En el surf el humano y el hombre entran en una conexión especial y particular. La piel de los surfistas se cubre de océano y las olas que los envuelven sobre sus tablas desprenden gotas de agua salada que entran en contacto inmediato con oídos, ojos y garganta. Dentro y fuera los deportistas están saturados con diversas moléculas y bacterias a las que la persona promedio no está expuesta habitualmente. Esto es lo que plantea el interrogante de los efectos de ese contacto.
Cliff Kapono, un bioquímico de 29 años que está haciendo actualmente su doctorado en la Universidad de California en San Diego (UCSD), Estados Unidos, es quien dirige el proyecto de Bioma de Surfistas, un intento de determinar si la exposición constante que tienen los surfistas al mar puede alterar las comunidades microbianas del cuerpo y si esas alteraciones podrían tener consecuencias tanto para los surfistas como para el resto de los humanos.
Para averiguarlo, Kapono se embarcó en un viaje alrededor de todo el mundo, visitando los sitios más populares del surf de Irlanda, Inglaterra y Marruecos. El proyecto nació a partir de que el joven científico es hawaiano y, como es apasionado de sus raíces, combinó su amor por el océano con la ciencia. Ahora su obsesión son las muestras microbianas y su objetivo es conocer cómo las comunidades de microorganismos y sus productos génicos viven en la piel humana y penetran en todo lo que nos rodea.
En una investigación científica reciente, los científicos descubrieron restos moleculares de los productos personales de higiene -como jabón, protector solar y loción del cuerpo- en la piel de una persona muchos días después de haberlos usado. El estudio comprobó entonces que los comportamientos de cada individuo y el ambiente externo contribuyen a la composición química de la piel.
Kapono utiliza el mismo tipo de análisis para investigar si estar inmerso en un mar de bacterias marinas altera en gran medida la comunidad microbiana de los surfistas y si ciertas moléculas son únicas en diferentes partes del mundo.
El proyecto -que originalmente fue concebido como una pequeña encuesta
de surfistas locales- se transformó en un esfuerzo a escala mundial con la ayuda de una subvención de investigación proporcionada por el Instituto de Salud Global de la Universidad de San Diego. Kapono fue uno de los dos candidatos a doctorado en la carrera de Global Health de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en San Diego que recibió 80 mil dólares para impulsar su proyecto.
Conocer los datos que arrojará el estudio es fundamental para poder estudiar cuestiones como la resistencia bacteriana a algunos microbios, el rol del océano en la propagación de organismos resistentes y el impacto de ello en las aguas oceánicas. "Creo que es importante que alguien que no se considera un científico pueda participar en la conversación, porque nos afecta a todos", dijo Kapono. "La acidificación del océano no sólo afecta a los biólogos marinos. La resistencia a los antibióticos no sólo afecta a los médicos. Todos deben estar involucrados para que podamos comenzar a mitigar el detrimento a la sociedad juntos".
Para analizar los datos Kapono recolectó más de 500 muestras de microbios frotando hisopos de algodón en cabeza, boca, ombligo y otras partes del cuerpo de surfistas (que también debieron entregar muestras fecales) y en sus tablas.
A través de espectrometrías de masas lo que hace el científico es crear mapas en alta resolución de los metabolitos químicos en cada una de las muestras. Después de ese acceso a mundo molecular, en colaboración con el Centro de Innovación sobre el Microbioma de la UCSD, Kapono y su grupo analizan la secuencia y elaboran un mapeo de los microbios encontrados en este inusual grupo demográfico anfibio.
"La población de surf es muy unida", dijo Kapono antes de partir a su expedición. "No será difícil encontrar un lugar donde las olas sean buenas y pueda comunicar que esto es algo que potencialmente podría proteger el océano. En Hawaii, el surf no se trata sólo de montar una ola, sino de entender el océano, estar en equilibrio con él y expresar gratitud".
"No se trata sólo de los seres humanos, sino de los diferentes microbios, las bacterias, los hongos, los virus y cómo todos ellos influyen en nuestro estado saludable", explicó. "Ahora tenemos tecnología para leer muestras rápidamente, dándonos ideas que ayudan a construir nuestra comprensión. A medida que nos acercamos a una era de la medicina personalizada, será común que todos tengan sus microbiomas revisados".
En cuanto a la resistencia de los antibióticos -tema que tiene en vilo a la comunidad médica mundial- Kapono y sus colaboradores están intentando descubrir hasta qué punto el mar puede propagar los genes que causan la resistencia.
Muchos de los antibióticos usados hoy en día se derivan de compuestos químicos producidos por microbios para defenderse o atacar a otros microorganismos. No es extraño, entonces, que cepas de bacterias rivales también hayan evolucionado los medios genéticos para ignorar estos compuestos.
Aunque la resistencia a los medicamentos es en parte el resultado de un uso excesivo de antibióticos, los genes responsables de crear resistencia están ampliamente diseminados en la naturaleza y han estado evolucionando desde hace siglos. Esto significa que los genes que resultan en la resistencia a los antibióticos pueden encontrarse en lugares sin presencia de antibióticos modernos también.
Según se ha podido comprobar, además de estar en todas partes de la naturaleza, también se transmiten de maneras inesperadas. Por ejemplo, en las bacterias flotantes del smog de Pekín se encontraron abundantes genes resistentes.
El mar, donde existe una increíble diversidad de compuestos químicos disueltos, sirve como repositorio de estos genes. Lo que se está investigando es si pueden trasladarse hasta la población humana. Los surfistas, que según algunos estudios pueden tragar cerca de 170 mililitros de agua de mar por práctica, son perfectos para estudiarlo.
Los doctores William y Leonard Gaze, del Centro Europeo para el Medio Ambiente y Salud Humana, calcularon que los nadadores recreativos y los surfistas de Inglaterra y Gales pueden estar expuestos a cepas resistentes de Escherichia coli en el mar más de seis millones de veces al año.
Teniendo en cuenta que las bacterias recogen y transmiten fácilmente información genética entre especies, los investigadores sospechan que el riesgo de adquirir genes resistentes es más alto en lugares que permiten la transferencia directa a microbios que habitan en el cuerpo. Las aguas costeras contaminadas sería, entonces, potencialmente más peligrosas que el smog.
Hasta ahora no se puede saber a ciencia cierta si realmente las personas adquieren estos genes microbianos en una playa. Sin embargo, Kapono encontró en el laboratorio evidencia de la transferencia de genes resistentes en bacterias del mar a cepa asociadas con los intestinos humanos. Por el momento, la comunidad científica deberá esperar hasta que Kapono y su equipo puedan tener evidencia concreta de la relación entre el océano, las bacterias y los humanos.
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