004, 103(4):729–737.
Singh S and Maddow-Zimet I, Facility-based treatment for medical complications resulting from unsafe pregnancy termination in the developing world, 2012: a review of evidence from 26 countries, BJOG, 2015, doi:10.1111/1471-0528.13552.

Singh S, Darroch JE and Ashford LS, Adding It Up: The Costs and Benefits of Investing in Sexual and Reproductive Health 2014, New York: Guttmacher Institute, 2014.

Kassebaum NJ et al., Global, regional, and national levels and causes of maternal mortality during 1990–2013: a systematic analysis for the Global Burden of Disease Study 2013, The Lancet, 2014, 384(9947):980–1004.

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