La primera conexión que aparece por instinto cuando se escucha o se lee la palabra "acné" es la de un rango etario: la adolescencia. Se calcula que cerca del 85% de los adolescentes sufren los incómodos granos en la cara y, a veces, en la espalda. En los casos más severos, puede llegar a dañar la autoestima del joven. Sin embargo, el trastorno en la piel se descubrió que esconde un beneficio inesperado a largo plazo.
Un estudio realizado en conjunto por el King's College de Londres y la Escuela de Medicina de Nueva Jersey -y publicado en la revista especializada Journal of Investigative Dermatology– se propuso comprobar lo que hasta entonces era un mito en el ámbito dermatológico: quienes sufrieron acné en la adolescencia, comenzarían más tarde el inexorable envejecimiento de la piel en comparación con aquellos que no la padecieron.
"Durante muchos años, los dermatólogos habían reparado en que la piel de las personas que sufren acné parecía envejecer más lentamente que la de aquellos que no lo habían experimentado en su vida. Aunque se había observado a nivel clínico, nunca se había estudiado la causa como en esta ocasión", señaló la doctora Simone Ribero, líder de la investigación.
Para dilucidar las causas de este peculiar fenómeno, los investigadores indagaron en la evolución en la piel de 1.205 mujeres gemelas que se ofrecieron como voluntarias. La dermatóloga Veronique Bataille, coautora del informe, comentó que es habitual que se busquen participantes con idéntica información, como es el caso de los gemelos, para identificar cuáles son los factores ligados al entorno y cuáles son los vinculados al perfil genético.
En el grupo de 1.205 gemelas, se observó que un 25% había sufrido acné en el pasado y a partir de allí se procedió a la comparación en la longitud de los telómeros -extraídos de un análisis de glóbulos blancos- entre las participantes que habían experimentado granos en su cara y aquellas que no.
Los científicos consideraron los telómeros, que ubicados en los extremos de los cromosomas procuran controlar el deterioro, porque a medida que las personas envejecen, se descomponen en forma paulatina hasta que llega un punto en que las células mueren. En ese momento, llega la aparición de las arrugas.
Luego de agrupar las muestras por edad, peso y altura, los investigadores contrastaron resultados y concluyeron que las voluntarias que habían sufrido acné en la adolescencia, en promedio, tenían telómeros más largos que quienes no lo habían experimentado. Además, se centraron en una ruta genética llamada p53, la cual se encarga de regular la muerte celular programada. La p53 demostró ejercer menor influencia entre las personas que habían tenido el trastorno de piel.
"Hay una razón genética en la base de esta asociación. Hemos encontrado que hay un gen que juega un rol importante en el control de la muerte de las células", aseguró la doctora Ribero. A su vez, añadió: "Al analizar las biopsias de piel, hemos sido capaces de empezar a entender las variaciones de genes relacionadas. Se requiere trabajo adicional para considerar si ciertas vías genéticas pueden proporcionar una base para las intervenciones útiles".
A pesar de que el estudio abarcó solo un target femenino, tanto los científicos británicos como los estadounidenses aseguraron que sus resultados puede expandirse y aplicarse a los hombres, aunque también advirtieron que es un campo en el que aún queda mucho por investigar.
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